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Shinzo Abe: un misterioso asesinato

Fue uno de los dirigentes políticos de mayor relieve de Japón por su proyección internacional y su filosofía keynesiana de revitalizar la economía flexibilizando la política monetaria y aumentando el gasto público

Shinzo Abe: un misterioso asesinato

El fallecido ex primer ministro de Japón, Shinzo Abe | Europa Press

A lo largo del pasado siglo y en lo que va del presente se han registrado en Japón agresiones contra políticos, algunas mortales, como la del ex primer ministro Shinzo Abe (Tokio, 1954), al que un desempleado de 41 años, y antiguo soldado, mató de dos disparos el pasado viernes, día 8, con un arma de fabricación casera, mientras intervenía en la antigua capital imperial de Nara en un mitin de apoyo al candidato del Partido Liberal Democrático (PLD, conservador) en las elecciones al Senado que se celebran hoy domingo.

El móvil es de lo más confuso, a juzgar por las primeras declaraciones del detenido. Confiesa no tener resentimiento político hacia la víctima, pero lo considera de algún modo responsable de la quiebra económica de su madre, que perdió buena parte de sus ahorros en una secta religiosa. No ha dicho de qué grupo religioso se trata. En Japón se estima que existen cerca de 200.000 organizaciones ligadas a una causa religiosa controladas principalmente por el Ministerio de Educación y sin que la policía apenas tenga información sobre su actividad. El asesino asegura que Abe era miembro de esa secta. Su objetivo no era el ex primer ministro sino el jefe de la misma, pero, según él, resultaba muy complicado acabar con la vida de este por estar muy protegido. Existe un partido, el Komeito, una formación religiosa muy poderosa que en estos momentos forma parte de la coalición de gobierno con el PLD.

Como se ve, todo muy confuso. La única realidad es el asesinato de quien sin duda ha sido uno de los dirigentes políticos de mayor relieve de Japón por su proyección internacional y su filosofía keynesiana de revitalizar la economía flexibilizando la política monetaria y aumentando el gasto público. Lo que él mismo bautizó como abenomics, que fue objeto de debate en foros económicos y mereció elogios de líderes occidentales, especialmente de Barack Obama y Donald Trump. Abe lo vio como la mejor manera de acabar con la estagnación (estancamiento y deflación) que el país de los cerezos sufrió en los 80 y 90 como resultado de la explosión de la burbuja inmobiliaria.

«Fue el líder más joven que llegó al poder y quien más tiempo estuvo al frente»

Abe, un nacionalista conservador, con voluntad de reformar la Constitución escrita en 1947 bajo la supervisión estadounidense del general MacArthur tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, fue el líder más joven que llegó al poder (52 años, lo que para los estándares nipones es un hito) y quien más tiempo estuvo al frente. Gobernó en dos periodos: 2006-2007 y 2012-2020. Formaba parte de una familia de gran abolengo político. Su abuelo materno gobernó en la Manchuria ocupada por las fuerzas japonesas en los 30. Juzgado y excarcelado como criminal de guerra, fue primer ministro en los 50 y uno de los fundadores en 1955 del PLD, una formación conservadora compuesta por diversas corrientes (recuerda en su estructura a la desaparecida Democracia Cristiana italiana) y que prácticamente ha gobernado el archipiélago salvo algunas etapas breves, cuando los escándalos de corrupción, tan frecuentes por otro lado en el país, fueron castigados por la ciudadanía. El padre del asesinado dirigente fue ministro de Asuntos Exteriores.

En los 80, el entonces jefe de gobierno, Yasuhiro Nakasone, pretendió proyectar el país al exterior y liberalizar su mercado a la inversión extranjera. Fue un paso importante pero que no llegó a desarrollarse por completo. Luego, además, Nakasone se vio salpicado por corruptelas como buena parte de la clase política nipona, que vive en simbiosis con las grandes corporaciones industriales. Pasó después un rosario de anodinos primeros ministros sin carisma y más tarde una etapa en la que el PLD se fue a la oposición. Hubo después un político conservador, Junichiro Koizumi, un soltero amante del piano y de aspecto de galán de cine, quien marcó algo de notoriedad. Su jefe de gabinete fue precisamente Abe.

El asesinado dirigente tenía una salud precaria a pesar de su edad. En su primer mandato tuvo que abandonar, es verdad que después de una derrota electoral de su partido, por una enfermedad gastrointestinal que no llegó a curar del todo. Cuando regresó al poder en diciembre de 2012 afirmó que estaba ya repuesto. Sin embargo, ocho años después volvió a recaer. Abandonó la jefatura de gobierno aunque no el poder. Abe continuaba siendo cabeza de la primera corriente del PLD y su influencia era enorme. 

«Era extraordinariamente viajero y se manejaba bien en inglés, algo poco frecuente entre los políticos nipones»

Tuvo siempre muy buena relación con las administraciones estadounidenses, fueran demócratas o republicanas, y tenía siempre abiertas las puertas de la diplomacia internacional. Era extraordinariamente viajero. Se manejaba bien en inglés, algo poco frecuente entre los políticos nipones. Estudió un máster en administración pública en la Universidad del Sur de California que no llegó a completar. Sus relaciones con China y en cierta medida también con Corea del Sur no fueron siempre cordiales. Muchas veces no solo debido a litigios comerciales, sino por su voluntad de revisar la historia japonesa y no reconocer del todo episodios de violaciones a los derechos humanos durante la ocupación militar de esos países. En su primer periodo rindió homenaje a los caídos militares en los tiempos de la invasión.

El gran objetivo de Abe, además de revitalizar la economía y crear un área de libre comercio indopacífica con Estados Unidos, Australia e India para contrarrestar el poderío militar y económico de China, era reescribir el artículo nueve de la Constitución que prohíbe actos bélicos por parte del Estado. En el texto, el Estado renuncia formalmente a la guerra y la implicación militar en disputas internacionales. El articulado es bastante ambiguo pues eso no impidió la creación de un Ejército propio, las llamadas Fuerzas de Autodefensa, y un presupuesto militar, que actualmente representa aproximadamente el 2% del total del presupuesto del país. Abe defendía dar mayor relieve internacional a las Fuerzas de Autodefensa, que disponen ya de ministerio. En una ocasión ha sido ocupado por una mujer y actualmente lo dirige un hermano del fallecido político. Hay cierta resistencia a la revisión del controvertido artículo. 

Uno de los logros de Abe fue la elección de Tokio como sede de los Juegos Olímpicos de 2020 por delante entre otros de Madrid. Sin embargo, la pandemia del coronavirus obligó a retrasar un año la celebración del evento y su desarrollo quedó muy aguado debido a las severas restricciones sanitarias. La covid-19 fue un tema no del todo bien gestionado por las autoridades niponas. Han muerto oficialmente 31.000 personas y cerca de un 82% de la población de 125 millones de habitantes ha sido vacunada. 

La crisis vírica, al igual que en el resto del mundo, golpeó seriamente a la economía nacional, que ha vuelto a crecimientos mínimos o negativos. Japón sigue teniendo un gravísimo problema de endeudamiento (la deuda representa más del 260% del PIB) y un descontrolado envejecimiento de la población con el riesgo que eso conlleva para el futuro de  su seguridad social y de las pensiones. Sin embargo, otros de sus indicadores económicos son envidiables. La inflación no rebasa el 2,5% y el índice de desempleo es del 2,6%.

Japón es un país relativamente tranquilo. El índice de criminalidad es muy bajo. Son muchísimas las restricciones para portar armas de fuego. Sin embargo, existen algunos elementos de violencia soterrada y peculiares como por ejemplo la existencia de una poderosa mafia, la yakuza, a la que las autoridades no controlan o permiten algunas de sus acciones. Abe fue objeto precisamente de atentados con bombas molotov contra su casa y su oficina hace dos décadas por un problema de dinero con un mafioso local.

No han faltado casos de agresiones, a veces fatales, contra políticos. El más llamativo fue el de un líder del partido socialista acuchillado en 1960 por un joven con una espada en un mitin que televisó en directo la cadena de televisión nacional o el del alcalde de Nagasaki en este siglo. Suelen ser episodios de individuos aislados con móviles extraños. Mención aparte merece el terror que causó en 1995 la secta religiosa Verdad Suprema que esparció gas sarín en cinco céntricas estaciones de metro en Tokio con un balance de una docena de muertos. Sus responsables y su líder fueron detenidos, juzgados y ahorcados. La pena capital sigue vigente en Japón. En los 70 y 80 del siglo pasado siguiendo el ejemplo de la Baader-Meinhof apareció el autodenominado Ejército Rojo Japonés. Una de sus fundadoras, enferma de cáncer, acaba de ser puesta en libertad tras más de dos décadas de cárcel.    

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