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Gastronomía

Vinos manchegos ajenos a sus denominaciones

Situación habitual en diversas zonas vinícolas, en Castilla-La Mancha es reseñable que las bodegas más nuevas nada quieren saber de las clásicas denominaciones

Vinos manchegos ajenos a sus denominaciones

Rodrigo Abreu (Unsplash)

Ni La Mancha ni Valdepeñas, por supuesto. Pero tampoco miran hacia las denominaciones de Uclés o Manchuela. Los nuevos proyectos bodegueros (junto a alguno que lleva más tiempo) que vienen instalándose desde hace rato en Castilla-La Mancha prefieren caminar por libre. Nada quieren con las denominaciones de origen de la zona. Sin excepción optan por ser Vinos de la Tierra de Castilla (VT Castilla), en este momento el principal competidor en el territorio de ésas sus denominaciones clásicas. 

Es una pena reconocerlo pero, desde bastante tiempo atrás, escoger el paraguas de esa Indicación Geográfica (Vino de la Tierra de Castilla) tiene más atractivo porque disfruta de mayor prestigio que esas denominaciones manchegas (Mancha y Valdepeñas, principalmente) todavía asociadas a volumen y bajo precio. Lo opuesto a la calidad e imagen que por desgracia las continúa lastrando… Lo que no deja de ser injusto porque no debemos considerar de igual manera todo lo que se produce al amparo de esas denominaciones.

No hay que dar por hecho lo que no se conoce, pero la realidad es tozuda… Y ante la evidencia, lo que viene sucediendo desde hace años en la región manchega es que las bodegas que se van incorporando optan por etiquetar sus vinos como Vino de la Tierra de Castilla. También les da mayor libertad a la hora de elaborar (siempre la normativa de una denominación de origen es más exigente o restrictiva) al tiempo que evitan a las bodegas tener que sacar sus elaboraciones como ‘vinos de mesa’. Por tanto, VT Castilla rellena ese hueco entre ‘la nada’ (vinos de mesa) y la DO aportando mayor estatus a esos vinos al permitirles incluir en la etiqueta información relativa a origen, crianza, añadas o variedades que los componen (datos que no se permiten a los vinos de mesa). Sin olvidar el hecho que en esta zona disfrutan de mayor reconocimiento y prestigio que los que salen al amparo de una denominación. Y ahí está la realidad a la que me refería para acreditarlo: Castilla-La Mancha es el territorio con mayor superficie apta para ser Indicación Geográfica Protegida (IGP). En su caso, Vino de la Tierra de Castilla. Una figura que ampara desde hace años a ya bastantes bodegas manchegas destacadas.

Más que Vinos llegaba a la zona en el año 1999 bajo el nombre de Bodegas Ercavio, aunque en el año 2014 cambió de nombre. Desde entonces Más qué vinos, es el proyecto de tres amigos y enólogos (Margarita Madrigal, Alexandra Schmedes y Gonzalo Rodríguez) en la provincia de Toledo. Se localiza en Cabañas de Yepes pero mantienen la que fuera la bodega de la familia de Gonzalo, en Dosbarrios, para la crianza de uno de sus vinos más especiales, La Plazuela, que elaboran en tinajas. 

Crear vinos muy personales y de territorio. Trabajan con variedades autóctonas y tienen dos líneas de trabajo, Ercavio, la marca de la casa y que nacía con el proyecto, y una segunda dedicada a elaboraciones más especiales y de producciones limitadas; entre ellas está esa Plazuela, La Malvar, La Garnacha de la Madre o El Señorito, entre otros. Y en esta ocasión La Garnacha de la Madre 2018 (17 €) es la propuesta. Elaborado con garnacha de la viña ecológica que da nombre al vino, tanto la fermentación como la posterior crianza de 12 meses se han realizado en tinajas. Un vino con reseñable riqueza aromática donde aparecen vivas frutas rojas, variedad de especias (curry, pimienta rosa, comino), junto a aromas de montebajo y notas cítricas. Sensaciones que pasan a la boca, muy jugosa y donde destacan la acidez frutal, recuerdos minerales y un largo recorrido. 

En Campo de Calatrava, Ciudad Real, sobre terrenos volcánicos, su principal seña de identidad, abre sus puertas la firma familiar Quinta de Aves. Consta de unas 500 hectáreas (incluye monte, olivar, un centenar de especies de aves…) y de ellas 85 son de viñas plantadas a unos 700 metros de altitud en suelos de ‘tierras raras’, así identificados por su origen volcánico, las lagunas y terrenos ricos en metales minerales que sólo aparecen en lugares singulares del mundo. De su gama de vinos el más ‘especial’ es Phoenix 2019 (21 €), un tempranillo –conocido como uva cencibel en Castilla-La Mancha– de cepas de más de 50 años con una crianza de 15 meses en roble nuevo francés. Intenso en aromas, con notas de frutas rojas, especias, aromas tostados y de flores. Un vino con estructura, untuoso en la boca, con acidez y equilibrio. 

Bodegas Verum, también vecina de Ciudad Real, en concreto del pueblo de Tomelloso, tiene unos orígenes que se remontan a 1788 (familia López Montero) pero como Verum nace hace 17 años, y una de sus elaboraciones más destacadas es el monovarietal Verum Las Tinadas Airén de Pie Franco 2020 (15,25 €).Un vino elaborado con uvas de viñedos de más de 70 años –procedente de la finca Las Tinadas– que ha reposado durante cuatro meses con sus lías en tinajas de barro y luego ocho meses más en acero inoxidable. El resultado, aromas de fruta blanca, flores blancas, hierbas aromáticas, cítricos (pomelo) y fondo mineral. En la boca resulta graso, vivo, con una frescura ácida y recuerdo salino. 

La última parada entre esta selección de Vinos de la Tierra de Castilla puede ser en Finca Río Negro (Cogolludo, Guadalajara), donde hace unos pocos meses se ha incorporado el reconocido enólogo Xavier Ausás como asesor técnico de la bodega. Esta bodega pertenece a la familia Fuentes (con el empresario José Manuel Fuentes a la cabeza) y llevan un par de décadas recuperando la tradición vitivinícola en la localidad con la pretensión de elaborar vinos de finca. Plantaron la primera parcela de viñedo en esa Finca Río Negro en el año 98, un lugar de altura inusual (950-1000 metros) y donde, desde los 70, se había arrancado el antiguo viñedo para dedicarla a cereal y ganadería. A día de hoy superan las 40 hectáreas de viña y fue hace 12 años cuando sacaron al mercado su primer vino, Finca Río Negro 2007, aunque ahora ya elaboran varias referencias. Una de ellas es Finca Río Negro Cerro del Lobo 2019 (26,50 €), un monovarietal de syrah, de la parcela más septentrional de esta finca, en una pronunciada ladera, y que ha permanecido once meses en roble francés. El vino es expresivo, intenso, con aromas de fruta negra, flores (violetas), especias, toques balsámicos y notas de su paso por madera (tostados, vainilla). En boca resulta sabroso, con volumen, fresco y un fino amargor en el paso. Persistente. 

Cuatro buenos ejemplos de los muy variados proyectos que se puede encontrar en el territorio y todos ajenos a Denominación de Origen. Pero junto a estos serían reseñables además Finca Tinedo (Socuéllamos, Ciudad Real), por supuesto la ciudadrealeña  Vallegarcía (en Retuerta del Bullaque), la toledana Finca Constancia (Otero de los Herreros), las albacetenses Bodegas Carrascas (en El Bonillo), NOC (Manzanaque, Toledo) o uno de los más novedosos, Garaje Wine, en la también toledana Quintanar de la Orden. Elaboradores cuyas referencias se presentan como Vino de la Tierra de Castilla. 

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