THE OBJECTIVE
José Carlos Llop

Lo que no ha sido

«La noticia más interesante de la semana nos ha dejado al menos la imagen de las hermanas Hanbury, y sólo lo es porque se ha decidido que nunca ha existido»

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Lo que no ha sido

Erich Gordon

En tiempos de guerra hay que detenerse en las noticias de toda la vida, esas que pueden alegrarnos un día gris: el encuentro de un mamut bajo el hielo de Siberia, el amor secreto entre un poeta y una escultora en Londres bajo las bombas, o el hallazgo de un manuscrito perdido de Marlowe o de más tablas pintadas de Al-Fayum. Pero la noticia más interesante de esta semana ha desaparecido del éter fulminada por el Destino. Ha sido y luego no. La noticia más interesante de la semana tenía sofisticados ingredientes para una trama shakespeariana con fondo Dumas y los herretes de la reina, (que nunca supe, cuando leí de pequeño Los tres mosqueteros, lo que eran los dichosos herretes). Infidelidad, belleza, un príncipe, amistad traicionada, un regalo delator y quién sabe si una conspiración palaciega detrás son esos ingredientes. Y al mismo tiempo el denominador común –común a todos, quiero decir– del instinto y el deseo, si es que no son lo mismo tantas veces. De ahí que la proyección en las infidelidades amorosas de los demás sea una forma de vida vicaria muy habitual desde que el tiempo es tiempo. Cuando se sabe de una, nunca se comprueba si es cierta o no y todos se hacen lenguas. Aún hoy ocurre, pese a ser tan cansada y cansina la relación entre eros y nuestra civilización, o lo que queda de ella.

La noticia ha recorrido tabloides británicos y prensa extranjera (donde incluyo la nuestra, que en Gran Bretaña es extranjera). Los reporteros se lanzaron como sabuesos tras la pista del affaire amoroso, pero también hubo dudas sobre su veracidad. Algún medio hablaba de suposiciones –«la supuesta amante», decía una revista francesa–y otros de fakenews, no sé si convencidos o por si acaso. Pero nadie planteó la posibilidad de que esa noticia no fuera más que una forma de insuflar sangre nueva y vigorosa a lo que entre sus integrantes llaman La Firma, no sea decaiga. Un buen argumento renueva al novelista y la Historia y sus personajes conforman la gran novela de la humanidad. Ríanse de Balzac y ahí está, repito, Shakespeare.

«Esa noticia no sólo no fue, sino que ni contarse debe; ni siquiera desde la perspectiva de la duda»

Y después, el silencio. A la noticia más importante de la semana le han cortado la cabeza si no en la Torre de Londres, sí muy cerca. Y lo que parecía haber sido –y ya todos estábamos desempolvando los prismáticos, tal que en Ascot– resulta que se ha volatilizado como se volatilizaban los boyardos con un ucase del zar. Y se llega a la conclusión de que esa noticia no sólo no fue, sino que ni contarse debe; ni siquiera desde la perspectiva de la duda o del que no fuera, por muchos detalles que hubieran dado, herretes –perdón, perlas– incluidos.

Pero como pocas cosas turban más que la irrupción de dos bellas hermanas conscientes de su poderío en una fiesta que decae –no olvidemos a las Bolena en la corte de Enrique VIII–, la noticia más interesante de la semana nos ha dejado al menos la imagen de dos hermanas inglesas, las hermanas Hanbury, que nos devuelven a los tiempos de las Mitford y aún más atrás, con Lily Langtry al mando del timón de Gales. ¿Sus nombres? Marina, la mayor, duquesa consorte de Dunham, y Rose, la pequeña, marquesa consorte de Cholmondeley. Muy guapas ambas –especialmente la mayor–, radiante sonrisa y piernas felices (y no equivoco el adjetivo) como la enseña de la nave capitana. Y cierta voluntad de glamour, que es como se llama a lo que no se sabe definir e imanta desde los tiempos de Nefertari y Nefertiti.

Al Destino no queda otra que obedecerle y por tanto ya hemos olvidado de dónde sale nuestra curiosidad por las Hanbury, pero salir, desde luego, sale y además permanece si no en la memoria, sí en la retina. Esta semana la noticia más interesante ya sólo lo es porque se ha decidido que nunca ha existido. La trama era excelente, ya dije: Shakespeare con ribetes dumasianos como los que le gustan a mi amigo Arturo. Nos hubiera aliviado grandemente de la tensión bélica en escalada, fueran o no verdad el rumor y sus crónicas. Pero vamos a tener que conformarnos con el affaire maduro de Tim Burton y la silenciosa Monica Bellucci, la que nunca necesitó hablar, y allí donde esté ella, que calle el mundo y nosotros con él.

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