THE OBJECTIVE
El buzón secreto

Philby, el espía borrachín, mujeriego y mentiroso que estuvo a punto de matar a Franco

El doble agente más famoso de la historia, maestro del engaño, habría cumplido 110 años a principios de 2022

Philby, el espía borrachín, mujeriego y mentiroso que estuvo a punto de matar a Franco

El espía Kim Philby.

Pudo cambiar la historia de España pero no se atrevió. Tuvo en sus manos segar la vida del general que mandaba las tropas que se alzaron contra la República, pero no había nacido para matar a nadie con sus propias manos y menos delante de unos guardianes que le habrían matado en ese mismo momento o posteriormente le habrían conducido esposado ante un pelotón de fusilamiento.

Harold Adrián Russell Philby, más conocido como Kim Philby, habría cumplido el 1 de enero 110 años. Han pasado 32 desde que le enterraron con todos los honores en Moscú, tras haber sido expuesto su ataúd durante un día en la Lubianka, la sede del servicio secreto ruso, entonces KGB.

El mejor espía del siglo XX

Unos le describen como el mejor espía del siglo XX, otros como un caso inigualable de traidor y a mí me gusta decir que es uno de mis espías favoritos, un caso único en la historia de las alcantarillas. Sus cualidades humanas no encajan ni por aproximación con las que debería tener un agente secreto, cada una pone en riesgo la indispensable seguridad del servicio de inteligencia.

Pertenecer a la clase alta era curiosamente una de las cualidades apreciadas para entrar en el espionaje inglés antes de la Segunda Guerra Mundial. Como si los ricos fueran más patriotas o leales. Si los candidatos habían estudiado en universidades elitistas como la de Cambridge también conseguías punto. Aceptaban sin problemas a los de ideología conservadora, incluso a los que estaban próximos al fascismo que despuntaba. Eso sí, de comunistas nada de nada.

Philby acabó sus estudios de Economía en Cambridge en 1932, teniendo a su favor todas esas características menos una: era comunista y mucha gente lo sabía. Decidió viajar por Europa para ver mundo y en Viena se metió en una red comunista donde conoció a una judía llamada Litzi, a la que sacó del país para que no la mataran y se la llevó a Londres.

Un comunista que no renunció a su posición social

La primera decisión más seria de su vida fue entrar a formar parte del espionaje ruso, convencido de que un antifascista como él podía servir a la causa más buena y justa del mundo. Lo hizo sin renunciar a su posición social y a todos los privilegios que ostentaba por pertenecer a la rica e influyente familia Philby.

De hecho, se enamoró perdidamente de Litzi, se casaron y no mucho después se cansó de ella y la abandonó. Actuaría de la misma manera con muchas otras mujeres, incluidas sus cuatro esposas. Romántico empedernido, se sentía atraído por las jóvenes y mayores, casadas y solteras, ricas y pobres. Le gustaban todas… hasta que dejaban de gustarle. Exceptuando a dos de ellas, ninguna mujer supo que llevaba una doble vida sirviendo a su país, Gran Bretaña, y al mismo tiempo al enemigo, la URSS. Las dos afortunadas eran dos comunistas extranjeras, Litzi –su primera esposa- y Rufina –la cuarta-.

Las mujeres fueron su principal vicio aunque empatado con el segundo: el alcohol. De joven disfrutaba el Dry Martini y el whisky de Malta. Buen conversador, escoltado siempre por un vaso lleno en la mano, el tiempo fue suprimiendo la capacidad de absorción de la esponja que tenía por estómago. Quedaron atrás las cogorzas puntuales de su juventud. Casi siempre acababa borracho perdido, con sus amigos llevándole en sus coches a casa o engañando a un taxista. Y, con frecuencia, después de haber dado la nota haciendo comentarios sobre los pechos de alguna mujer que casi siempre iba acompañada de un marido elegante, ambos pertenecientes a la aristocracia o el cuerpo diplomático.

El MI6 no puedo demostrar que era un topo

Digo que Philby es uno de mis espías favoritos porque no conozco otro que comprara un número tan elevado de papeletas para acabar su vida en el espionaje encerrado en una prisión de alta seguridad. Comunista ejerciente, liado con cualquier mujer que se dejara seducir y bebedor compulsivo, resulta absolutamente increíble que el MI6 fuera incapaz de demostrar durante los 25 años que trabajó para ellos, que era un topo del KGB. Y más aún, que cuando en 1963 tuvieron la certeza de que les había estado engañando, se les escurrió de las manos y huyó a refugiarse en Moscú. La realidad, no me cabe duda, fue que le dejaron escapar para evitar el escándalo que habría acarreado un juicio a un impostor que hizo incontables servicios a la URSS.

Resaltar su audacia para robar información y manipular a sus jefes del servicio secreto británico es algo lógico. Pero decir que no siempre fue tan audaz puede ser sorprendente, aunque comprensible. Aquí aparece el hombre perteneciente a la casta inglesa, maestro de la simulación en la parte oculta de su vida, pero que no engañaba a nadie cuando disfrutaba como un loco en los clubes privados o jugando al criquet. Ese hombre que para robar información se colocaba guantes blancos, pero que no estaba dispuesto a mancharse las manos con sangre –que otros lo hicieran con su información, sí-.

Pudo matar a Franco

En 1937, aterrizó en la Guerra Civil española en su nueva faceta como periodista. Formaba parte del blanqueamiento de su personalidad. Los que le conocían sabían que era comunista y su controlador del KGB le aconsejó convertirse en fascista, de esa forma más adelante le aceptarían en el servicio secreto inglés. Su padre asistió encantado al increíble cambio ideológico de su hijo y le recomendó a su amigo, el duque de Alba, para que le consiguiera una acreditación en el bando nacional.

En su nuevo papel de simpatizante fascista sedujo en España a la aristócrata Frances Lindsay Hogg, que le introdujo en el mundo de los militares y civiles que apoyaban a Franco. Gracias a ello, acudió con otros periodistas extranjeros para informar sobre la batalla de Teruel y una granada procedente del material entregado por la URSS cayó sobre el coche en el que viajaba matando a sus compañeros, pero no a él. Eso le convirtió en héroe para los nacionales, que decidieron condecorarle con la Cruz de la Orden del Mérito Militar. Y, para hacer propaganda, decidieron que se la colocara el general Franco en persona.

Ese momento, a centímetros de Franco, sin nadie entre ellos, debería haberlo aprovechado para cumplir el encargo que le había hecho el espionaje ruso: si tenía la posibilidad, matar a Franco. Si hubiera sido un yihadista, se habría inmolado. Pero no lo era. Más aún, era el hombre al que le gustaba la buena vida, el whisky y las mujeres. El no asesinato le permitió desarrollar una vida de espía que demuestra patentemente que el servicio de seguridad del MI5 y el MI6 era el peor del mundo en aquellos años. Philby fue un gran agente doble, pero tuvo la suerte de cara: disfrutó de la vida a tope y nadie hurgó convenientemente en ella. Y los que hurgaron fueron malísimos. Lo dicho, uno de mis espías favoritos.

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