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Caso Oxfam: lucha contra el machismo para recuperar la credibilidad

Caso Oxfam: lucha contra el machismo para recuperar la credibilidad

El sector de la cooperación internacional ha vivido históricamente entre críticas y ataques. Se ha cuestionado su financiación, se ha puesto en duda si todo el dinero que reciben llega a los proyectos al desarrollo, se les ha acusado de despilfarro, de falta de transparencia, de problemas de gestión, de precariedad laboral, etc. Críticas que el sector siempre supo superar con buenas explicaciones públicas y campañas de comunicación. Pese a tener muchos detractores supo organizar movimientos, plataformas y campañas de concienciación para aumentar cada año el compromiso de una gran parte de la sociedad incrementando la base social de voluntarios y de donantes de muchas ONG, ayuda que en muchos casos han suplido el descenso drástico de la Ayuda Oficial al Desarrollo desde la crisis global de 2008.

Pero el reportaje publicado en The Times que desveló cómo Oxfam encubrió un escándalo de contratación de prostitutas y otro supuesto caso de abusos sexuales a menores por parte de sus trabajadores humanitarios destinados en Haití fue un golpe demasiado fuerte. Un mazazo en la esencia misma de la cooperación internacional. Por primera vez, las organizaciones humanitarias contuvieron la respiración y se paralizaron ante un escándalo que se ha convertido en la punta de un iceberg que está sacando a la luz un problema que, en el mundo de la cooperación, al parecer, era un secreto a voces: los abusos sexuales.

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Foto: Enrique Marí Chaparro / The Objective

No fue un asunto de prostitución. Fue un escándalo de machismo, inmoralidad y delito. Con toda seguridad, las mujeres haitianas que tuvieron relaciones sexuales con los cooperantes de Oxfam eran chicas jóvenes que salían las noches de los fines de semana a discotecas como el Jet set de Pétion-Ville, la ciudad donde reside la comunidad internacional, con el objetivo de conocer a un extranjero con el que olvidar su situación precaria buscando obtener favores, regalos y recursos económicos de su parte. ¿Qué diferencia hay entre las mujeres haitianas que practicaron sexo con cooperantes y las jineteras de La Habana o las brincheras de Cuzco? Las mujeres que se ofrecen de esta manera son víctimas de la pobreza. Y el origen del abuso sexual de los cooperantes de Oxfam fue su situación de superioridad y de poder para tener sexo fácil con mujeres en situación de pobreza.

Un asunto que causó sorpresa e indignación en la opinión pública mundial porque afectaba directamente a lo que les unía emocionalmente con entidades como Oxfam: su propósito, misión y valores como organización humanitaria. La lucha contra la pobreza y las desigualdades sociales. No se percibe igual el comportamiento reprobable de un cooperante que el de un, pongamos, alto ejecutivo.  

La pérdida de la confianza junto a la posterior mala gestión interna y de comunicación del escándalo por parte de la organización vino a incrementar la presión sobre el sector, como si de una tormenta perfecta se tratase. En días sucesivos aparecieron otros casos en otras organizaciones: Médicos Sin Fronteras reconoció 24 casos de acoso sexual en 2017, y Save the Children una treintena de agresiones entre miembros de la plantilla, Christian Aid dos casos. Justin Forsyth, número dos de Unicef, dimitió tras conocerse las quejas por comportamiento inapropiado que recibió de tres mujeres, cuando era el director ejecutivo de Save The Children. Incluso en España, Intermon Oxfam reconoció 4 casos. Estos últimos días la BBC ha informado de casos de violencia sexual perpetrados por empleados de organizaciones dependientes de Naciones Unidas.

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CEO de Oxfam, Mark Goldring | Foto: REUTERS/Parlamento Británico TV Handout

Desde febrero el tercer sector tiene su propio movimiento #MeToo. Principalmente por la pésima gestión interna del escándalo. No debieron ocultar y encubrir durante siete años un caso probado y que sucedió solo un año después del terremoto que devastó el país y causó 316.000 muertos. Además de la investigación interna y la dimisión de tres miembros y el despido de otros cuatro, debieron realizar una denuncia pública a su base social e institucional en la que se hubiese reconocido el error de control. Se debió también pedir perdón a la sociedad haitiana y haber puesto a disposición judicial a los culpables, anunciando, además, medidas correctoras para que hechos como éste no se repitan en el futuro.

Segundo, por desarrollar una estrategia de comunicación racional, fría, distante, aséptica que generó una percepción de huida y atrincheramiento tras varios comunicados de prensa. En los primeros días, Oxfam ni siquiera condenó los hechos ni pidió disculpas. Además de las fallidas e insensibles declaraciones de su consejero delegado, Mark Goldring, que calificó las críticas a la ONG de «desproporcionadas» y “feroces”. “¿Hemos asesinado a bebés en sus cunas?”, llegó a preguntarse retóricamente en una entrevista en The Guardian.

Tercero, mintieron cuando afirmaron que no denunciaron el caso ante las autoridades haitianas porque eran inexistentes y porque “era extremadamente improbable que llevaran a cabo medida alguna”. Por aquel entonces, el Gobierno del presidente Michel Martelly y las autoridades judiciales, aunque frágiles aún, estaban en funcionamiento. De haber informado a las autoridades haitianas, el problema de Oxfam se hubiese agravado porque hubiera supuesto sacar este problema machista de la esfera interna de inmoralidad de unos cooperantes para llevarlo a la esfera pública y penal. En Haití, al igual que los abusos sexuales, la prostitución es delito. Un delito que ha quedado impune al tomar Oxfam la decisión de sacar a sus cooperantes del país sin informar antes a las autoridades locales.

Este escándalo y los sucesos que se han ido desgajando durante febrero plantean unos desafíos para la cooperación internacional a nivel global de difícil solución a corto plazo.

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Foto: Enrique Marí Chaparro / The Objective

Pérdida de confianza y de reputación

La opinión pública perdona un error, pero no una mentira. Las organizaciones que han ocultado casos de abusos sexuales han dejado de ser ejemplares para la opinión pública global y eso les va a exigir seguir dando explicaciones durante este año para frenar la pérdida de apoyos de particulares, instituciones y empresas además de comprometerse a revisar sus procedimientos de reclutamiento y control interno.

Pérdida de asociados y donantes

Siempre que sale a la luz un escándalo de una ONG, un número importante de asociados, donantes y voluntarios abandonan la organización por sentir traicionados los valores y principios con los que se sentían unidos. Oxfam Reino Unido ha reconocido la pérdida de 7.000 donantes privados, su delegación holandesa 1.700 y la española 1.200. Además de ver cómo Minnie Driver y Desmond Tuttu se desvinculaban como dos de sus máximos embajadores. El problema no es la pérdida de asociados actual, sino la revisión de las cifras de donantes a 5 años vista. Porque probablemente sigan perdiendo socios e ingresos privados a medio plazo. Es importante considerar esta pérdida no solo para la organización sino para el sector en su conjunto, ya que este caso provoca una desconfianza generalizada en los ciudadanos que les desmotiva y desincentiva para apoyar a una ONG en el corto y medio plazo. Afectará también a las apps que eliminan el intermediario en el envío de donaciones. Para recuperar la credibilidad perdida necesitarán poner en valor durante años el trabajo de miles de cooperantes impulsando proyectos de desarrollo en países que lo necesitan.

Pérdida de fondos de ayuda a la cooperación de las agencias gubernamentales y de alianzas estratégicas son el gran riesgo. Por el momento, Oxfam se enfrenta a una revisión de la financiación del Gobierno británico que ascendió en 2017 a 34 millones de libras. Además de la pérdida de la colaboración con empresas en todos los países en los que tiene sucursal. Es el caso de IKEA, que ya ha anunciado que deja en suspenso su acuerdo de 25 millones de libras. Estas decisiones institucionales, unidas a voces políticas más conservadoras del Reino Unido como la de Jacob Rees-Mogg, que exigen recortar los fondos de cooperación, pueden provocar un descenso de la ayuda oficial al desarrollo no solo a nivel país sino a nivel global, justo en un momento en el que registra un tímido repunte del 0,17% en 2012 al 0,20% en 2016. Esto puede provocar que ONG fuertes como Oxfam tengan que cerrar proyectos con el perjuicio que ocasionará a los colectivos en riesgo social que lo necesitan.

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El ministro de Planificación y Cooperación Externa de Haití, Aviol Fleurant, habla durante una entrevista con Reuters en Puerto Príncipe | Foto: REUTERS / Andrés Martinez Casares

Pérdida de las relaciones con los países receptores

La relación entre los gobiernos de los países receptores de ayuda internacional y las ONG siempre son tensas porque estas últimas son vistas con recelo por parte de las autoridades. En Haití, donde el 75% de su PIB es generado por la ayuda externa al desarrollo, las autoridades gubernamentales reclaman desde la época del presidente Michel Martelly una relación más fluida con las organizaciones internacionales. Porque, aunque el servicio que prestan es indispensable para un gran porcentaje de población, el sector ONG presente en el país se ha convertido en “un Estado dentro del Estado” que no está sometido ni a supervisión y escrutinio institucional. Solo 10 centavos de cada dólar de ayuda humanitaria de ONG que entra en el país está supervisado por las autoridades haitianas. Por eso, viendo cómo no ha habido consecuencias judiciales para los culpables, era cuestión de tiempo que el presidente Moïse Jouvenel anunciara el cierre de la delegación haitiana de Oxfam por 2 meses. Algo que evidentemente perjudica a la población que recibía sus servicios, aunque la ONG se haya apresurado a afirmar que seguirán prestando servicios desde sus representaciones española, italiana y canadiense. La falta de colaboración de las ONG con las autoridades haitianas hace que su servicio sea siempre visto como cortoplacista y asistencial y no de largo plazo y estructural. Esto provoca que la reconstrucción del país tenga dos caminos paralelos, el del Gobierno y el de las ONG. Una circunstancia que se repite en otros países dependientes de la cooperación internacional.

Más allá de la tragedia de los hechos, como ciudadanos debemos de ver este tema con optimismo. El sector de la cooperación internacional ha perdido el miedo a contar la verdad sobre un tema muy delicado que les afectaba. En cualquier caso, pese a que las ONG de ayuda humanitaria pasarán un periodo de pérdida de credibilidad, reputación y donantes su desafío futuro es lograr realzar el valor al mismo tiempo el trabajo que realizan sus miles de cooperantes y voluntarios en países donde son necesarios. También habrán de revisar los códigos de conducta para evitar que comportamientos como los descritos vuelvan a ocurrir. Nosotros, como sociedad, debemos seguir apoyando a las ONG y tenemos el compromiso de no hacer caso a las propuestas de determinados partidos políticos que empiezan a surgir en Europa y que reclaman recortar la cooperación internacional al desarrollo aprovechando esta circunstancia. Porque es necesaria para el desarrollo humano y porque nos jugamos el futuro como sociedad global que ya somos.

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