THE OBJECTIVE
Jose María Calvo-Sotelo

Alemania se equivoca de nuevo

«Sería un error darse de baja de un futuro en el que los desarrollos tecnológicos de la energía nuclear nos entregarán una fuente de energía más sostenible»

Opinión
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Alemania se equivoca de nuevo

Alemania cierra sus últimas centrales nucleares. | Heiko Becker (Reuters)

Hace apenas unos días, el 15 de abril, Alemania apagó definitivamente sus últimos reactores nucleares, clausurando así un ciclo de 50 años de explotación de centrales nucleares en el país centroeuropeo. La energía nuclear ha dividido a Alemania a lo largo de este último medio siglo, tanto en su frente civil como en el militar. A finales de los setenta, una parte del país se opuso al despliegue de los misiles de medio alcance Pershing en el suelo de la entonces Alemania Occidental, que era la frontera oriental de la OTAN con los países del pacto de Varsovia liderados por la Unión Soviética. Al canciller socialdemócrata Helmut Schmidt, promotor del despliegue, le abandonaron sus correligionarios y le costó el hundimiento de su propio gobierno en 1982. Los misiles se acabaron desplegando en 1983 ya con Helmut Kohl como nuevo canciller, y con el voto en contra de los socialdemócratas.

Con el paso de los años también se acabaron construyendo más de 20 reactores nucleares, que en el año 2000 llegaron a producir un 30% de la energía eléctrica del país. Fue en ese mismo año cuando el gobierno encabezado por el socialdemócrata Schröder (el gran valedor del gas ruso en su país) sacó adelante el (mal) llamado consenso nuclear, que decidió el cierre progresivo de las centrales nucleares hasta 2022, con la oposición en bloque de la CDU. En 2009, el nuevo gobierno de Angela Merkel derogó el consenso nuclear, extendiendo la vida útil de todas las centrales. Pero en marzo de 2011, el accidente de la central japonesa de Fukushima provocado por un terremoto seguido de maremoto dio al traste con este cambio de rumbo y, apenas un mes después la canciller Merkel, en una decisión casi personal, volvió al consenso nuclear de su antecesor. Ni siquiera esperó a las conclusiones finales del accidente de la central, al que solo se le ha atribuido una muerte, frente a las veinte mil causadas por el maremoto.

Alemania es la mayor economía de la Unión Europea y hoy ocupa un lugar central en su geografía. Es cierto que desde 2010 ha conseguido suplir la menguante producción de energía nuclear con una muy creciente producción de energía solar y eólica, y puede decir orgullosa que un 44% de su producción eléctrica proviene de fuentes renovables, al igual que España. Pero también es verdad que en 2022 la generación con carbón (el combustible más contaminante y con mayores emisiones de CO2) en España apenas representaba el 5% de su generación eléctrica y en Alemania seguía pesando más de un tercio, tras una década en la que había estado sistemáticamente por encima del 40%.

Así las cosas, las emisiones alemanas de CO2 en 2021 fueron de 675 millones de toneladas, más del doble que las de Francia, y eso que su PIB es solo un 40% mayor. Un tercio de todas las emisiones por la quema de carbón de la Unión Europea provienen de las centrales térmicas alemanas. No en balde Francia resuelve el 90% (¡!) de su consumo de electricidad con fuentes de energías bajas en carbono, nuclear muy mayoritariamente. Si Alemania hubiera mantenido su parque nuclear (como lo tiene que hacer España) podría hoy sacar pecho con un carbón en retirada y una generación de electricidad baja en carbono de más del 70% de su consumo.

Por eso sorprende mucho que, en los casi ocho años que han pasado desde la firma del Acuerdo de París sobre cambio climático, Alemania no haya sido capaz de reconsiderar su posición en el tema nuclear. Ni siquiera la guerra de Ucrania, que ha puesto patas arriba todo su sistema de abastecimiento de energía, ha conseguido del gobierno de Scholz más que una prórroga de un año sobre el plan inicial. Lo único que han hecho es anunciar la licitación de 25GW de nuevos ciclos combinados de gas (que emiten CO2) para sustituir al carbón de aquí al 2030, con la coartada de que antes de 2045 sustituirán el gas natural por hidrógeno verde: que es lo mismo que decir que sustituirán el carbón actual con más energía solar y eólica con la que fabricar el hidrógeno verde.

«El abandono alemán de la energía nuclear nos afecta a todos los europeos»

Sorprende de nuevo esta apuesta tan concentrada en estas dos tecnologías a sabiendas de que Alemania cuenta con un recurso solar bastante pobre – España disfruta de un 80% más en irradiación solar – y que su costa norte y báltica es muy reducida, con lo que su recurso eólico marino será también limitado. Más aún, Alemania tiene a la vez una población muy dispersa y una densidad de población tres veces mayor que la española, con lo que el despliegue de nuevos parques eólicos y fotovoltaicos que ocupan mucho territorio será más difícil con el paso del tiempo. Aunque como Alemania tiene la suerte de estar en el centro geográfico de la Unión podrá beneficiarse de los esfuerzos de sus vecinos, y a lo mejor acaban quemando hidrógeno rosa francés, que es igual que el verde pero de origen nuclear.

El objetivo de emisiones cero que para 2050 se ha impuesto la Unión Europea es muy ambicioso y muy complejo de armar, y contamos con pocos reyes en la baraja como para permitirnos el lujo de deshacernos de unos cuantos por el camino. Por eso el abandono alemán de la energía nuclear nos afecta a todos los europeos. No podemos arriesgarnos a padecer en el futuro restricciones de energía porque las fuentes limpias no den abasto con la demanda andando el tiempo. Sin duda la construcción de centrales nucleares con la tecnología actual supone un esfuerzo ingente y a la vez cuestionable económicamente, y tenemos un buen ejemplo de ello en la central finlandesa recién inaugurada. No se trata de exigir a todos los europeos que hagan como los finlandeses, pero sería un error para Europa darse de baja de un futuro en el que los nuevos desarrollos tecnológicos de la energía nuclear nos entregarán muy probablemente una fuente de energía más sostenible, más segura y más asequible. No podemos descansar solamente en el almacenamiento energético y en su variante del hidrógeno verde para garantizar el suministro en un sistema dominado por las energías renovables intermitentes. Si los chinos fueron capaces de darle un vuelco definitivo a la viabilidad de la energía solar en 15 años y hoy abastecen al mundo entero, no nos equivoquemos quedándonos fuera del tablero nuclear ahora, que es cuando más necesitamos las energías bajas en carbono.

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