THE OBJECTIVE
Jose María Calvo-Sotelo

La cara y la cruz de la eficiencia energética

«Resultaría paradójico que un éxito mayor del esperado al implantar tecnologías más eficientes diera lugar una demanda superior que no pudiera ser atendida»

Opinión
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La cara y la cruz de la eficiencia energética

Tendido eléctrico.

Este verano pasado, cuando las temperaturas seguían empecinadas en los 40 grados, acogí en mi casa a unos amigos de California que completaban en Madrid su periplo europeo. Soportaban ellos mejor que yo el calor extremo de la ciudad, confirmando esa constante universal del turista inasequible al desaliento. Pero cuál no fue mi asombro cuando al día siguiente se sorprendieron porque no tenía aire acondicionado en el cuarto de baño. 

Es cierto que en el Golden State se han tomado muy en serio lo de la escasez de agua, y en Los Ángeles está prácticamente prohibido plantar un césped nuevo con riego automático. Pero lo del consumo responsable de energía no parece haber calado tanto todavía. Y entre otras muchas razones, porque la energía en California es relativamente barata para lo ricos que son, y cuando eso ocurre ni los mejores incentivos de eficiencia energética consiguen reducir el consumo. No es ese sin embargo el mundo del 2050 libre de emisiones de CO2 que describe y cuantifica la Agencia Internacional de la Energía (IEA por sus siglas en inglés). 

En ese horizonte 2050, la IEA espera que el mundo consumirá un 20% menos de energía final que en el 2019: de 120 millones de GWh (gigavatios hora) en 2019 a 95 millones en 2050 (tabla A.2 Anexo A de su informe). Y esto se consigue al mismo tiempo que la población mundial crece un 25% (+2.000 millones) y el PIB per cápita se multiplica por dos. En otras palabras, la Agencia espera que en 2050 el consumo per cápita de energía disminuirá en un 37% y el consumo por unidad de PIB en más de un 60% (¡!). Pero lo más difícil de estos números son más bien los valores absolutos: el consumo medio per cápita que propone la Agencia para el 2050 es más o menos como el de Brasil hoy (15.000 kWh), la mitad del de China y dos veces el de la India. Esta enorme apuesta se juega a una sola carta, la de la eficiencia energética, y la IEA afirma (capítulo 2.5.1.) que sin esa eficiencia la energía final en 2050 sería casi ¡el doble de la estimada! 

«Los aumentos en eficiencia siempre traen un aumento de la actividad, de modo que al final no se consume menos energía sino más»

El problema con la eficiencia energética es que más que una carta es una moneda con su cara y su cruz. La cara es que toda eficiencia energética resulta en un ahorro de energía para el mismo nivel de actividad –por ejemplo, el motor eléctrico frente al de combustión por km recorrido, los edificios nuevos con aislamiento moderno frente a los antiguos por m2 de superficie-. La cruz es que los aumentos en eficiencia siempre traen consigo un aumento de la actividad (económica), de tal modo que al final no se consume menos energía sino más. Esta paradoja fue propuesta en 1865 por William S. Jevons, uno de los fundadores de la escuela marginalista, y desde entonces lleva su nombre. El enunciado original de Jevons es el siguiente: «Suponer que el uso más económico de un combustible equivale a la reducción de su consumo resulta ser una confusión de conceptos. Lo contrario es más bien cierto. Como regla general, nuevas formas de economía llevarán a un aumento del consumo». (The Coal Question, 1866). Jevons se dio cuenta ya hace 150 años de que la mejora en la eficiencia de las máquinas de vapor resultaba no en una reducción sino en un aumento de la demanda total de carbón: las máquinas de vapor fueron ganando en tamaño y en potencia a la vez que multiplicaban su eficiencia energética y se consolidaban como el pilar de la expansión industrial del siglo XIX. Un ejemplo más cercano en el tiempo lo tenemos en la evolución del parque móvil de los Estados Unidos en los últimos 40 años, evolución que habría sido más ejemplar de no haber mediado más de 20 años de petróleo barato: la eficiencia energética se ha multiplicado por dos y a la vez se han multiplicado por más de dos las millas totales recorridas y la potencia media de los vehículos. ¿Qué no ocurrirá cuando los coches eléctricos, con sus eficiencias mucho mayores, empiecen a ser accesibles a los bolsillos de todo el mundo? 

Todo lo anterior es muy importante porque el escenario Net Zero by 2050, con su demanda de 95 millones de GWh, ya entraña la complejísima apuesta de electrificar una gran parte de la actividad económica a base de multiplicar por 20 veces la producción de energía solar y eólica (tabla A.3 Anexo A). ¿Cómo de difícil sería entonces si tuviéramos que cubrir una demanda creciente? Resultaría sin duda paradójico que un éxito mayor del esperado en la implantación de tecnologías más eficientes diera lugar una demanda superior que no pudiera ser atendida. Este escenario de déficit de energía lo hemos vivido en Europa con la retirada del gas ruso, y hemos visto sus consecuencias sobre los precios y la contracción de la actividad industrial. En Estados Unidos y Canadá, la North American Reliability Corporation, que vela por la fiabilidad de todas sus redes eléctricas, ya está llamando la atención sobre déficits de oferta de energía tan pronto como para este año 2023. La causa principal: el crecimiento sostenido de la demanda en horas punta junto con la retirada de centrales de carbón que no están siendo reemplazadas por generación nueva, y la mayor inestabilidad de la red por el mayor peso en el mix de las energías solar y eólica. 

Parecería que la apuesta de la IEA por la eficiencia energética es sobre todo una apuesta por la reducción del consumo de energía. Reducir el consumo de energía sin embargo son palabras mayores, porque nos metemos en un mundo mucho más político y menos tecnológico: se trata de modificar los estilos de vida a través de la intervención y la regulación de los mercados, de la creación de impuestos nuevos. Quizá la Agencia está haciendo de la necesidad virtud: porque si aun reduciendo la energía final un 20% en 30 años, la descarbonización de la economía es una hazaña inédita en la historia económica del mundo, ¿qué solución libre de carbono habría para una demanda que creciera por ejemplo un 20% en 30 años? Jevons en su día se mostró pesimista sobre la disposición de la sociedad a reducir su consumo voluntariamente. Han pasado 150 años y la sociedad ha cambiado mucho, pero la reducción del consumo de energía sigue siendo un reto muy difícil: no sé si los californianos estarán por la labor de prohibir el aire acondicionado en sus futuros cuartos de baño.

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