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Saliva: sus beneficios y qué pasa cuando es poca (o demasiada)

Es un humectante natural que secreta nuestro cuerpo, fundamental por muchos motivos, y del que desconocemos sus beneficios a menudo

Saliva: sus beneficios y qué pasa cuando es poca (o demasiada)

Una mujer se muerde un dedo. | Freepik

Parece que pasa desapercibida, pero la saliva es fundamental para nuestro organismo. Si nos basamos en ese aforismo de que la salud entra por la boca, su primer ‘portero’ es la saliva. Sin embargo, es habitual que la despreciemos o que no sepamos realmente cuál es su importancia o funciones.

También que no sepamos qué puede pasar cuando producimos poca saliva. Incluso qué podría significar el hecho de producir mucha saliva. Conformada prácticamente por agua, la realidad es que la saliva tiene pequeñas cantidades de elementos antibacterianos, proteínas, minerales o enzimas.

Puede que a bote pronto no parezca relevante, pero lo es, y mucho. La saliva es un germicida de primer orden, razón por la que la necesitamos para combatir el mal aliento. También es guardaespaldas de nuestro esmalte dental. Por eso, secretar saliva —que depende de tres pares de glándulas salivales mayores y de muchas otras glándulas menores— es clave.

Lo cierto es que la mayor parte de este trabajo recaen en esos tres primeros pares. Parótida, sublingual y submandibular son los nombres de estas glándulas que abarrotan nuestra boca y la humedecen. Curiosamente, esta humectación es una de sus tareas principales, razón por la que también salivamos al pensar en comida o al olerla, siempre dispuesta a que este líquido elemento nos eche una mano.

Para qué sirve la saliva

Una mujer secreta saliva al morder una manzana
El concurso de la saliva es clave para una correcta digestión. | Freepik

Son muchos los estudios que avalan las virtudes de la saliva y de su utilidad para nuestro organismo. De hecho, es la salud bucodental la primera beneficiada de este líquido del cual producimos hasta cuatro litros al día, aunque no nos demos cuenta.

En esencia ejerce como paragolpes entre nuestros dientes y las bacterias que proliferan por la boca. No en vano, también contiene agentes antimicrobianos que las elimina, previniendo ciertas enfermedades. No menos importante es tener en cuenta que además arrastra pequeños restos de comida que pudiéramos tener en la boca, muchos de los cuales sirven como alimento para las bacterias que luego generan la caries.

De la misma manera, la saliva neutraliza la excesiva acidez de la boca, pues es un compuesto alcalino. Esto permite que el esmalte dental no sufra demasiado, reparando además la superficie del diente a través de la remineralización. Para esto se vale de los minerales que en ella se encuentran presentes, reparando esta parte exterior del diente.

Como resulta también evidente, la saliva es además la primera aduana de la comida en el sistema digestivo. Motivo por el que se debe presentar a la enzima amilasa, que se encarga de descomponer el almidón, la maltosa y dextrosa en otras moléculas de menor tamaño. A ello debemos sumar la labor hidratante y humectante de la saliva, que permite que el bolo alimenticio se pueda tragar más fácilmente.

Los riesgos de secretar poca saliva

A medida que envejecemos, solemos producir menos saliva por cuestiones naturales, aunque también puede deberse a otras patologías. Esta es la razón por la que hemos de presentar a la xerostomía, que más normalmente se conoce como boca seca, y que no es otra cosa que un déficit de saliva.

Una mujer saca la lengua
La saliva es fundamental para tener una buena salud bucodental. | Freepik

Cuando esto sucede, somos más propensos a tener enfermedades bucodentales como caries, gingivitis, periodontitis u otro tipo de infecciones, ya sean por bacterias, levaduras u hongos. Además, se dificulta la deglución y el mal aliento empieza a ser un problema recurrente.

También podemos secretar menos saliva por otras cuestiones, incluida la diabetes o ciertos hábitos como el tabaquismo o el alcoholismo. Respirar por la boca o no ingerir suficientes líquidos también reducen su volumen, así como algunos fármacos que predisponen a la sequedad bucal.

En el extremo opuesto encontraríamos a la hipersalivación, que también es un problema, y que puede deberse a diferentes factores. Mononucleosis o infecciones sinusales, amigdalitis, acidez estomacal o trastornos nerviosos que afecten a la deglución podrían estar detrás de este incremento de saliva. Aunque no suele ser grave, este exceso supone un riesgo añadido de aspiración salivar hacia los pulmones, lo cual en personas que tengan problemas con reflejos corporales —como los enfermos de Parkinson, ELA o de esclerosis múltiple— podrían entrañar complicaciones más graves.

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