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¿Bien de 'brilli brilli' esta Nochevieja? Te contamos qué es el brillo y sus consecuencias para el medio ambiente

¿Qué es el ‘brilli brilli’ y por qué en los últimos meses ha habido una campaña de acoso y derribo contra este material que nos quita las penas?

¿Bien de ‘brilli brilli’ esta Nochevieja? Te contamos qué es el brillo y sus consecuencias para el medio ambiente

La Navidad es cena con familiares y amigos, luces, villancicos, vacaciones, ilusión, regalos y… ‘brilli brilli’, mucho ‘brilli brilli’. En la ropa, en los zapatos, en los bolsos, en el maquillaje… Hay que brillar como una burbuja de Freixenet todo el rato, sobre todo, la noche del 31 de diciembre, cuando sacamos esa Vecina Rubia que todos llevamos en nuestro interior y a deslumbrar como una bola de discoteca.

Pero, ¿qué es la purpurina y por qué en los últimos meses ha habido una campaña de acoso y derribo contra esta brillantina que hace que nuestras penas sean menos penas? El ‘brilli brilli’, la brillantina, la purpurina, el glitter o la escarcha es nada más y nada menos que plástico, en concreto, una variedad muy pequeña (cerca de 1 mm²) de pedazos de plásticos copolimerizados, hojas de aluminio y tereftalato de polietileno (PET); y como microplástico que es, termina afectando al medio ambiente con un gran impacto ecológico, sobre todo, en el ecosistema marino, donde arrastrados por las lluvias fluviales terminan en los océanos suspendidos en las primeras capas del agua para ser ingeridas por los peces.

Según Greenpeace, del 21 al 54% de todos los fragmentos de microplásticos del mundo se encuentran en la cuenca mediterránea, y se estima que entre 4,8 y 1217 millones de toneladas de plástico llegan a los océanos cada año.

 

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Algunas empresas ya ofrecen alternativas a este material omnipresente en el mundo de la moda, como la purpurina ecológica. | Foto: Chris Pizzello | AP

Sin embargo, la purpurina se está convirtiendo cada vez más en ese material omnipresente en la moda y en Internet, y en el ‘accesorio’ más recurrente de las influencers. Hace un par de meses la artista Sarah Shakeel elevaba las estrías a categoría de arte al utilizar glitter sobre estas, y, ¡cuidado!, porque si echas un ojo a su cuenta de Instagram quizá después ya todo te resulte insulso.

Y qué decir de La Vecina Rubia, cuyo baño, según ella, brilla más que su futuro. Y no por exceso de Don Limpio.

 

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We all have our“Silver Lining“ some show some don’t ….. 💎 #glitterstretchmarks . . Guys I have made a page @glitterstretchmarks , I am thinking of dedicating it to all of you girlies , boys well anyone who wants to share their scars, stretchmarks and well anything they might think can be “ highlighted” with crystals glitter and what not! A happy community of all of us together sharing our stories though art!!!! You can send me your pictures and I’ll create art out of you! What do you say! . . Update : our first story on @glitterstretchmarks has been uploaded! Go have a read and spread some love ✨✨✨✨✨ . CollageArt SaraShakeel . . #art #arte #collageart #silver #silverlining #body #bodyart #bodypositive #crystalart #positivity #vision #loveyourself #color #body

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El ‘brilli brilli’ se nos ha ido de las manos. Y no lo digo yo.  El verano pasado varios ginecólogos se echaron las manos a la cabeza por la incipiente tendencia relacionada con las Passion Dust, unas píldoras con purpurina que se introducían en la vagina para que «luciese y supiese mejor». “La vagina contiene un delicado equilibrio de bacterias beneficiosas que están ahí para protegerla. Si una mujer introduce objetos extraños en ella, corre el riesgo de alterar ese equilibrio, lo que podría llevar a infecciones como vaginosis bacteriana o candidiasis vaginal o inflamación”, explicaba la doctora Vanessa Mackay, portavoz del Colegio Real de Obstetras y Ginecólogos a The Independent.

Ante este panorama, numerosas asociaciones y organizaciones se están uniendo para luchar contra este microplástico artístico que tarda cientos de años en desaparecer y que, en la mayoría de las ocasiones, termina en el estómago de los peces. Según la doctora Victoria Miller, profesora de Ciencias de los materiales e ingeniería de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, la película plástica a partir de la cual se fabrica la mayor parte del brillo tarda aproximadamente 1.000 años en biodegradarse completamente en la Tierra.

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Del 21 al 54% de todos los fragmentos de microplásticos del mundo se encuentran en la cuenca mediterránea. | Foto: Mark Wallheiser | AP

En 2017 la cadena británica de guarderías Tops Day prohibía el uso de purpurina en sus actividades didácticas por los peligros que entrañaba para el medio ambiente; incluso ese mismo año, Reino Unido impulsaba la prohibición de toda microperla no biodegradable, presente en pasta de dientes o jabones, por ejemplo, tras una serie de estudios que avisaban sobre la concentración de estos elementos en numerosas poblaciones de peces. Dos años antes, en 2015, California ya los prohibía de forma taxativa para proteger a los peces y la vida silvestre, de forma que para 2020 deben haber desaparecido de todos sus productos. En este sentido, aunque por ahora no existe ninguna legislación que regule el uso de la purpurina, no sería de extrañar que si seguimos dándole este uso masivo es posible que acabe por ser regulada. 

La solución: purpurina ecológica

Ante esta brillante pero preocupante situación, algunas empresas ya se han animado a ofrecer alternativas a este material omnipresente en el mundo de la moda. La empresa británica EcoStardust lleva ofreciendo desde el 2016 una alternativa a la purpurina tradicional: utilizan  la celulosa como materia prima, principalmente de “árboles de eucalipto sostenibles que no han sido modificados genéticamente”. Su fórmula es “100% biodegradable, compostable y libre de ser testado en animales”. Además, dona el 10% de sus beneficios a entidades ambientalistas.

Por otro lado, también encontramos a Glitter Revolution que ofrece purpurina biodegradable pero sin empaquetar, lo que quiere decir que se necesitará un ‘pegamento’, como una crema hidratante, bálsamo labial o aceite facial, para adherirla al cuerpo para evitar que comience a biodegradarse. Esta empresa dona el 20% de sus ventas a 5 Gyres Institute y a Planned Parenthood.

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Foto: Glitter Revolution

Otras marcas también se han sumado a la purpurina bio: como Bioglitz, que tiene una considerable presencia en las comunidades feministas, queer y trans, y su objetivo es “difuminar las líneas de género a través del brillo”. O Lush, que ofrece purpurina biodegradable derivada de mica sintética.

El origen del ‘brilli brilli’

Hay que remontarse al año 10.000 a.C. para encontrar su primera aparición registrada. Ya por entonces se utilizaba para decorar pinturas rupestres. También hay registros de que las mujeres en la cultura griega usaban un tipo de escarcha proveniente del plomo para embellecer su piel en fiestas o eventos especiales, una práctica no muy recomendada ya que causaba muchas muertes por envenenamiento debido a que era muy tóxica. Pero parece que por entonces ya se estilaba eso de «antes muerta que sencilla».
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Foto: Luciane Lazzaris
Sin embargo, para encontrar una razón al ‘brilli brilli’ tal y como lo conocemos hoy día, hay que retroceder al año 1934, cuando un maquinista de New Jersey, Henry Ruschmann, ideó una manera de moler el plástico para crear brillantina de forma masiva. De esta forma obtenía grandes cantidades de escarcha tratando láminas de aluminio con diferentes químicos y luego cortándolos en pedazos mínimos. Para que quede brillante se trata con dióxido de titanio.
Ruschmann llegó a fundar su propia empresa, Meadowbrooks Inventions, hoy día considerada “el mayor productor, distribuidor y exportador de purpurina del mundo”. Su popularización en el sector de la belleza llegaría en los años 60, cuando algunas firmas añadieron estos brillos a pintalabios, sombras o polvos, inspirados por los vestidos cubiertos de lentejuelas de Pierre Cardin.

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