THE OBJECTIVE
Ignacio Vidal-Folch

El año pasado fue lo que Valentí Puig dice

«’Casa dividida’, dietario y destilación del año 2022, confirma a su autor como el mejor diarista hoy de nuestra literatura, donde hay algunos notables»

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El año pasado fue lo que Valentí Puig dice

Valentí Puig.

Para leer a Valentí Puig es condición imprescindible… saber leer.

Zarzalejos ya ha elogiado muy bien su nuevo libro, pero ahora yo quiero también «decir la mía».

Elude tanto los efectos, los subrayados y los puntos de admiración que quien no sepa leer bien, con la debida atención, o entre ahí a la caza de emociones superficiales y fuertes se le escapará la sutileza decantada de esta prosa, ritmada con metrónomo, de Casa dividida, dietario y destilación del año 2022, recién publicado (ed. Destino). 

Como muestra pongo aquí cuatro entradas lapidarias, elegidas al azar:

«Juventud. Despertarse de madrugada después de una noche de caos y beber del grifo en un hotel siniestro».

«El artista fracasado protagoniza especialmente la moral del resentimiento y la practica tanto en la revolución como en la reacción».

«Destino: por las mañanas escribir unos versos que pueden ser ágiles; a la hora del cierre de edición, aplomar un editorial». 

«Los sentimentales son capaces de cualquier crueldad; los racionalistas pueden rozar el absurdo; los sensatos caen en la cobardía; los quiméricos, en el cinismo».

Etc, etc, etc… Estas máximas o breverías se alternan fluidamente con parrafadas más extensas, exponiendo juicios sobre los acontecimientos de la política española (desde un punto de vista ilustrado y liberal) e internacional (el asalto trumpista al Congreso americano, la guerra de Ucrania, la inflación); prodigando preciosas y precisas descripciones de la naturaleza, bosques, caminos y montañas alrededor del pueblo de Centelles, donde vive el autor (un género, por cierto, especialmente difícil y que tanta pereza da a la mayoría inmensa de los escritores); observaciones burlonas y tolerantes sobre las rarezas de la vida cotidiana y las nuevas costumbres; reflexiones sobre los placeres y peculiaridades de la vida y del tiempo retirado en un pueblo de la Plana de Vic después de haber pasado la vida entre Palma de Mallorca, Madrid, Barcelona, Dublín, Londres y Derry; retratos y anécdotas de caracteres humanos singulares; evocaciones, recuerdos…

«El recuerdo de los acontecimientos públicos vertebra el relato de un año concreto y único»

Todos estos materiales diversos están bien y bien hilados y armoniosamente expuestos. Las entradas sobre política son las menos seductoras, ya que los hechos en ese nivel se marchitan muy rápidamente y en seguida son sustituidos por otros, pero tienen su utilidad porque el recuerdo de los acontecimientos públicos vertebra el relato de un año concreto y único. 

Habiendo caído seriamente enfermo a finales del año anterior, 2021, y estando en el hospital, en una cama con barrotes, Puig no pudo celebrar la Nochevieja como suele, que es, nos cuenta, acompañando las doce campanadas no con los consabidos doce granos de uva, sino con doce sorbitos de whisky de malta, suavizados con agua y hielo. Esa vez tuvo que abstenerse. Ruptura de un hábito personal que le resultó fastidiosa, como es lógico en un escritor que valora y celebra los hábitos y las tradiciones, que se complace en explicar el sentido, la fuerza de gravedad y la utilidad social y personal que tienen, como signo de la continuidad y esperanza de la vida y garantía de sentido y orden.

Celebra la tradición, pero no como sometimiento ciego a una imposición convencional exterior sino, digamos, con un asentimiento crítico, que acepta la subjetividad, la libertad del celebrante: de ahí que sean doce, pero no uvas, sino tragos de whisky, subrayando a la vez el acuerdo social y el libre albedrío…

Y aunque uno no pruebe el whisky, qué sensación de éxito y de alegría encontrar en la última entrada del dietario, correspondiente a la Nochevieja del año 2022: «A medianoche, como acostumbro, doce sorbos de whisky con hielo y agua. 2022 habrá sido un año para sonámbulos que se apuñalan y traicionan entre sí perdidos por los tejados del mundo. Veni Creator». 

Sostengo que Valentí Puig es hoy el mejor diarista de nuestra literatura, donde hay algunos notables. Pero no me voy a tomar la molestia de demostrarlo. Aunque, como he señalado al principio de esta breve laudatio, en la pronunciada elegancia del tono bajo continuo de esta escritura equilibrada, en lo que calla, y en la ocasional, discreta presencia de la sorna, muchos no detectarán la generosa abundancia y permanente invitación a meditar, entender, comprender y vivir conscientemente. Lástima, lo siento por ellos. 

«Cada una de estas entradas de dietario es tan estimulante que dan ganas de lanzarse inmediatamente a glosarlas»

Casi cada una de estas entradas de dietario es tan estimulante que dan ganas de lanzarse inmediatamente a glosarlas, prolongarlas o refutarlas. He subrayado el libro a conciencia. Podría pasarme un año o dos sin necesidad de buscar tema para mis columnas, pues me bastaría, para poner la pluma en marcha ya a buena velocidad, con comentar una u otra entrada de Casa dividida. Podría empezar por su crítica al Diario de Renard, del que yo traduje con gran placer una antología (ed. Debolsillo) y al que considero el primero en el género. No así Puig:

«Del Journal de Jules Renard nos congratula un símil, una observación moral, un retrato brevísimo –el padre que se muere-, pero predomina el insider pueblerino, de marché aux puces, descreído de la vida literaria hasta que acaba postulándose para un premio. Tanta menudencia asfixia. Ahora se me cae de las manos, y me llega un tufo de calcetines de lana, de pana orinada, de mala pécora al acecho de un gorrión cojo». 

Tendría que dedicar unos párrafos a discrepar de este juicio, pero no es el lugar para hacerlo. Sí de señalar que la imagen de los calcetines de lana y de la pana meada –por no hablar de la pécora oportunista- es una descarga de artillería gruesa, «fuego de barrera» de una precisión letal. Ese párrafo da la idea, el atisbo, de que si Puig no tuviese buen cuidado de mantener siempre el control de sus habilidades estilísticas bajo la preceptiva de la  moderación podría ser un killer sin rival.

Pondré una última muestra de su estilo:

«Si alguna vez llegase a la madurez plena, querría tener la serenidad de Diego Miranda ‘el del Verde Gabán’, el humor de Pickwick, la astucia del conde Mosca, la esgrima del mosquetero Porthos, la integridad de un Buddenbrook, la joie de vivre del conde Rostov. Pero ahora leo pocas novelas». Aquí nos gusta la elección de personajes literarios, pero más nos interpela el condicional de las primeras palabras, y la lacónica aserción de las últimas. El dietario del año 2022 se escribió a lo largo del año, fue entregado a la editorial según se iba redactando, mes a mes, o sea sin darse la recomendable posibilidad de dejar descansar lo escrito y pulirlo pasado un tiempo. Es una virtud menor, pero no menos impresionante, que aún bajo estas constricciones la tersura del texto no conozca flaqueza o fallo. 

    

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