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Sociedad

Una pandemia, la nevada del siglo, el asalto al Capitolio… ¿El mundo está del revés o somos nosotros los que hemos cambiado de gafas?

En lo que llevamos de año, apenas medio mes, los cimientos de nuestra cotidianidad han vuelto a temblar y nos vemos sobrepasados por noticias que no esperábamos. ¿Realmente está cambiando el mundo a marchas forzadas, o es solo nuestra percepción? Y, sobre todo, ¿cómo nos lo estamos tomando, estamos preparados para tanta revolución?

Una pandemia, la nevada del siglo, el asalto al Capitolio… ¿El mundo está del revés o somos nosotros los que hemos cambiado de gafas?

Sarah Kilian | Unsplash

No llevábamos una semana de año. Sus Majestades de Oriente apenas habían emprendido el camino de regreso tras regar nuestros hogares de presentes cuando, de pronto, vimos cómo una turba desatada tomaba el Capitolio de los Estados Unidos. Miles de seguidores de Donald Trump, ataviados con trajes de superhéroes, cuernos, pieles de oso y buenas dosis de furia asaltaban la sede de la democracia estadounidense. No repuestos del impacto, dos días después la iracunda Filomena sepultaba bajo una nieve inusual buena parte de la Península, cosa que al principio nos tomamos bien (la estampa sirvió para renovar miles de perfiles en las redes sociales), pero ahora que las bajísimas temperaturas convierten el asfalto en una inmensa pista de patinaje, ha hecho que se nos tuerza el morro de nuevo. Y, ya saben, en estos contextos aparecen los memes, que siempre están al quite con su mezcla perfecta de resignación y mordacidad. ¿Ya han visto ese de las predicciones para los doce meses de 2021? Para febrero prevé terremotos. En marzo, dice, el eje terrestre se inclinará 10 grados más. En abril desaparecerá Netflix. Mayo repetirá un desabastecimiento de papel higiénico. En junio se desatará la guerra civil en Estados Unidos. Para julio no augura más que una tremenda ola de calor, pero la verdadera catástrofe llegará en agosto, cuando todas las plataformas musicales se inunden con una versión trap de la Macarena como canción del verano. En septiembre habrá programaciones nuevas de la LOMLOE; en octubre, el apocalipsis zombie; noviembre traerá consigo la reaparición de la viruela y diciembre, lo más improbable de todo, pero que en 2021 puede suceder: el Reino Unido pedirá el ingreso en Europa.

Parece que ya pensamos que cualquier cosa puede suceder, tal es el contexto presente. Y, más allá de la broma, ¿cómo nos afecta que tantos cambios lleguen juntos y se resquebraje la vida tal y como la conocíamos? ¿Realmente están pasando cosas diferentes a las habituales o somos nosotros las que estamos dándoles una magnitud desmedida? «Justamente pasa eso. Debido a lo que llevamos vivido con la pandemia, magnificamos todo cuanto sucede. Es cierto que este es un temporal que no se había visto en 50 años, pero lo tomamos de este modo más extraordinario porque nuestra capacidad de procesamiento de las cosas que nos suceden es limitada. Nuestra parte racional es una parte pequeña dentro de un cerebro altamente emocional», explica la psicóloga clínica Mertxe Pasamontes. Habrán escuchado, o seguro también pronunciado en un acceso derrotista, aquello de que «todo me pasa a mí». Ahora, argumenta la experta, ese sentimiento lo tenemos como colectivo: es una especie de “ahora a todos nos pasa de todo”. Y añade: «Si te sucede una sola cosa, aun la puedes controlar, pero si te suceden varias al tiempo, la parte emocional se desborda. Es como si nos faltaran herramientas para contenerla. Esto sucede también en el día a día: si te acabas de separar y ese día llegas al trabajo y te echan, ya es mucho más difícil de manejar».

El poso que dejan estas emociones acumuladas es grande, sobre todo para las personas con una alta sensibilidad. Juan Pablo Martínez (Tito) es premio Nacional de Alfarería y, desde su encantador taller de Úbeda, confiesa su melancolía: «Yo, detrás de todas las máscaras, tengo miedo. Solo la cama es un refugio seguro… En el día a día disimulo y hago cosas de todo tipo, sobre todo creativas, pero me siento en una cuerda floja…». El artista procura tener la mente ocupada escuchando la radio, podcasts o audiolibros mientras sus manos dan vida a todo tipo de creaciones que tratan de ahuyentar el frío. Y, a pesar del convulso presente, está seguro de que en más o menos tiempo recuperaremos lo que teníamos, esa vieja normalidad guarecida. En consulta Mertxe Pasamontes también encuentra «mucho cansancio, agobio, y la sensación de que esto no se acaba nunca… Y es que ya estamos cansados por todo lo que llevamos atrás, cuesta mantener ese ánimo que asegura que acabaremos por estar bien». También trata a gente con problemas de ansiedad o síntomas depresivos y se sorprende, especialmente, de no haber tenido ningún paciente hipocondríaco desde que todo esto comenzara: «El miedo que siempre han tenido a tocar un picaporte, a juntarse mucha gente, ahora es real. Y pienso que están un poco escondidos, porque no quieren ni ir al médico, pero cuando empiecen a poder ir, vamos a ver otra epidemia».

Una pandemia, la nevada del siglo, el asalto al Capitolio… ¿El mundo está del revés o somos nosotros los que hemos cambiado de gafas?
Todos podemos reconocernos en esta cara de ‘qué he hecho yo para merecer esto’. | Foto: Margarita Kovaleva | Unsplash

Las fases que atravesamos ante los cambios impuestos por la vida

Cuando la vida se nos desmadeja y los cambios se suceden rápido -y vienen, además, impuestos por fuerzas que no controlamos-, todos atravesamos una serie de fases que, en este caso tan concreto de nuestra historia, la psicóloga compara con las de un duelo: «Tuvimos la etapa de negación inicial cuando vimos lo que sucedía en Italia y creímos que no llegaría aquí; luego pasamos por la ira y el cabreo generalizado pensando que todo se hacía mal y quejándonos por el encierro; después, entramos en la fase de negociación, en la que aplaudimos a los sanitarios, pusimos el Resistiré y pensamos que, dadas las circunstancias, teníamos que aprovechar para hacer ejercicio en casa, para estudiar, descansar, ver series o hacer pan, si uno tenía levadura; luego hemos pasado la fase de depresión, o de bajón generalizado, cuando llegó el buen tiempo y no nos podíamos mover y, al llegar el verano, hicimos una especie de adaptación, nos conformamos con lo poquito que se podía hacer». El problema, dice Pasamontes, es que tras el verano los expertos anunciaron la llegada de una segunda y una tercera ola, pero no quisimos creerlo y su llegada, de algún modo, ha sido una vuelta a la casilla de salida. «Lo que sucede es que no podemos llegar a la última fase, la de aceptación, porque esto no se termina, la tercera ola ha sido como volver al principio. Y eso es una gran faena psicológica». Y así andamos, unos y otros, que un día nos enfadamos, otro negociamos y otro nos deprimimos, según nos levantemos: «Hay días que te levantas y dices ‘venga, no estamos tan mal’, pero otro a lo mejor han añadido una restricción que, por lo que sea, personalmente te molesta de forma especial y ese día te coge un mal humor que no puedes con él».

Al final, lo único que podemos hacer es respirar hondo y afrontar la situación tal y como es, para lo que la psicóloga despliega una especie de ‘kit de emergencia’, en el que no puede faltar la famosa resiliencia, esa capacidad de resistir y aceptar que estamos aún “en la parte oscura del túnel», de la que, con confianza -otra de las claves-, algún día saldremos. «Con la pandemia sucede como con la nevada, no es algo que hayamos elegido, y hay que tratar de decir ‘bueno, ya ha caído, se ha helado, pues aunque me ponga a llorar encima no la voy a deshacer’». El sentido del humor es también un grandísimo aliado, así como el agradecimiento, que viene de recordar todo lo que aún sí tenemos: «Esto no es una guerra ni un terremoto, seguimos teniendo una casa, luz, agua… un montón de cosas que aún conservamos y que hay que valorar más que nunca”, afirma.

Y cabe también mirar en un plano aún más profundo: quizá la pandemia y este contexto de permanente cambio en el que nos hallamos pueda servirnos para agarrar el timón y promover otros rumbos necesarios. Así lo afirma Octavio Salazar, autor de la obra La vida en común. Los hombres (que deberíamos ser) después del Coronavirus (Galaxia Gutenberg), que verá la luz el próximo 20 de enero. Salazar afirma que este momento crítico puede llevarnos a firmar un nuevo pacto social, ya que la situación está empujando a mirar la realidad desde otro ángulo: «En un capítulo del libro hablo de ‘los hombres sin público’, porque el confinamiento nos obligó a todos a quedarnos en nuestras casas y todo ese espacio de proyección del ámbito laboral se paralizó». El autor desarrolla que la identidad masculina se ha construido tradicionalmente en el ámbito del trabajo y de lo público: «Allí es donde siempre hemos demostrado lo buenos, listos y productivos que somos… Pero ahora, por una situación totalmente fuera de nuestro control, nos ha tocado recluirnos en el espacio de lo privado, del que los hombres habitualmente hemos huido. Quizá esta sea una oportunidad para que los hombres nos planteemos si nos estamos equivocando en relación a qué es lo más importante», asevera. Un proceso interno que, razona, tendría que ir de la mano de cambios estructurales por parte de la sociedad.

Los meses venideros seguirán trayendo noticias y otros retos que deberemos afrontar, para lo cual la psicóloga recomienda tener a mano reservas de paciencia, una cualidad tan útil como una pala para retirar los excesos de Filomena: «No estamos acostumbrados a ser pacientes, pero, lamentablemente, este no es un proceso rápido. No podemos hacer planes a largo plazo, pero sí podemos tener una flexibilidad mental para saber qué podemos hacer día a día y aprovecharlo», concluye.

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