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Capital sin reservas

El acordeón fiscal de María Jesús con los Presupuestos por Montero

La ministra de Hacienda estira las cuentas públicas prorrogadas de 2023 al servicio de los intereses que marca Moncloa

El acordeón fiscal de María Jesús con los Presupuestos por Montero

María Jesús Montero. | Archivo

A Pedro Sánchez sus cómplices catalanes de Gobierno le han vuelto a jugar una mala pasada. Se creía el jefe del Ejecutivo que con la ley de Amnistía iba a obtener por el mismo precio una garantía de estabilidad parlamentaria mediante la aprobación de nuevos Presupuestos del Estado válidos, en el peor de los casos, para este año y el próximo 2025. Al contrario, la introducción de la tal medida de gracia en el Congreso de los Diputados ha sido el detonante para la convocatoria de unas elecciones autonómicas en Cataluña que eliminan cualquier certificado de apoyo a las cuentas públicas en España. El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, en su condición de paladín oficial del movimiento secesionista, ha puesto en evidencia la ignominia de una política manejada a modo de un juego de pillos en virtud del cual una vez conseguido el objetivo se acabó lo prometido.

La víctima directa y propiciatoria del enésimo desaire sufrido a manos de los ‘indepes’ no es otra que María Jesús Montero, sacrificada en el altar de su impostada vicepresidencia primera a la que fue promovida como jefa de filas de la guardia pretoriana que rodea y protege a Sánchez. Después de estar toda la noche nadando en la elaboración de un acuerdo presupuestario, la titular de Hacienda ha terminado ahogada en la madrugada como consecuencia de una decisión sobrevenida en el fragor de la batalla que mantienen entre sí las diferentes fuerzas separatistas de Cataluña y que ha pillado a pie cambiado a toda la legión de estrategas acuartelados en Moncloa. La también vicesecretaria general del PSOE ha quedado claramente en evidencia dentro del partido y el poder que le fue conferido para actuar de contrapeso frente a Yolanda Díaz ha empezado a cotizar también a la baja dentro del principal órgano colegiado del Gobierno.

Es cierto que el Consejo de Ministros no es más que el escaparate del presidencialismo grotesco que ha caracterizado históricamente las relaciones de ordeno y mando oficiadas por cada uno de los dirigentes públicos que han culminado su plan de carrera al frente de la nación. Si acaso Mariano Rajoy pueda representar la consabida excepción y probablemente su desdén por la cosa política explique su triste destino como el único primer ministro depuesto por una moción de censura tras la restauración democrática. Con Sánchez el péndulo de la historia golpea el extremo contrario hasta alcanzar niveles de paroxismo en la sumisión al líder. También es verdad que el taimado juego de alianzas promueve un pequeño oasis de disidencia consentido como recurso al pataleo y exclusivo para aquellos cooperadores necesarios que garantizan la ostentación del poder. Pero eso es fuera del Gobierno porque dentro y como diría Alfonso Guerra todo el mundo ha de saber que quien se mueve no sale en la foto.

Serenata fiscal en el nuevo reino de taifas

El líder socialista ha roto una regla no escrita por sus antecesores que, al margen de su imponderable culto narcisista, trabaron una especial predilección y reconocimiento a la figura de su principal ministro económico, identificado la mayor parte de las veces con el titular encargado de dirigir la Hacienda Pública. Es ilustrativo el caso de Rodrigo Rato cuando animaba a sus directos colaboradores haciéndoles partícipes de su relación con José María Aznar. «Tengo dos noticias que daros, una mala y una buena…», afirmaba el entonces vicepresidente: «… la mala es que tenemos a todos los ministros en contra; la buena es que el presidente está totalmente a favor». Ya le gustaría a María Jesús Montero poder decir lo mismo, incluso ahora que se ha convertido en el látigo de Sánchez contra esa oposición exaltada por los casos de corrupción que acechan por varios y diversos entornos al inquilino de Palacio.

Las revelaciones sobre los datos fiscales de la pareja de Isabel Díaz Ayuso y las insinuaciones sobre el patrimonio inmobiliario de la presidenta de la Comunidad de Madrid han situado a María Jesús Montero al pie de los caballos. Seguro que el presunto ilícito de sus inopinadas manifestaciones públicas quedará en nada como ocurre siempre con las discusiones verduleras que alteran a día de hoy el pulso parlamentario y en las que la interfecta se ha destacado como una experta consumada. Sarna con gusto no pica pero el momento escogido por la ministra de Hacienda para ejercitarse con su desaprensivo ‘y tu más’ como desaforada guardaespaldas de Sánchez no parece ahora el más adecuado. Precisamente cuando las fuerzas separatistas de Cataluña y el País Vasco, cada una a su modo y manera, están lanzadas como posesas al abordaje del erario público de la que ella es la principal administradora.

El talante procaz y jacarandoso con que se las gasta la titular de Hacienda no se compadece con el celo fiscal que se supone de la principal celadora de la caja estatal de caudales. La política transversal que la doctrina monclovita ha ensalzado al uso y disfrute del cervantino bálsamo de Fierabrás canaliza las reivindicaciones separatistas como si fueran instrucciones de obligado cumplimiento. La ministra solo tiene que tirar de calculadora y estirar a su antojo las cuentas públicas hasta satisfacer las insaciables reivindicaciones de las fuerzas centrífugas que tratan de convertir España en un nuevo reino de taifas. Para eso se inventó el concierto económico que el Gobierno, ni corto ni perezoso, dice que va a extender al conjunto de las regiones en una estridente serenata en la que cada compositor autonómico actuará con arreglo a su propia partitura.

Un cajón de sastre para hacer un ‘traje’ a Telefónica

Algunos incluso se han apresurado a tocar el pito aprovechando el ruido atronador en que se ha convertido la vida política. Es el caso del ministro transformista y digital, José Luis Escrivá, quien se ha sacado de la manga una nueva entidad pública para hacerse notar como cabeza visible en el desarrollo de la llamada tecnología punta que, como todo el mundo sabe, es la que acaba en pico. La propuesta venía amparada en la conveniencia de justificar de alguna manera ante Bruselas el asalto a las grandes corporaciones privadas en las que Sánchez se ha propuesto entrar como elefante en cacharrería. La creación de la flamante Sociedad Española para la Transformación Tecnológica (SETT), dotada con 20.000 millones de balance, constituía a juicio de su promotor una especie de sortilegio para hacer efectivas las futuras inversiones financieras en las grandes empresas del sector, pese a no disponer de nuevas partidas presupuestarias al efecto.

La Comisión Europea está ahora de brazos caídos ante la cita electoral de primeros de junio y la ocurrencia de Escrivá ha sido conjurada por vía rápida desde Moncloa con el desembarco accionarial en Telefónica esta pasada Semana Santa. Como en el Tiburón de Spielberg la operadora que preside José María Álvarez-Pallete ha sido la primera en recibir el mordisco del Estado con las fauces del llamado Capítulo 8 presupuestario. Una singular transferencia a la SEPI de hasta 2.000 millones, será por dinero, que estaban destinados originalmente a otros menesteres, incluyendo la financiación de comunidades autónomas y corporaciones locales, y cuyo trasvase, lejos de ser adoptado por acuerdo parlamentario, responde a un mero capricho gubernamental. A Telefónica le van a hacer un traje político utilizando el cajón de sastre de unas cuentas públicas que, para más inri, vienen prorrogadas del pasado año. Está claro que la ministra de Hacienda, abducida en su papel de supernova al servicio del gran truchimán socialista, se ha puesto definitivamente los Presupuestos por Montero.

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