THE OBJECTIVE
José García Domínguez

Meloni es la nostalgia de la lira

«Meloni no encarna ninguna nostalgia del pasado fascista, sino la nostalgia de aquella Italia difunta, la próspera y boyante previa a la unificación monetaria»

Opinión
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Meloni es la nostalgia de la lira

Giorgia Meloni. | Reuters

Los dos grandes rasgos ya tópicos y crónicos de la política italiana, esa inestabilidad permanente de sus gobiernos, el primero, y el sesgo no menos permanente de todos los líderes de los partidos a dejarse arrastrar por el populismo más descarnado, el segundo, obedecen ambos a un par de causas profundas, causas últimas sin cuya comprensión resulta imposible entender cuanto acontece en ese país, incluida la irresistible ascensión desde la nada marginal y criptofascista de Giorgia Meloni. La primera de esas razones se llama Benito Mussolini; la segunda resulta ser una moneda transnacional que responde por euro. Así, al igual que los aliados ordenaron que la nueva Alemania adoptase la estructura de un estado federal con el único propósito de evitar el resurgimiento de un poder central fuerte en el país, la Italia democrática posterior a la derrota del Eje en 1945 se dotó de una constitución que, de forma muy consciente y deliberada, maximiza las competencias del Parlamento al tiempo que debilita en extremo al Ejecutivo, de ahí la rotación continúa de los gobiernos de la República. 

Porque la italiana es una constitución diseñada desde el primero hasta el último de sus artículos con el propósito obsesivo de evitar a toda costa la irrupción en la escena nacional de otro Duce. Una fijación, la de los constituyentes, que, y de modo paradójico, ha terminado por avivar entre los italianos la pulsión por el hombre (o la mujer) fuerte, todo a consecuencia del hartazgo colectivo frente a la definitiva inoperancia del andamiaje institucional. Y después está el populismo, que en el caso italiano no es más que la sublimación retórica, gestual e inane de una impotencia absoluta, la del Estado a fin de tratar de corregir los efectos corrosivos para la cohesión nacional de la renuncia a la lira y la ulterior incorporación a la moneda única. Porque el euro se ha convertido en un sinónimo de parálisis permanente para la economía italiana.

«La italiana es una constitución diseñada desde el primero hasta el último de sus artículos con el propósito obsesivo de evitar a toda costa la irrupción en la escena nacional de otro Duce»

Un PIB per cápita estancado al mismo nivel que hace veinte años, veinte años con el aparato productivo del país confinado en el congelador de la nevera. Y una renta disponible, lo que le queda a la gente en el bolsillo tras pagar los impuestos y recibir las transferencias del Estado, que se sitúa a día de hoy al mismo nivel que a mediados de la década de los ochenta del siglo XX. Esclerosis productiva y empobrecimiento general que ya habrían llevado a una explosión social en ausencia de ese muy eficaz fármaco con efectos sedantes que es el gasto público deficitario. Porque Meloni no encarna ninguna nostalgia del pasado fascista, Meloni encarna la nostalgia de aquella Italia difunta, la próspera y boyante previa a la unificación monetaria

Una Italia, la desaparecida con el cambio de siglo, cuyo añorado milagro económico se apoyó en dos trampas al solitario cuya continuidad en el tiempo haría imposible el euro, a saber: la deliberada infravaloración crónica de la lira para subvencionar de modo disimulado las exportaciones industriales del Norte; y la inflación estructural que se instaló en el país, otra artimaña deliberada que permitía a Roma soldar de forma indolora la enorme fractura de riqueza entre el Norte y el Sur a través de un Estado del bienestar financiado con una deuda pública enorme, oceánica. Deuda inmensa que ofrecía dos ventajas políticas también inmensas. La primera, permitir que los ricos de Milán y las clases medias de la Padania siguieran eludiendo pagar impuestos de verdad, lo que evitó durante medio siglo el surgimiento de la tensión separatista. La segunda, su sostenibilidad financiera para el Estado, en la medida en que la inflación se iba comiendo poco a poco el valor real de las liras a devolver en pago por la amortización de los títulos de deuda soberana, títulos que adquirían los propios ciudadanos italianos de modo mayoritario. El día que se acabaron esos dos trucos, se acabó también el sistema de partidos políticos vigente en Italia tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Después llegó el caos. Y tras el caos, una mujer con pasado.

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