THE OBJECTIVE
Juan Francisco Martín Seco

¿Escudo social o recortes?: la inflación

«La pérdida de poder adquisitivo de los salarios puede llegar a exceder a la que provocó la devaluación interna que fue preciso aplicar en 2011»

Opinión
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¿Escudo social o recortes?: la inflación

Ilustración de Alejandra Svriz.

Una vez más, las contradicciones de este Gobierno aparecieron llamativamente en la sesión del Congreso —celebrada de forma extraordinaria en el Senado— el día 10 de este mes de enero. Aquello fue, y han coincidido curiosamente todos los medios de comunicación, de un signo y del otro, lo más parecido a un vodevil.

Los más críticos, los propios aliados, que censuraban el método y exigían negociación previa. La humillación al Gobierno fue evidente, y Junts marcó terreno dejando claro quién es el que en realidad manda en España, al tiempo que una vez más obtenía nuevos privilegios en su trayectoria independentista y concesiones económicas para la Generalitat en detrimento del resto de autonomías

Pero vayamos al fondo del asunto y al contenido de los decretos leyes, concretemos en lo que el Gobierno llama actualización del escudo social, y que intenta vendernos como tapadera para justificar otros hechos menos edificantes como por ejemplo haber entregado a los filoetarras el Ayuntamiento de Pamplona. Se trata en último término de hacer un guiño a la Unión Europea que ha comenzado ya a reclamar (al menos de boquilla) el retorno a la disciplina fiscal. Digo que de boquilla porque en estos momentos en la Comisión todo es light, y más aún en lo referente a la disciplina fiscal. Alemania se encuentra con graves dificultades económicas y no está en posición de adoptar una postura muy distinta.

«La subida de precios acompaña a las políticas populistas»

Pero con independencia de ello, Sánchez y sus socios más que políticas sociales lo que han anunciado son recortes y ajustes. Se engañan los comentaristas que presentan las medidas de manera diferente. A pesar de ser la inflación uno de los temas más tratados en la teoría económica, lo cierto es que la ilusión monetaria continúa jugando un papel crucial en el comportamiento social y político. La subida de precios acompaña a las políticas populistas. Primero porque la suelen provocar y segundo porque los gobiernos que las practican utilizan la inflación para dar gato por liebre.

En España se ejercita este velo monetario, no sé si inconscientemente o a propósito, en lo referente a la actualización de las pensiones. Todos hablan de subida, cuando en realidad de lo único que se trata es de que no disminuyan las prestaciones. Algo similar se podría afirmar del seguro de desempleo. Al margen del cambio en la estructura o en el diseño con el que con más o menos acierto se haya hecho o se vaya a hacer la reforma, y que ahora no es el momento de comentar, si calculásemos con detenimiento la cantidad de recursos que se destinarán a esta prestación, comprobaríamos que en términos reales no habrá apenas variación.

Pero ello nos conduce a plantear el tema en toda su amplitud. La inflación incrementa automáticamente los ingresos del Estado. En los gastos es diferente, se precisa de actualización y, al no hacerla, se provoca una minoración de las partidas en términos constantes. Podría hablarse de recortes. Recortes que aun cuando no lo parezcan son tan reales —aunque estén camuflados por el velo monetario— como los que se practicaron en la crisis financiera.

Así está ocurriendo con las retribuciones de los empleados públicos. Durante estos últimos años, a causa de la inflación, han perdido seguramente más poder adquisitivo que con el memorable recorte implantado por Zapatero, que fue el verdaderamente importante (el 5% por término medio) y que se consolidó para el futuro. El de Rajoy tuvo mucha menor relevancia al consistir en la eliminación para un solo año de una paga extraordinaria y que además se devolvió en los ejercicios siguientes.

«El exceso de recaudación, no proviene de la buena marcha de la economía, sino de la desviación del incremento de precios »

Los recortes provenientes de la inflación están afectando también al resto de las partidas presupuestarias que no se hayan actualizado adecuadamente y cuyos importes, por tanto, se habrán minorado en términos constantes. De ahí el exceso de recaudación, que no proviene de la buena marcha de la economía, como se empeña en decirnos la ministra de Hacienda (ahora vicepresidenta primera), sino de la desviación del incremento de precios acaecido sobre el previsto.

La inversión pública se habrá reducido en términos reales. Eso explica, al menos parcialmente, las deficiencias en el tráfico ferroviario, que contrasta con la postura pródiga de continuar con la gratuidad del transporte público, señal bastante obvia del carácter populista de este Gobierno. El gratis total es una medida antieconómica que incita al consumo innecesario. 

Puestos a subvencionar precios (si se le puede llamar así) sería mucho más inteligente y social mantener el IVA reducido de la electricidad y del gas, y no incrementarlos, tal como el Gobierno va a hacer este año con efectos claramente inflacionarios. Me temo que detrás de estos planteamientos no se encuentran motivos económicos, ni mucho menos sociales, sino un acervado fundamentalismo ecologista que desde luego no va a salvar el planeta, pero sí agravará las condiciones económicas de muchas familias.

Los ajustes que está provocando la inflación no están afectando solamente a los presupuestos del Estado, sino también a la renta de los ciudadanos. El Gobierno de Sánchez está empeñado en trazar una diferencia entre la solución dada a la anterior crisis y la que, según dicen, están dando ellos a la presente. Lo cierto es que el deterioro económico en la población es posible que termine siendo incluso superior. 

«No deja de ser significativo que Hacienda se haya negado a que la revalorización del SMI se traslade a los contratos públicos»

La pérdida de poder adquisitivo de los salarios puede llegar a exceder a la que provocó la devaluación interna que fue preciso aplicar en 2011. La diferencia es que entonces el Gobierno tuvo que hacerlo directa y abiertamente, mientras que en este caso todo se oculta tras la inflación. No deja de ser significativo que Hacienda se haya negado a que la revalorización del salario mínimo interprofesional se traslade a los contratos públicos.

En la Unión Monetaria se está produciendo un fenómeno curioso: la atribución en exclusiva al BCE de la competencia en el control de la inflación, ignorando la responsabilidad que en esa tarea compete también a la política fiscal. Los gobiernos nacionales se desentienden y se dedican a hacer políticas populistas. Todos apuntan a proclamar su intención de tomar medidas para aliviar los efectos de la inflación, cuando su actuación tendría que dirigirse en primer término a eliminarla.

Abandonar esta tarea a la política monetaria retrasa su corrección y, además, los instrumentos con los que cuenta el BCE son mucho menos flexibles, e incluso más onerosos, que los de la política fiscal. El Gobierno español, por ejemplo, ha renunciado a toda planificación en esta materia, dejándose llevar por el puro populismo tanto en los ingresos como en el gasto.

Usa los impuestos en plan demagógico. Buena prueba la constituye la prórroga de los tributos sobre las eléctricas y sobre la banca. Curiosamente, parece ignorar que existe la libre circulación de capitales y que estamos en la Unión Monetaria. Nada impide que las nuevas inversiones se dirijan a otros países con sistemas fiscales más laxos.

«A pesar de las bravatas del Gobierno y tal como era previsible, el impuesto a la banca ya se está repercutiendo a los clientes»

En el caso de la banca el impuesto es tan progresista que lo ha copiado Meloni en Italia. Al menos en aquel  país pretenden gravar los supuestos beneficios extraordinarios, aunque al ser imposible identificarlos terminan haciendo una chapuza; chapuza que se agranda en el caso español al desechar considerar los beneficios y gravar los ingresos y las comisiones.

Es ya un hecho que, a pesar de las bravatas del Gobierno y tal como era previsible, el impuesto se está repercutiendo a los clientes. Calviño reprendía a los bancos españoles porque a diferencia de los extranjeros no transmitían el incremento de los tipos de interés al pasivo, cuando la principal razón radicaba precisamente en el impuesto, que tampoco tenían los otros bancos foráneos. Era evidente que la banca disponía de múltiples medios para trasladar el gravamen, pero sin duda el más sencillo era no aplicar la subida de tipos a los depósitos.

El populismo, haciéndose pasar por Robin Hood, pretende incidir sobre las grandes empresas. Es sumamente cómodo porque en el fondo son de todos y no son de nadie, pero ignora o quiere ignorar que en estas circunstancias internacionales son fácilmente deslocalizables o, al menos, tienen grandes posibilidades de eludir el impuesto.

«Sánchez ha pactado con Bildu una de las medidas más cínicas y regresivas: prohibir los desahucios de las familias vulnerables»

Si de verdad se quisiese aplicar una política progresista, se pondría el foco en las personas que están detrás de las sociedades: gestores y accionistas, sin tener por qué distinguir entre bancos, eléctricas o cualquier otro sector, considerando solo el monto de las ganancias de cada individuo. En estos años no he escuchado a nadie reclamar la modificación del régimen fiscal de las rentas de capital, eliminando la situación de privilegio y uniendo todos los ingresos del contribuyente, sea cual sea su origen, en una única base imponible y, por ende, en una tarifa.

Sánchez ha pactado con esa formación tan progresista que es Bildu incluir en ese escudo social una de las medidas más cínicas y regresivas: prohibir los desahucios de las familias denominadas vulnerables. Antes se las llamaba pobres. En esto como en otras muchas cosas parece que al cambiar el nombre se soluciona el problema. Cínica porque se hace a costa de los arrendadores, que en muchos casos pueden también ser vulnerables o casi, y no a costa del Estado, que es el que debería asumir dicho coste y distribuirlo después de forma progresiva entre todos los contribuyentes.

Regresiva porque incrementará el precio de los alquileres y nadie estará dispuesto a alquilar un piso a las familias que sean vulnerables o que exista el menor riesgo de que puedan serlo. Solo los picaros -de tanta tradición en este país- saldrán beneficiados. Así es el populismo. ¿Tierra firme? No. Tierra quemada.

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