THE OBJECTIVE
Mi yo salvaje

Córrete, córrete, córrete

«Bajas y subes despacio señalando el camino con una lengua así gorda, brillante y plana»

Córrete, córrete, córrete

Dos personas comparten cama.

Un día como otro cualquiera, de los que luego ya no iban a ser, me cogiste como el que coge un saco de patatas y me abriste las piernas. Primero alzaste mi cadera con el mismo porte que el que tiende con fuerza un mantel sobre una mesa larga. Como el que se arremanga una camisa para ponerse a una tarea que ya era hora de ser ejecutada, me miraste el coño a la distancia que se mira un insecto y decidiste por donde ibas a empezar. 

Yo le pongo voz al momento y en él dices algo así como que tienes prisa por irte y que para poder hacerlo requieres de minuciosidad y acierto. Y acertaste;  la precisión fue tal que mi clítoris respondió en el lenguaje presto de las lenguas comerciales. Una mezcla de esperanto e inglés que te hacían nudos de imperativos en la lengua: «Córrete así, córrete ahora, córrete, córrete, córrete». Con tu boca enfrascada en absorberme el coño por partes, tus ojos toman un halo diferente. El gesto te alarga los músculos de la cara y tu mirada cobra cierta tensión al ser mantenida desde ahí.

Te miro. Me dejas ver la lengua unas veces, ancha y plana, que lame de abajo arriba en lo que me parece que es un acto sin prisa. En mis pajas, tu lengua  tiene un primer plano que llena la pantalla de un cine de los antiguos, de los de largas líneas por innumerables filas, en los que el único público soy yo. Como si te mirara con una lente de aumento y fuera capaz de ver cada papila y surco, el brillo de la saliva, el golpe y su intención. La venero, a tu lengua, y anda chupandome a mí. A mí que no soy yo en lo limpio;  a mí que soy desde lo que se moja y huele, desde lo que se esconde y emana.  Me chupas a mí que soy coño y desde el coño me llega que comes lo que soy yo, esa mí. 

Bajas y subes despacio señalando el camino con una lengua así gorda, brillante y plana. No me buscas desde la punta, como si fueran dos dedos que cogen un objeto desagradable. Estás amorrado y la lengua entera baja y sube. A veces se te cierran los ojos. Uno cierra los ojos para degustar un pastel o un trozo de carne suculento y eso me parece que te parece; y lo que me parece que te parece me gusta; y lo que me gusta pensar que es me da un calambre que nace justo por donde pasas y crece y crece desde ahí. 

En un momento recoges la lengua como un camaleón que ya cazó. Y son entonces tus labios los que marcan el cerco de los míos para comenzar a succionar. El gusto que se expandía en las extremidades como serpentinas que se alargan y encogen ya no toca; desaparece para concentrarse en un solo punto que sí tiene vía de salida.

Cierras los ojos de nuevo y tus manos me han agarrado mejor las caderas. En este punto, podrías tirarme de cada pierna y separarlas del todo , como el desmembre de un pollo asado. Mi culo pide que le metan gloria, mi vagina también. Se encogen juntos y palpitan como interrogaciones quejicas que comparten el malestar del vacío. Tu boca a lo suyo, en la intermitencia de este ritmo que a la vez tiene un compás ajustado; lo justo como para saberse esperado y lo justo como para que la repetición no adormezca la espera. Eres un chupón que desatasca el lavabo, una ardilla, una cobaya, un hurón narigón que roe para cavar y entrarme desde ahí. Yo el clítoris y la uretra los siento como uno y mi sensación es que me mamas como una pajita que te dará zumo tras el esfuerzo y empeño.  

Silencio, el cuerpo se me llena de aire. Se me llena el cuerpo de aire y el calambre me aparece desde el rabo de perra que perdieron mis antepasados. No vayas a parar ahora, que mi silencio no te despiste ahora que se ha iniciado la cosquilla medular. El calambre se dispara, viene del coxis y sube por cada lado de los labios como una corriente que se bifurca por el cableado hasta llegar al objeto que tiene que encender. Me da tiempo a sentirlo lento, como miles de hormigas en procesión. El tacto de la lengua se hace más preciso y la oración de que nada cambie aprieta más el rosario. Que nada cambie, sigue suave; cualquier impacto ahora me cortará como un rayo por la mitad y yo quiero subir entera a la nube. 

Y entonces el calambre logra unirse; llega a multiplicarse por diez; en el calor de tu boca revienta; estoy contenta porque es la tuya; estoy contenta porque estás ahí; me podría mear en ese momento porque es lo único que me puede salir para sentirme más dentro pero no hace falta porque no te vas. No te vas, sigues amorrado percatándote de que me estoy corriendo , aflojando la succión y la lamida, pero sin separar la mandíbula que me aprieta fuerte como un tiburón. No te vayas ahora que el calambre me espasma desde ti hasta no sé donde, a un érase una vez, como el principio de un cuento que termina bien.  Mi cuerpo entero es un globo que se hincha y anda volando como la alfombra mágica; mi cuerpo entero es una corriente eléctrica; mi cuerpo entero es una tela de araña que grita sin palabras no te vayas jamás de los jamases porque no quiero estar en ningún otro lugar en el que no estés.  El calor de tu boca me reconforta y el abdomen se me troncha porque no tengo carne que albergue tanto ese todo. Y desde ese lugar tan alto, el globo cae, el frío llega, la risa asoma y las lágrimas se tragan. Quiero abrazarte la cabeza en mi vientre, enredarme en tu pelo, oírte respirar y que el timbre de tu voz me calambree de nuevo hasta que un fundido en negro termine esta historia así, sin final.  No te vayas, por favor, no te vayas. 

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