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Opinión

¿Por qué nadie hizo caso a Mazón cuando no quiso que las gimnastas posaran de rodillas?

«Conviene que se le dé una vuelta al concepto visual de las recepciones oficiales, que son un horror»

¿Por qué nadie hizo caso a Mazón cuando no quiso que las gimnastas posaran de rodillas?

Posado del president de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, con el equipo de gimnasia rítmica de España. | Redes sociales

La marejada del caso Rubiales no ha cesado y entre los daños colaterales generados por la tormenta mediática quedan unos ánimos exaltados y una sensibilidad exacerbada para con los besos, abrazos y cualquier otro gesto dedicado a las deportistas españolas. Éramos pocos y parió Carlos Mazón con un posado con la selección de gimnasia rítmica: el president de la Generalitat Valenciana, de pie, en el centro; las campeonas rodeándole, algunas en primera fila, de rodillas. La composición es un clásico del género, foto oficial, exigido por un protocolo que sitúa al mayor cargo de representación en un primer plano, como protagonista absoluto de un momento en el que, en realidad, y eso lo sabemos todos, las verdaderas protagonistas son las deportistas. Pero es una foto institucional: las campeonas siendo recibidas por el presidente o el presidente recibiendo a las campeonas —léase y dígase como uno quiera—, que se hubiera realizado de igual manera con un equipo masculino (en esos casos, ellos suelen hincar una rodilla, no ambas).

Al margen de cualquier interpretación ideológica que hagamos posteriormente, la foto es un espanto. Y, francamente, resulta ya algo rancia esa visión del poder que sitúa al Molt Honorable en el corazón de una gesta que no le pertenece: el poder político debe reconocer el valor y los méritos de la sociedad civil sin que ésta tenga que ponerse de rodillas para la posteridad. Que no estamos en la Edad Media. Conviene que se le dé una vuelta al concepto visual de las recepciones oficiales, que son un horror. Hablamos de una cuestión estética, aunque ética y estética vayan en ocasiones de la mano: no podemos justificarla con la clásica excusa de que «siempre se ha hecho as». Bueno, antes también quemábamos a la gente en hogueras y tirábamos cabras desde lo alto de los campanarios y ya no lo hacemos, no lo vemos bien. Como se puede apreciar, hemos evolucionado un poco.

Seguramente guiados por la costumbre, pero ajenos a las realidades que vive el país y las sensibilidades de cada momento, lo que llama la atención es que nadie del equipo de protocolo de la Generalitat Valenciana se diera cuenta de que no era precisamente el mejor momento para hacer una foto así. No hace falta ser un lince para intuir que alguien, y cuando digo alguien no solo me refiero a la oposición, sino también en las redes sociales convertidas en una jungla ávida de detalles intrascendentes con capacidad para convertirse en escándalos abisales, podría interpretarla como la enésima humillación del patriarcado a las mujeres. Nadie, salvo el propio Carlos Mazón.

«Descontextualizada, la foto es un arma arrojadiza de calado ahora que todo es material para la batalla dialéctica»

Hay un vídeo que inmortaliza toda la secuencia. Desde un primer momento, el president muestra su incomodidad por la situación: «Si nos tendríamos que agachar nosotros. A mí me sabe mal que ellas estén así, arrodilladas». A medida que pasa el tiempo, insiste visiblemente molesto: «No se puede, oye, así no podéis estar. Tendríamos que estar nosotros delante, agachados. Las campeonas sois vosotras. Esto no puede ser así». Su voz denota el verdadero malestar que le genera el momento. Pero la foto no solo se hizo, también se distribuyó y ha corrido como la pólvora en las redes sociales que, de nuevo, han mostrado su frontal rechazo a lo que la imagen transmite, esa suerte de sumisión femenina ostentada por el macho alfa que acapara la atención de la cámara. El error ha sido mayúsculo. Descontextualizada (en estos tiempos de consumo rápido de información, nadie explica la intrahistoria de un posado, menos aun si con ello desactiva la crítica política), la foto es un arma arrojadiza de calado ahora que todo es material para la batalla dialéctica. Que no sea justo es lo de menos, lo importante es el daño causado al enemigo y la munición con la que se refuerza el bando que la usa.

«El protocolo hay que cambiarlo», decía el propio Carlos Mazón cuando protagoniza el momento. Y tiene toda la razón. Es más, alguien de su equipo podría haber reaccionado con la misma inteligencia y haberla eliminado para enviar, en su lugar, otra más informal, menos protocolaria, sí, en la que es el presidente de la Generalitat quien se arrodilla junto al equipo femenino, eufórico, en una imagen que transmite cercanía y orgullo: «Arrodillado estoy yo», decía entre risas en otro posado, el que teníamos que haber visto. Porque ésa era la foto.

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