«Echo de menos la época en que los usureros tenían la piel cerúlea y una apariencia mefistofélica y los curas amenazaban con el infierno»
«Lo que hoy somos y lo que vayamos a ser en el futuro no depende de la carga invisible de un pasado que nos condicione y ante el que no cabe más respuesta que la resignación»
«Esa izquierda doliente, permanentemente enamorada de las luchas legendarias del pasado y de un futuro cada vez más distópico que utópico, entrega el presente a un neoliberalismo cada vez más envalentonado»
La vida no es de ninguna manera si nos atrevemos a corregir su curso y su discurrir con incisos y abreviaturas, pronombres y delicadeza
Creo que el momento de mi vida en que más me ha alegrado no ser “de izquierdas” se dio hace un par de años. Fue mientras visitaba un majestuoso palacio, el de los Golfines de Abajo, en una de las ciudades acaso más hermosas de la Tierra, Cáceres.
“El que ve el pasado como algo sin sorpresas está condenado a tener un futuro lleno de sorpresas”. La frase es del psicólogo israelí Amos Tversky. Junto a Daniel Kahneman, este estudioso nos ayudó a comprender mejor los sesgos coginitivos del pensamiento. Todos somos propensos a caer en este tipo de trampas. Y es que sobreestimamos nuestra propia capacidad para interpretar la realidad. Entre otras muchas cuestiones, las investigaciones de estos dos sabios nos mostraron que los analistas, ya sean estos historiadores, politólogos o comentaristas deportivos, suelen tomar los datos que encajan mejor en el relato que quieren contar para dar consistencia al mismo.
Hubo un tiempo en el que el foco del interés público se puso en las opiniones de los economistas. Y éstos, a su vez, fueron sustituidos por los politólogos unos años después. Ahora parece que ha llegado el momento de los historiadores.
scuchamos con frecuencia que estos cuarenta años de democracia de la transición para acá han sido los mejores de la Historia de España. Es una frase hecha y hecha con buenos propósitos, para responder a los que quieren cargarse la constitución y la transición. Pero el infierno está alicatado hasta el techo de las mejores intenciones.
La película de Robert Zemeckis Regreso al futuro partía de una fantasía comprensible: todos queremos saber cómo eran nuestros padres antes de nosotros, incluso estaríamos dispuestos a viajar al pasado siempre y cuando tuviéramos la vuelta al presente asegurada.