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Cultura

Amaia Montero: "No sabes la que te cae si engordas. Es como un sacrilegio"

Amaia Montero (Irún, 1976) fue la voz de La Oreja de Van Gogh, uno de los grupos españoles más exitosos. Este año presenta su cuarto disco en solitario: Nacidos para creer.

Amaia Montero: «No sabes la que te cae si engordas. Es como un sacrilegio»

Amaia Montero (Irún, 1976) es la voz que llenó cientos de rincones de mi infancia. Ella y La Oreja de Van Gogh impregnaron tediosos viajes en coche, días interminables con mi madre, libros y cuentos, toda esa agradable rutina en la que te mece la vida cuando tienes 10 años.

Detrás del tiempo me instalé. Ya ves, ni me quejo ni me quejaré. Mi ser, mis recuerdos y alguna canción son hoy mi premio de consolación.

Como dijo el músico venezolano César Miguel Rondón “la música es ese espacio donde uno no envejece”. Y ahí entre los acordes de El viaje de Copperpot, París o Guapa no hay ansiedad ni ansiolíticos, no se publican los artículos dañinos, ni se han celebrado los peores conciertos. Ahí Amaia Montero es solo Amaia. Ahí solo queda esa voz que hizo llorar a mares con Rosas y cuyo eco todavía resuena cuando alguien entona Puedes contar conmigo.

Ahora la artista tiene nuevo disco, Nacidos para creer, su cuarto álbum en solitario y del que está «especialmente orgullosa». «Cada disco es la revelación de una etapa. No es lo mismo tener 30 que 40: cuentas cosas diferentes y de distinta manera. Además, todo el mundo me está diciendo ‘es tu mejor disco’ y ya me lo empiezo a creer», nos dice entre sofás de cuero en un bar de Malasaña.

Han sido 20 años de carrera, ¿algún recuerdo que te guardes como un tesoro?

La verdad es que he tenido una vida emocionante. Empecé muy jovencita con La Oreja: los ensayos en un garaje, en un local horrible… Estábamos en la universidad, faltábamos a clase todos los días. Y, de repente, nos cambió la vida. Además, no era algo que tuviéramos como objetivo, qué va, a esa edad pues nos gustaba la música y ya está. Yo creo que estaba en el destino. Tenía 20 años, perdí el anonimato, dimos conciertos para miles de personas, vendimos millones de discos, viajamos por todo el mundo. Es como si hubiera vivido siete vidas, la verdad, en una. Aprendes muchas cosas de eso, pero también te pierdes la vida normal. Yo no he tenido una juventud ni una vida normal.

 

 

La Oreja de Van Gogh después de una entrevista en Nueva York en 2006. | Foto: AP | Bebeto Matthews

¿Piensas alguna vez en cómo hubiera sido tu vida si nunca hubieras ido a ese garaje a componer canciones?

Pues no tengo ni idea. Yo estaba estudiando Ciencias Químicas, los demás estudiaban Empresariales y Derecho. ¿Crees que pensábamos esto? Hay un momento muy gracioso que estábamos en un avión un martes por la mañana y nos tocó a Álvaro y a mí juntos y nos miramos y me dice: ‘¿Qué hacemos aquí? Si hace unos meses estábamos en la universidad’. Fue como un golpe fuerte. Fue una etapa muy bonita. Nos queríamos mucho y nos protegíamos mucho los unos a los otros. Crecimos juntos, cuando uno se caía otro iba a levantarle.

¿Cómo surge entonces emprender una carrera en solitario?

Yo creo que todas las relaciones evolucionan y que hay puntos de inflexión, y yo en ese momento quise indagar en ese camino. Me siento muy afortunada porque he vivido lo mejor de las dos partes. En mi etapa en solitario he aprendido y disfrutado mucho, aunque es mucho más dura, porque todo recae en ti. Sola aprendes a toda velocidad, porque tienes que resolver todo y tirar para delante. Y también he vivido lo mejor de estar en grupo, las entrevistas, la promo… yo me moría de la risa, eso era mucho mejor en grupo, cuando uno no tenía el día, salía el otro respondiendo, teníamos hasta las preguntas asignadas.

 

 

¿A quién le comunicas en primer lugar la decisión de dejar La Oreja?

A mi familia.

¿Y del grupo?

Fue más o menos a la vez.

¿Cómo reaccionaron?

No me gusta hablar de eso. Sobre todo porque una ruptura, pese a lo bien que se haga, nunca es agradable. En ningún caso. Ellos lo pasaron mal y yo lo pasé mal también. Ambas partes lo pasamos mal. No porque uno tome la decisión quiere decir que no lo pasé mal. Fue un momento delicado para todos, los primeros años estuvimos menos conectados, pero cuando has vivido algo tan único como la historia de La Oreja de Van Gogh es imposible no quererte para el resto de tus días. Siguen siendo mis cuatro ángeles y siempre lo serán. Tenemos una relación fantástica. A ellos les va muy bien, yo estoy muy contenta con mi carrera y todos estamos felices. Y eso es lo único que me importa. No es que no lo quiera contar, es que yo creo que hay cosas que pertenecen a mi vida privada. Ni ellos han hablado nunca, ni yo tampoco. Siempre fuimos muy discretos y yo quiero que siga siendo así. Fue algo doloroso para todos, pero lo importante es como estamos ahora y todo lo que vivimos, que jamás se borrará.

 

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Amaia Montero en un concierto de La Oreja de Van Gogh en Chile en 2005. | Foto: AP Photo/STR

 

Volvemos al presente y a este local de Malasaña con los cristales pintados y tintados donde Amaia lleva toda la mañana de promo. Una entrevista tras otra. Ella sonríe igual, pregunta si le da tiempo a echarse un cigarrillo y hace bromas mientras el maquillador la retoca para el vídeo. Prefiere pintarse ella los labios. «Estoy en una etapa muy buena de mi vida», asegura. Hablamos sobre Nacidos para creer, el nuevo single que da título al disco. La letra, toda una declaración de intenciones.

Hay quien encuentra raro que a los 40 no esté casada. Pocos me han desnudado, muchos me hacen la cama. Otros juran que bebo y que en persona no valgo nada. Que hace dos o tres tallas que no entro en mis vaqueros. Y a veces me dan ganas de volverme y decir. Si tú no sabes nada de mí, ni dónde, ni con quién, ni cuándo. Si cuelgo a Dios o al diablo en la pared. A qué me atreví, lo que nunca haré. ¿A cuánto vendes tú la verdad? ¿Quién te dio vela en este entierro?

¿Te has sentido juzgada en este tiempo?

Sí… desde luego (se ríe). Al final, con tanta opinión sobre nosotros ,nos vamos como encarcelando, nos vamos como arrinconando y al final uno se ve ahí y dice: ‘¿Pero yo realmente qué he hecho?’.

¿Cómo haces para gestionar la presión mediática, tantos focos?

Pues depende. Ahora ya los gestiono mejor. Aunque uno de los episodios más recientes ha sido el que más sorpresa me ha causado [se refiere a la polémica sobre su supuesto cambio de rostro]. Si yo no hubiera sufrido por todos esos episodios que he tenido, si no me hubieran afectado, no hubiera hablado de ellos. No lo hubiera puesto tan clarito como lo he dejado en esta canción. Aunque con los años y el tiempo aprendes. Esta canción es un ajuste de cuentas en dos direcciones: hacia los de a cuánto vendes tú la verdad y también hacia los que siempre están contigo, los tuyos. Entonces a mí me gusta más la parte del homenaje a los de verdad, a los que te quieren.

Hay una parte de la canción de Nacidos para creer en la que haces referencia a cómo la gente opina sobre tu aspecto físico. ¿Cómo ves esa mirada permanente con la que se juzga el cuerpo de las mujeres?

Un rollo. Sobre todo un rollo. Porque yo creo que cada uno puede estar como le de la gana y hacer lo que le de la gana. Además yo nunca lo he escondido, yo llevo 20 años en el mundo de la música, me conocéis desde que tengo 19 años, entonces he tenido etapas que he estado más gordita y etapas que he estado más delgada: ¿por qué? Porque me ha dado la gana. Pero es tremendo… bua… no se puede engordar. No veas la que te cae si engordas, es tremendo. Engordar es casi un sacrilegio.

¿Cuánto cuesta aprender a decir que mi cuerpo es mío y hago con él lo que me de la gana?

Yo no digo que no haya dolido, de hecho esa es otra de las cosas que reivindico en la canción. Aprender a gestionarlo, bueno, pues cada uno le da la importancia que considera. Pero sí que hay un punto que me parece peligroso. Yo he sido adolescente y es una edad complicada, y todo el rato estamos vendiendo que ser gordo es lo peor del mundo y que valemos en tanto estamos más delgados o no, es algo muy peligroso. Porque hay enfermedades que causan la muerte, es una manera de ir muriendo, porque la anorexia y la bulimia son enfermedades que destrozan personas y a familias.

¿Qué valores te gustaría haber dejado a las generaciones que te vieron como un referente?

Los mensajes de la música. La naturalidad de que por más que duelan las críticas, al final yo sigo.

 

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Amaia Montero en México en 2009. | Foto: AP Photo/Claudio Cruz
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