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Lo Indefendible

Por qué se puede decir que España se rompe

«La experiencia nos enseña que, si en el sanchismo dicen que no pasa nada, es que existen motivos para alarmarse»

Por qué se puede decir que España se rompe

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. | Ilustración (Alejandra Svriz)

A los que decimos que España se rompe andan poniéndonos un gorro de papel de plata con forma de embudo y nos tratan de loquitos. Aquí el sanchismo aplica una literalidad que no encuentra necesaria en otros campos. Porque, si los independentistas dicen que lo volverán a hacer o desde Bildu se homenajea a los gudaris, pues estamos ante un uso generoso del lenguaje, una forma de hablar que en ningún momento debería tomarse al pie de la letra y que no corrompe las cosas reales. Si, en cambio, a alguien se le ocurre decir que España se rompe, se ríen de él, se guiñan los ojos unos a otros mientras disimuladamente se golpean con el índice la sien y le preguntan que si España lleva tantos años rompiéndose, dónde está la brecha o a ver por qué Albacete no tiene todavía playa con chiringuitos y bandera azul. 

La amnistía, qué bobada. Decir elles, preocuparse por la vida de les gallines, reclamar la presencia en los repartos de las películas de actores racializados e instalar pinganillos para que se pueda hablar en aranés en el Congreso conforman gestos de suma trascendencia pues en ellos sí que funciona lo performativo. Pintar unos semáforos de colores o ponerse un pin en la solapa tienen efectos determinantes sobre la sociedad y hacen del mundo un lugar mejor. En cambio, el hecho de que Puigdemont entre o no en prisión no debería parecernos relevante. En el fondo, a usted y a mí ¿en qué nos afecta? Aquí nos vemos invitados a entender que es fundamental comprender la dimensión del acto de súplica de perdón por la dominación blanca en el que una señora rubia de Nueva York se postra a besar los pies de un rapero del Bronx, pero la amnistía, los indultos, los homenajes a los etarras y en general todas las veces en que se subyugan las instituciones y los poderes a los intereses del Gobierno, son eso, una bobada, chico, hay que ver cómo te pones, deja el Twitter (X) y disfruta de la vida y de las cosas importantes. Los fascistas, ya se sabe, están todo el día enfadados. En realidad, en una democracia, o todo es importante o no lo es nada. Que nada nos importe es la muestra verdadera de la rotura de España.

«Donde ayer no cabía una mesa porque suponía aceptar el conflicto con Cataluña, hoy cabe la amnistía, los indultos y cabrá el referéndum»

Últimamente, la frontera de lo que es importante se mueve bastante. El debate que ahora se quiere plantear sobre si se puede decir que España se rompe compone una representación sobre el límite de lo aceptable y virtuoso que en el sanchismo se expande hasta el infinito como los confines del Universo. Donde ayer no cabía una mesa con relator porque suponía aceptar la dialéctica del conflicto con Cataluña, hoy cabe la amnistía, los indultos y cabrá el referéndum de autodeterminación si a Sánchez le conviene. Donde no había espacio para un pacto con Podemos ahora hay un pacto con Bildu, un escenario, parking de autobuses, fanzone y foodtrucks.

Tendría que relajarme, me aconsejan. Al fin y al cabo, estos pensamientos de uno deben de ser las típicas manías de viejo facha. No se trata solamente de entender que nada de esto debería importarme, sino que todas estas cuestiones hasta ayer intolerables se celebran como victorias de no sé qué espíritu democrático y se supone que deberíamos pegar unas ovaciones ante la aceptación de lo que todos hemos considerado como las mayores calamidades. Cuanto más me intentan tranquilizar, más me preocupo. La experiencia nos enseña que, si en el sanchismo dicen que no pasa nada, es que existen serios motivos para alarmarse.

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