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España blinda sus costas desde el aire con nuevos helicópteros y aviones

La Armada, y por ende todos los ejércitos, se encuentra en un cruce de caminos ante la robotización de la guerra

España blinda sus costas desde el aire con nuevos helicópteros y aviones

El helicóptero Seahawk MH-60R. | US Navy

Hay dinero. O eso es lo que parece, al menos para los ocho helicópteros Seahawk MH-60R que el gobierno de Pedro Sánchez acaba de encargar a Lockheed Martin. Es una de las diversas, y muy esperadas, renovaciones en varios brazos del ejército. 

Una de esas extremidades, y muy importante, es la que maneja el poder militar aéreo que defienda los 7.661 kilómetros de costas que posee el territorio español. Es la cifra que sale de sumar las aguas peninsulares, Baleares, Canarias, Ceuta y Melilla. Y para controlar todo ese espacio, la Armada tiene un plan en el que el arma aérea es fundamental. Los aviones de vigilancia y helicópteros con funciones de lucha antisubmarina vienen de camino. Las otras dos patas aéreas, drones aún por determinar y el muy deseado F-35B de despegue vertical, acabarán formando en conjunto de su musculatura en el aire. 

La Armada se va de compras

Poco antes del verano, el Consejo de Ministros aprobó la adquisición de dieciséis aeronaves para patrulla y vigilancia marítima. Los P-3 Orión y los Airbus CN235 han sido dados de baja o están acabando su vida útil, y España se había quedado sin una fuerza aérea de vigilancia y rescate. Los dieciséis C295W encargados a Airbus a cambio de 1.730 millones de euros, pagaderos en nueve anualidades, pondrán ojos en el aire en funciones que los drones no pueden —de momento— realizar. No todos serán iguales; seis de ellos cumplirán los requisitos de la tipología MPA (Aeronave de Patrulla Marítima) y los otros diez responderán a la llamada VIGMA, (Vigilancia Marítima) con capacidades SAR (Búsqueda y Rescate).

Airbus C295W

La otra opción, mejor en algunos aspectos, era el Boeing P-8, una derivación militarizada del 737 civil. Al adquirir un producto nacional —se fabrica en Sevilla—, y dotado de muchas soluciones desarrolladas por empresas como Indra, Saes, Tecnobit, Sainsel, o europeas como Thales España, se revitaliza la industria, se refuerza un buen producto de mucha salida en la exportación y con un consistente ahorro. Por otra parte, el P-8 es más rápido, tiene una mayor autonomía y podría salir de un escenario hostil más rápidamente, pero aunque hay mucha costa a controlar, las dos zonas sensibles, no son muy grandes. 

El mar de Alborán, la zona del Estrecho, y el entorno de Canarias, es un espacio reducido y entre esa flota y una buena dotación de sonoboyas, lanzadas y gestionadas desde los aparatos, ofrecerían un control más que suficiente para buques de superficie y submarinos hostiles. Los ejércitos no solo están para atacar o repeler ataques, sino para denegar el acceso al espacio. Este control debería estar advirtiendo a posibles amenazas de sus limitaciones. Nadie piensa que el peligro llegue por las costas del norte, sino por el sur, y en torno a sus características se configuran las necesidades.

El halcón del mar

En Airbus puede que no haya hecho gracia que la Armada no haya elegido la versión naval del NH90, un aparato extraordinario que se ha ganado una terrible mala fama. Noruegos y australianos los han devuelto a su fabricante o están en ese proceso, los holandeses andan quejosos, y los italianos tienen muchos problemas de operatividad. Sin embargo, los que ya tiene España no solo están dando un excelente resultado, sino que poseen uno de los índices de operatividad más altos de todos. Según Juan Luís Chulilla, analista militar, el aparato es tan complejo que requiere de mucho mantenimiento, que al tiempo es costoso. Muchos ejércitos han subcontratado estos servicios, como Italia, y el NH90 ha acabado cargando con el muerto de otro. 

El director de Red Team Shield, una empresa que ofrece servicios y formación de defensa contra drones, cree que el NH90 naval es más avanzado, mucho más moderno y posee características más modernas que el Seahawk. El problema es que a diferencia de las unidades usadas por el Ejército de Tierra y el Aire, la versión naval no está del todo desarrollada. La Armada ha tirado por la vía rápida al solicitar el muy conocido y probado Sikorsky MH-60R Seahawk, del que opera una veintena desde 1988. Desde esa fecha posee una docena de la versión SH-60B, y otros ocho de la SH-60F, más modernos y comprados de segunda mano al ejército estadounidense. Los nuevos, diseñados, construidos e integrados con sistemas y sensores para la guerra antisubmarina y antisuperficie de última generación, desplazarán a los primeros, más antiguos y cercanos al fin de su ciclo vital. Es muy conocido, fiable, barato, ya desarrollado, y está muy probado por el espejo en el que se mira el ejército español, el estadounidense. Los yanquis no quieren otro más que ese; por algo será. 

Sikorsky Seahawk MH-60R. | Wikimedia Commons

Las guerras del futuro

Según Chulilla, estamos en un momento de transición tecnológica a no más de tres o cuatro años vista. La industria está acelerando, y a modo de ejemplo explica que van a llegar drones de carga que vuelan prácticamente solos, y liberarán a los helicópteros de ciertas tareas. Se cree que serán muy baratos, sin apenas mantenimiento, con costes operativos muy bajos, sin certificación de pilotos, motores muy sencillos y una serie de ventajas extra. Es una muestra de lo que viene de camino, y se hace extensivo a otras plataformas que están evolucionando de forma muy rápida. Opina que la Armada, y por ende todos los ejércitos, se encuentra en un cruce de caminos ante la más que evidente robotización de la guerra, con sistemas autónomos, drones, o Inteligencia Artificial. Todo lo actual se volverá muy obsoleto de aquí a muy pocos años, y hay que gastar con mucho cuidado, ahorrando para lo venidero. Y en lo venidero, en términos de sistemas de armas aéreas aplicado a lo naval, faltan dos piezas clave: los drones y el sustituto de los Harrier. 

En cuanto a los drones, la Armada se maneja con los algo obsoletos Scan Eagle, que tendrán que ser desplazados por productos más avanzados. Pero la clave de todo, el eje sobre el que La Marina quiere hacer rotar todas sus acciones, es el muy deseado caza Lockheed Martin F-35B de despegue vertical. Los Harrier que compramos a los americanos, ya de segunda mano, están llegando al límite de sus posibilidades y el F-35B es el único aparato de ala fija que puede sustituirlo. La aeronave es la llamada a ser lo más avanzado y lo mejor durante las dos próximas décadas, imbatible en tecnología y posibilidades, pero cuesta una locura comprarlo, y dos locuras mantenerlo. Sin embargo, la Armada está embizcada con el aparato furtivo de moda, y que de momento nadie tiene en los alrededores, solo Italia. Marruecos los tiene en su agenda, aunque sin capacidades navales. 

El flanco sur de Europa requiere de una fuerza musculada y fibrosa. El F-35B puede ser la punta de lanza de la Armada en una zona sensible, pero no es más que otra herramienta de varias. Si en el agua llegarán las fragatas F-110 y los submarinos de la serie S-80+, en el aire ya hay dos pilares con los C295W y los Seahawk. Aviones no tripulados, drones de carga automatizados y cazas furtivos de despegue vertical vienen de camino, o al menos la Armada sueña con ellos. De momento hay dinero, más adelante igual no, así que hay que gastarlo mirando hacia el futuro, y parece claro hacia donde se dirige.

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