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Cultura

Gueorgui Gospodínov, premio Booker 2023: «Si no hay memoria, todo está permitido»

THE OBJECTIVE habla con el escritor búlgaro, cuya obra está traducida al castellano, sobre el pasado y el futuro, la guerra y la memoria individual y colectiva

Gueorgui Gospodínov, premio Booker 2023: «Si no hay memoria, todo está permitido»

Gueorgui Gospodínov. | Preslava Boneva

En la noche del 23 de mayo, en vísperas del Día del Abecedario Eslavo –creado en el Primer Imperio búlgaro por los santos hermanos Cirilo y Metodio–, de la Enseñanza y de la Cultura Búlgaras (no hay nada de casualidad), el escritor Gueorgui Gospodínov (Yambol, Bulgaria, 1968) se convertía en el primer búlgaro en conseguir el premio Booker con su novela Las tempestálidas (Time Shelter en inglés). «Mañana es el día más importante de Bulgaria, mi fiesta nacional preferida: el día de nuestro abecedario. Es maravilloso cuando celebramos las letras y la lengua. ¡Feliz milagro del lenguaje!», dijo Gospodínov en su discurso de agradecimiento tras recibir el premio.

Gueorgui Gospodínov es el autor búlgaro más traducido de su país, sus libros han viajado hasta más de 20 idiomas. La novela premiada, traducida como Las tempestálidas (realmente significa «Refugio del tiempo») –ganadora también del Premio Strega Europeo– se publicó en enero de 2023 en español por la editorial Fulgencio Pimentel, que ya había seguido de cerca la exitosa carrera del escritor y cuenta con dos novelas más suyas en su catálogo: Física de la tristeza (2018) y Novela natural (2020).

Portada del libro en español

Las tempestálidas trata de un centro de tratamiento del Alzheimer, que crea un entorno inspirado en tiempos pretéritos para ayudar a los pacientes que han olvidado parte de su pasado. Con el tiempo acaba convirtiéndose en un refugio para individuos sanos y cansados de la vida moderna. Las personas quieren volver a sus años más felices o crearse una realidad completamente nueva, incluso en épocas en las que aún no existían. De esta manera, Gospodínov se reúne con los lectores y les pregunta cuándo y por qué volverían atrás. Entonces las cosas se intensifican hasta llegar a las naciones y a la memoria colectiva. Sucede que los años 30 son buenos para una nación, los años 20 para otra, hasta llegar a formular referéndums para que estas elijan la década en la que quieren quedarse a vivir. Y tras la guerra en Ucrania, el escritor empezó a preguntarse cuál sería la época, en la que Rusia querría volver. Y anunció a The Guardian que antes había dudado de cuál era, pero luego se convenció de que en realidad se trataba de los temidos años de la Segunda Guerra Mundial.

El escritor ha presentado su libro en la Feria del Libro de Madrid este domingo y THE OBJECTIVE ha conversado con él sobre la memoria y el pasado, que indudablemente son temas que le obsesionan y en los que lleva trabajando alrededor de 30 años. Un autor con voz propia, con un mundo profundo y con la capacidad de transmitir historia no contadas, en sus palabras, «historias de los vencidos».   

PREGUNTA.- Usted es el primer búlgaro que gana el premio Booker. Por lo tanto, el premio contribuirá a un mayor reconocimiento de la literatura búlgara en todo el mundo. ¿Qué significa este premio para usted personalmente y para la literatura de su país?

RESPUESTA.- En realidad, este es el primer libro búlgaro que opta al premio. Este galardón es uno de los más importantes en la literatura. Se concede en Londres, un lugar donde es muy difícil abrirse camino con la literatura. Por mi parte, estoy muy contento de que este premio vaya, en este caso, a un país, a una región como la nuestra, cuyas voces no están muy representadas ante el público inglés. Y por eso, primero está la satisfacción y la emoción de que este libro sea apreciado. La forma en que está hecho, el estilo, los temas que trata… Todo eso lo ha dicho el jurado. ¿Sabe por qué es importante este premio? Porque el mero hecho de estar nominado ya es un gran honor. Ha habido escritores nominados de los que he aprendido mucho, como Milan Kundera o Gabriel García Márquez. No ganaron el premio, pero estaban nominados. Eso es importante recordarlo.

Portada del libro de la traducción en inglés, con la que gana el Premio Booker Internacional 2023

P.- Creció en la época del socialismo. ¿Qué siente cuando vuelve a aquella época?

R.- Lo más importante para mí es poder contar ese pasado vivido. Creo que el pasado se domestica una vez que lo cuentas. En Bulgaria no hablamos de ese pasado durante mucho tiempo y eso fue un problema. Por eso mis libros siempre descienden al pasado. Porque si no lo hablas, el pasado sigue influyendo en el presente. Eso es lo peligroso. Por eso en todas mis novelas es un tema que está muy presente, como una obsesión latente. No puedes tener un futuro sin tener un pasado. Esa es la cuestión: cómo vivir y conciliar el futuro y el pasado.

P.- ¿Cuál es su actual relación con Bulgaria?

R.-Escribo en búlgaro y vivo en Bulgaria. Todas mis historias están influenciadas por ello. Sin embargo, la infancia es lo más importante para mí. En realidad, uno tiene sólo una verdadera patria: la infancia. Y siempre, a medida que uno se hace mayor, se siente como un emigrante… La infancia es mi patria, podría decir.  Así que, mis abuelos y las historias que contaban eran muy relevantes para mí en la infancia ­y realmente para todos los de mi generación en general. Eso me ha influido mucho como escritor. Contaban historias con un estilo mágico, sin conocer a Márquez ni a Borges. Pero era una forma de relatar historias, y eso ha influido en mis libros. Sí, claro, de alguna forma está relacionado con Bulgaria. Pero, uno cuenta historias personales que, en el mejor de los casos, si uno tiene suerte, pueden convertirse en historias universales. Así que, en realidad, lo importante no es sólo de dónde vienes, sino cómo cuentas lo que quieres decir.

P.- ¿Cómo empezó su amor por la literatura? ¿Cuándo empezó a leer poesía?

R.- Muy pronto. Creo que fueron los libros que leía y algo de soledad al principio. Aprendí a leer muy pronto, en casa. Vivía con mis abuelos y no había mucho que hacer. Y empecé a escribir muy pronto también. La historia comenzó a partir de una pesadilla que tuve, que era recurrente. Como las pesadillas no se deben contar, se me ocurrió que podía escribirla con las primeras letras que aprendí. Y después de eso, nunca volví a soñar esa pesadilla. Funcionó. Esa es una razón de peso para empezar a escribir (ríe).

«Toda guerra es una guerra sobre el pasado, como la que se está librando ahora en Ucrania»

Gueorgui Gospodínov

P.- ¿Qué libros y autores son importantes para usted?

R.- Algunos de los primeros libros, claro, fueron de autores búlgaros. Mucha poesía búlgara, por ejemplo, la poesía de Peyo Yavorov. Y el libro de las notas sobre los levantamientos búlgaros y la guerra ruso-turca para la lucha de la liberación de Bulgaria del Imperio otomano, de 1870 a 1876, de Zahari Stoyanov, uno de los más célebres revolucionarios y escritores del país, que participó en la sublevación de Abril de 1876. Lo leí muy pronto porque lo tenía a mano en casa. Luego, por supuesto, Borges se volvió muy importante para mí y en general muchos escritores latinoamericanos también. Sobre todo, leo mucha poesía. Creo que la poesía influye de alguna manera en la forma en la que se escriben muchas novelas.

P.- En España casi no hay autores búlgaros traducidos. Muy poca gente conoce la cultura, literatura, tradiciones. ¿Qué cree que se debería hacer para dar a conocer mejor al país?

R.- Creo que es un proceso muy complicado. Ni siquiera basta con pagar a alguien para que traduzca. No se trata de eso. Se hace poco a poco, despertando el interés. Ahora, por ejemplo, junto con este libro, ya tengo tres traducidos en España. Y espero que, cuando una persona lea y le guste un libro, diga: ‘No sabía nada de esta literatura. Me ha interesado, buscaré más’. Y así es como se despierta el interés. Sobre todo, a partir de alguien que ha recomendado el libro. Y así sucesivamente. En los últimos años, se ha despertado el interés por la literatura noruega, por la danesa, por la nórdica, por la surcoreana. Hay un boom del cine surcoreano. Antes hubo un ganador surcoreano del Booker, Han Kang. Así se despierta el interés… Cada libro que se traduce y cada premio que se gana abre un poco la puerta a la literatura búlgara.

Gueorgui Gospodínov. | Preslava Boneva

P.- Uno de sus temas más importantes es la «memoria», ya que en el libro Las tempestálidas, la memoria es un personaje más. Nuestra personalidad está formada por las experiencias que se convierten en memoria. «Si no estamos en la memoria de alguien, ¿estamos siquiera aquí?», se pregunta el protagonista en el libro. ¿Tiene respuesta a esa pregunta?

R.- Bueno, más bien, la respuesta da miedo por eso la dejé como pregunta [Ríe]. El personaje también se pregunta si la última persona que nos recordaba de niños ya no está entre los vivos, qué es lo que pasa con nosotros. ¿Existimos si nadie nos recuerda en nuestra infancia? Por eso es importante continuamente contar y recordar el mundo pasado para tenerlo cerca. Para eso se inventaron todos esos recuerdos, para eso se inventa la literatura. Para contar algo que ya no está. Para que no lo olvidemos. Porque si lo olvidamos estaremos más atribulados por su espíritu.

P.- Defiende que, si no tuviéramos memoria colectiva, todo estaría permitido. Me gustaría pensar que esta «memoria» nos hace no cruzar una línea invisible.

R.-Sí, sí, eso es lo que digo siempre. Eso es lo que piensa también el personaje de la novela. Es decir, la memoria es una especie de conciencia. Parte de nuestra conciencia. Porque si recordamos lo que es bueno y lo que es malo, seremos capaces de respetar esa línea de demarcación entre ambos. Cuando olvidamos, se mezclan. Dostoievski decía que «donde no hay Dios todo está permitido». Si no hay Dios, puede que no tengamos esa conciencia. El personaje de mi novela dice que «si no hay memoria, todo está permitido». Y eso no es bueno.

P.- Con la guerra entre Ucrania y Rusia, estamos retrocediendo en el tiempo. Es como si estuviéramos repitiendo los errores del siglo pasado. En este caso, ¿dónde queda la memoria colectiva?

R.-Sí. Es exactamente lo que escribo en Las tempestálidas. El virus del pasado está volviendo. De hecho, toda guerra es una guerra sobre el pasado, como la que se está librando ahora. ¿Qué podemos hacer? Primero tenemos que darnos cuenta de lo que esta guerra nos está causando y a dónde nos está llevando. Por supuesto, nos retrotrae a la Segunda Guerra Mundial. De hecho, por eso escribí el libro. Como advertencia de que cosas así pueden ocurrir. Pero no esperaba que sucediera tan pronto.

«La literatura se inventó para recordar»

Gueorgui Gospodínov

P.- Vivimos en una época en la que la memoria colectiva se recrea, se adapta de tal manera que la gente olvida la verdad y cae en esquemas demasiado simples y populistas…. ¿Cómo se puede recuperar el pensamiento crítico?

R.-En realidad, el populismo vende en negro. Vende un pasado inventado, maquillado. Por eso espero que este libro encuentre sus lectores en España. Porque creo que los procesos que describe se aplican a todos los países. Especialmente aquí en Europa, pero no únicamente. Cuando alguien intenta crear un pasado colectivo, siempre hay que anticiparse a la mano de la ideología que hay ahí y de la propaganda. En general, hay que tener cuidado con los que nos venden un pasado colectivo. Hay que tener un pensamiento crítico para tener cuidado con eso, y eso, de algún modo, se crea con la literatura.

Gueorgui Gospodínov en la presentación de ‘Las tempestálidas’ el domingo, 4 de junio, en la Feria del Libro de Madrid. | Preslava Boneva

P.- ¿Necesitamos del pasado? ¿Pasamos demasiado tiempo en él? 

R.- Es muy humano volver al pasado. Me refiero para la persona individual. Bajar y luego volver otra vez. Si uno se encierra y se queda atrapado en el pasado, entonces ya es un problema. Es muy importante poder salir. Entrar sí, pero también salir. No tener miedo a vivir el aquí y el ahora. Porque a veces el miedo nos envía en el pasado durante mucho tiempo. Y eso, como hemos dicho, es muy peligroso.

P.- En el libro escribe: «El gran espejismo, el gran autoengaño, reside en el hecho de que pueblos y patrias persigan la felicidad». ¿Estamos ante una sociedad que intenta ser feliz de cualquier modo, inventándose todo tipo de modas absurdas?

R.- Es muy complejo. La felicidad es un material demasiado frágil para construir un país. En el libro escribo, parafraseando una frase célebre, que todas «las naciones felices se parecen, pero cada una es infeliz a su manera». Generalmente, es la infelicidad la que crea cierta memoria común.

«Hay que tener cuidado con los que nos venden un pasado colectivo»

Gueorgui Gospodínov

P.- ¿Y vivimos en una sociedad que teme sobre su futuro?

R.- Sí, sin duda. En realidad, es por ese miedo al futuro por lo que vamos en dirección contraria, queriendo volver al pasado. Y ese es un grave problema con el que tenemos que lidiar, el agotamiento del futuro.

Gueorgui Gospodínov y la periodista Aloma Rodríguez en la presentación del libro ‘Las tempestálidas’ el domingo, 4 de junio, en la Feria del Libro de Madrid. | Preslava Boneva

P.- El tiempo se nos escapa entre los dedos y sabemos que no podemos deshacer lo que hemos hecho o lo que hemos dicho. Incluso ahora cada palabra que digo ya se convierte en pasado. Recuerdo que el poeta estadounidense Carl Sandburg decía: «El tiempo es la moneda de tu vida». A menudo, la añoranza de ese tiempo pasado nos hace sufrir. ¿Cómo nos enfrentamos al tiempo, a esta añoranza constante?

R.- Esta es una pregunta que se podría responder en 365 páginas, tantas como hay en mi novela. Hoy en día, vivimos en una época concreta, que mezcla tiempos diferentes: pasado, futuro y presente. Así es como se suele describir el fin de los tiempos. El tiempo se ha vuelto ahora terriblemente importante, más importante que el espacio. Y eso es algo sobre lo que pensaré, tal vez, en mi siguiente novela. ¿Cómo el tiempo ha sustituido al espacio? Pero el tema, de alguna manera, también está presente en Las tempestálidas. Casi al final del libro, el mapa de Europa, después de los referéndums sobre el pasado, se convierte en un «mapa del tiempo», un mapa de tiempos diferentes.

P.- Me gustan mucho dos ideas que repite a menudo. «Hay que bailar la tristeza» y que el escritor es «una herida abierta». Dos ideas que se complementan. ¿Qué cualidades debe tener un escritor?

R.- Tiene que ser hipersensible. Es decir, hay que ser una herida abierta, con la que, por supuesto, es difícil convivir, pero ahí está. Escribir es sentir sensibilidad extrema a todo lo que duele en alguna parte. Un escritor tiene que tener una empatía increíble. Eso es una cosa. Y tener facilidad para las palabras es otra. Talento para encontrar las mejores palabras. Esas dos cosas: hipersensibilidad y un don endiablado para las palabras.

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