THE OBJECTIVE
Manuel Pimentel

El factor edad

«Las organizaciones que consigan aunar sus diversos talentos, motivaciones y experiencias disfrutarán de un poderoso motor de crecimiento y eficiencia»

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El factor edad

Ilustración de Alejandra Svriz.

La sociedad europea envejece, la española aún más rápido. La combinación de mayor esperanza de vida —excelente noticia, por cierto— con una natalidad por los suelos, genera unas dinámicas predecibles en el mercado de trabajo: se elevará la edad de jubilación, precisaremos gestionar una inmigración creciente y necesaria, se incrementarán las tensiones para cubrir determinados puestos de trabajo y, sin duda alguna, tendremos que aprender a gestionar la diversidad generacional en el seno de las organizaciones. Durante las últimas décadas hemos avanzado en potenciar el talento diverso en las empresas, tanto de género como de minorías o capacidades diferentes.

Pero a estas estrategias, positivas y enriquecedoras, tenemos que añadir, ahora, el nuevo reto que se nos presenta con fuerza secular, el de la gestión de la diversidad generacional. En efecto, en las organizaciones convivirán/competirán séniors, con edad de jubilación creciente —en España por vez primera en su historia la edad de jubilación real ha subido hasta los 65 años—, con jóvenes nativos digitales, que se desenvuelven de manera natural por el ecosistema tecnológico propio de nuestros tiempos, tarea que, sin embargo, les resulta ardua y árida para los que acumulan décadas de experiencia.

En efecto, la cohorte generacional más numerosa de España es la conocida como la del baby boom, la nacida en los sesenta y hasta la mitad de los setenta. Una parte significativa de los altos directivos, miembros de consejos de administración, consejeros delegados y presidentes de compañías tienen en la actualidad 50 o 60 años, es decir baby-boomers en estado puro. Esta realidad cronológica se extiende por toda la organización, desde los mandos intermedios hasta los trabajadores de primera línea. La edad legal de jubilación ya ha subido desde los tradicionales 65 años hasta los 66 años y 6 meses vigentes en 2024.

Los baby-boomers son —somos— muchos, trabajaremos más tiempo y tendremos que desarrollarnos en un entorno digital ajeno a nuestra infancia, adolescencia y juventud. Estudiamos y comenzamos a trabajar en una era analógica, con agendas de papel y cabinas telefónicas. Conocimos como grandes novedades los faxes, los primeros ordenadores, así como aquellos novedosos y voluminosos teléfonos móviles entre otros dispositivos que hoy parecen pura arqueología industrial, pero que nosotros, entonces, celebramos como grandes avances, intuyendo que nos cambiarían la vida, como, sin ningún género de dudas, finalmente acontecería. Y desde aquellos artilugios protodigitales al prodigio de la Inteligencia Artificial que tanto nos ocupa en la actualidad. Un salto cósmico en la manera de entender, hacer y trabajar en el seno de la empresa. Probablemente, hasta la fecha, hemos sido la generación que mayor disrupción tecnológica ha tenido que asumir en carne propia, lo que nos ha supuesto un esfuerzo —a veces gozoso, a veces imposible— de adaptación a los requerimientos de la nueva sociedad digital.

«Las motivaciones de trabajo que requieren las jóvenes generaciones son bien diferentes de las que los séniors estamos acostumbrados»

En la empresa convivirán pues, los baby-boomers con las generaciones más jóvenes, que se manejan como pez en el agua en los nuevos entornos tecnológicos. ¿Cómo plantear la convivencia generacional para que resulte simbiótica para todos y que, además, la empresa y la sociedad salga ganado? Pues, precisamente, es la materia que aborda con brillantez el libro El factor edad. Cómo la convivencia intergeneracional puede mejorar las empresas y la sociedad (LID editorial), coordinado por Ana Matarranz y Enrique Arce, y que recomiendo vivamente a todos los interesados en adentrarse en este novedoso campo de gestión y que afectará tanto a las empresas como a la propia administración.

Las motivaciones o el ambiente de trabajo que requieren las jóvenes generaciones, por ejemplo, son bien diferentes de las que los séniors estamos acostumbrados. Los modelos de trabajo, los requerimientos de salud y prevención de riesgos, también. Y, esto, por apuntar tan sólo algunas de las cuestiones importantes y diferenciales que convivirán en el seno de nuestras empresas. ¿Es posible conciliarlas? ¿Cómo conseguir modelos de gestión que satisfagan intereses e inquietudes tan distintos? Pues es importante que seamos conscientes de que nos encontramos ante uno de los mayores retos que los responsables de gestión de personas tienen por delante, un campo en el que está casi todo por escribir.

Y un buen ejemplo, por ejemplo, es el de la segunda carrera de los directivos. Los baby-boomers atesoran experiencia, contactos, conocimientos y energía. Sería todo un derroche, tanto personal como colectivo, el desaprovecharlo. Muchas empresas podrían beneficiarse de sus consejos, sabiduría y clarividencia a la hora de tomar decisiones, resolver problemas o debatir estrategias. También el sénior podría prolongar su vida profesional sin los rigores y tensiones propias de la vida ejecutiva, lo que le podría proporcionar renta, motivación y satisfacción personal. Una simbiosis perfecta que se conoce como segunda carrera del directivo, y que se expresa en forma de consejero en consejos de administración o asesores, como senior advisor, angel business, consultor o emprendedor, dado el caso. Hablaremos mucho de esta segunda carrera, para lo que tendremos que estar atentos a la sabiduría de Alfonso Jiménez, de Exe Avenue, auténtico gurú sobre la materia.

Estamos, sin duda, ante uno de los grandes temas de esta década. El factor edad, la adecuada gestión de la diversidad generacional, nos debe ocupar, y mucho. Las organizaciones que consigan aunar sus diversos talentos, motivaciones y experiencias disfrutarán de un poderoso motor interno de crecimiento, eficiencia y rentabilidad. Las que fracasen en el intento, tendrán boleto seguro para el triste viaje a la orilla de la melancolía y el olvido. Así que, a trabajar juntos, tenemos mucho que ganar todos. Los mayores con su sabiduría y conocimiento del alma humana, los jóvenes con su ímpetu y su ser digital. Un reto fructífero y apasionante, que la sociedad nos agradecerá. Así que, no lo dudemos… ¡pongámonos a ello!

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