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HISTORIAS DE LA HISTORIA

Sinsabores de las princesas de Asturias 

Leonor, princesa de Asturias, podría tener problemas por culpa de la Ley Trans

Sinsabores de las princesas de Asturias 

La Princesa de Asturias, Leonor de Borbón; la Reina Letizia; y la infanta Doña Sofía. | EP.

Si la Ley Trans de Podemos entrase en vigor, a la infanta Sofía le bastaría declararse hombre para substituir a su hermana Leonor como heredera del trono. Y es que según la Constitución vigente, el varón tiene preferencia sobre las hembras en la sucesión de la corona, por eso es rey Felipe VI y no su hermana mayor, la infanta Elena.

El derecho sucesorio de las mujeres en la monarquía española no ha alcanzado todavía su pleno desarrollo. Ha tenido una historia difícil, tres guerras civiles, las Guerras Carlistas, ensangrentaron el siglo XIX para que una mujer pudiese reinar en España. Sin embargo tradicionalmente las mujeres subían al trono como titulares en la Historia de España.

Isabel la Católica, precisamente la que se puede considerar primer monarca de España, fue «reina propietaria» de Castilla, primero en solitario y luego con Fernando el Católico como rey consorte. También fue «reina propietaria» su hija Juana I, a la que un triste destino ha apodado Juana la Loca.

Fue la llegada de la dinastía borbónica procedente de Francia la que trajo la Ley Sálica que impedía reinar a las mujeres, implantada por Felipe V, el primer Borbón. Su nieto Carlos IV hizo aprobar por las Cortes la Pragmática Sanción de 1789, que derogaba la Ley Sálica, sin embargo acababa de estallar la Revolución Francesa, había una preocupante inestabilidad en Europa, y Carlos IV no se atrevió a hacer pública una ley que introducía tan grande cambio. Su sucesor Fernando VII, que no tenía más que dos hijas, invocó aquella ley no publicada para declarar heredera a la mayor, que reinaría como Isabel II, desatando la rebelión carlista.

«Si la Ley Trans de Podemos entrase en vigor, a la infanta Sofía le bastaría declararse hombre para substituir a su hermana Leonor como heredera del trono»

Durante el reinado de Isabel II comenzaron los casos de trato discriminatorio a princesas de Asturias. Tras dos partos frustrados en los que murieron dos niños varones, Isabel II consiguió tener un bebé que sobrevivió a la infancia e incluso llegó a los 80 años, pero por desgracia no era niño, sino niña, a la que bautizaron con el nombre de Isabel, aunque sería conocida popularmente como ‘la Chata’. Cuando tenía un año su madre la nombró princesa de Asturias por real decreto. Pero cuando tenía seis Isabel II consiguió, por fin, alumbrar un hijo varón que sobrevivió a la primera infancia, Alfonso.

Aunque existía el convencimiento de que ese niño era fruto de los amores adúlteros de Isabel II con un apuesto capitán llamado Enrique Puigmoltó, hubo un estallido de alegría, porque un heredero varón alejaba la posibilidad de otra Guerra Carlista. La noticia se conoció en Madrid en la noche del 28 de noviembre de 1857, cuando sonaron las 21 salvas de artillería que anunciaban el nacimiento de un varón en palacio. En los teatros se interrumpieron las funciones mientras se tocaba la Marcha Real y la gente se echó a la calle, gritando sin remilgos «¡Viva el Puigmoltejo!», en alusión a su padre natural. Alfonso tendría que soportar ese apodo durante toda su infancia, como una señal de bastardía, pero a nadie le importaba. Fue inmediatamente proclamado príncipe de Asturias, y su hermana la Chata volvió a ser una simple infanta.

Princesas de quitan y pon

La Historia da muchas vueltas. Isabel II, nefasta como jefa del estado, pagó sus culpas políticas en 1868, cuando la Revolución Gloriosa la destronó y la expulsó de España con su familia. Pero siete años después, tras sucesivos cambios de régimen, para poner fin a la inestabilidad política se produjo la Restauración de la monarquía, y el príncipe Alfonso, de 18 años, fue proclamado rey de España por la Cortes. ¡Y la Chata volvió a ser princesa de Asturias!

Pero era un honor que no llevaba a ninguna parte. Alfonso XII se casó, como era obligado. Dos veces, porque el primer matrimonio duró sólo unos meses y la reina murió sin descendencia. Pero con su segunda esposa, María Cristina de Habsburgo, tuvo una hija en 1880, María de la Mercedes, que naturalmente fue proclamada princesa de Asturias. Y la Chata volvió a perder la esperanza de reinar por segunda y definitiva vez en su vida.

Lo que le pasó a María de las Mercedes fue aún peor que lo de su tía la Chata. El 25 de noviembre de 1885 Alfonso XII falleció de tuberculosis con sólo 27 años. La princesa de Asturias debería haber sido proclamada reina de España inmediatamente, pero la viuda de Alfonso XII estaba embarazada de tres meses. ¿Y si nacía un varón? En la época de la Restauración, que trajo una situación de paz en el último cuarto del siglo XIX, había dos «partidos del sistema», el Liberal y el Conservador (equivalentes al PSOE y PP de la Transición), que se turnaban deportivamente en el gobierno. Ambos aceptaron una situación de vacío de poder, esperar a ver qué nacía para decir quién reinaría, si la niña de cinco años que ostentaba el título de princesa de Asturias, o el recién nacido caso de ser varón.

Para cubrir ese «trono vacante», la viuda de Alfonso XII sería proclamada reina regente. Pero era obligado que doña María Cristina jurase formalmente lealtad a la Constitución y al monarca que representaba, que no se sabía quién era. El 30 de diciembre de ese año, en sesión extraordinaria de la Cortes Españolas, la embarazada reina regente, acompañada de la princesa de Asturias y de su hija pequeña, la infanta María Teresa, todas de riguroso luto, colocó su mano sobre los evangelios que sostenía el presidente del Congreso Cánovas del Castillo, el gran estadista que había inventado la Restauración, y recitó:

«Juro por Dios y por los Santos Evangelios ser fiel al heredero de la Corona en la menor edad, y guardar la Constitución y las leyes». Era la fórmula que se había arbitrado para la situación, «el heredero de la Corona», fuese quien fuera.

En la primavera siguiente, el 17 de mayo a las dos de la madrugada, avisaron al presidente del gobierno, el liberal Sagasta, que habían comenzado los dolores del parto de la reina. Inmediatamente acudió al Palacio Real, que se llenó de cortesanos, políticos, clérigos, dignatarios y diplomáticos como si fuera pleno día. El alumbramiento fue largo, pero a las 12 y media de la mañana sonó el primer cañonazo que anunciaba un nacimiento real. El pueblo de Madrid se apiñaba en la Plaza de Oriente e iba contando el número de estampidos. Si naciera una niña serían 14, si un niño 21.

Cuando sonó el cañonazo número 15 hubo un estallido de euforia, todo el mundo celebraba el nacimiento de un niño que, en realidad, estaba ocupando el trono desde seis meses antes de venir al mundo. Fue un caso rarísimo en la Historia, Alfonso XIII nació siendo ya rey… y María de las Mercedes volvió a ser princesa de Asturias, aunque esta vez no como heredera de su padre, sino de su hermano pequeño.

Su vida tuvo pocas alegrías. Según se iba haciendo mayor María Mercedes iría comprendiendo el desprecio a que había sido sometida a los cinco años, la falta de valoración que había sufrido tanto de la clase política como del pueblo. Quizá por eso fue una princesa triste, que murió al dar a luz su tercer hijo cuando solamente tenía 24 años recién cumplidos. Esa muerte prematura le ahorró, en todo caso, una nueva frustración, porque tres años después habría perdido el título de princesa de Asturias al tener su hermano Alfonso XIII su primer hijo. 

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