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Opinión

Los días de Ancelotti

El valor de la trayectoria de Ancelotti y la categoría de sus conquistas no dejan de ser el pasado, por eso, más allá de lo que le depare este curso 23-24, su próxima decisión trascendental será el viaje a Brasil

Los días de Ancelotti

El entrenador del Real Madrid, Carlo Ancelotti, durante su investidura como doctor doctor Honoris Causa por la Universidad de Parma. | Europa Press

Hay voces blancas y no tan níveas que predicen el futuro madridista con claridad meridiana. El rector de la universidad de Parma, Paolo Andrei, coloca a Carlo Ancelotti al frente de la selección de Brasil a partir de junio del 24 sin que éste mueva la ceja. José Manuel Otero Lastres, jurista reputado, escritor, articulista y directivo del Real Madrid, pronostica la llegada de Mbappé para cuando, probablemente, el inquilino del banquillo ya no sea Carlo sino Xabi Alonso o quién sabe si Raúl, el perejil de todas las salsas al suscitarse el cambio de entrenador en algún equipo de Primera. Sea cual fuere el destino de la perla negra del PSG, lo que parece inevitable es que Carletto, cumplido su contrato, hará las Américas sin tránsito felliniano; será el protagonista triunfador y amable de «Los días de Ancelotti», en las antípodas de la intrínseca bondad de su compatriota Giulietta Mesina en La Strada o Las noches de Cabiria, porque la profesión de entrenador, y más en el Bernabéu, no es para almas cándidas ni espíritus pusilánimes. 

El Real Madrid, hoy en la cresta de la ola de cualquier clasificación, hace tiempo que dejó de preocuparse por el marketing del Manchester United y su repercusión empresarial y mediática. Al arrebatarle a David Beckham conquistó el mercado asiático, donde Florentino Pérez, de la mano del caballero inglés y los galácticos, abrió puertas y ventanas; a continuación, Ramón Calderón mediante, le arrancó parte del corazón y de su pujanza deportiva cuando cerró la contratación de Cristiano Ronaldo. Dos operaciones, dos éxitos sin precedentes. Beckham multiplicó el valor del «mejor club del Siglo XX» y CR su competitividad, estimulado por la presencia de Messi en el Barcelona. 

La «Séptima» engrosó la Sala de Trofeos empujada por Jupp Heynckes, quien anticipaba su dimisión con la «orejona» incandescente. Continuó la epopeya Vicente del Bosque («Octava» y «Novena»), nunca suficientemente valorado en el club pese a la larga historia que los une. A partir de ahí, experimentos efervescentes con entrenadores dispares. Primero, Queiroz: a los cuatro meses de su fichaje reconoció FP a Valdano: «Jorge, con Queiroz nos hemos equivocado». Le siguió un desfile polícromo e interminable: Camacho, García Remón, Luxemburgo, López Caro, Capello, Schuster, Juande Ramos, Pellegrini, Mourinho… Con la contratación de «Mou» se pretendía recuperar la férrea disciplina de Clint Eastwood. «Soy el sargento de artillería Highway. He bebido más cerveza, he meado más sangre, he echado más polvos y he chafado más huevos que todos vosotros juntos, capullos». A priori, era el tipo ideal para contrarrestar el efecto Guardiola. Más allá de algún arañazo o de la ruptura del «puente aéreo» que estuvo en un tris de reventar la armonía de la Selección y por añadidura sus grandes éxitos, más allá de la humillación a Casillas y los duelos y quebrantos en la sala de prensa, con él llegó el escándalo, pero no la «Décima», producto del volantazo que supuso relevar al volcánico Special One por Carlo Ancelotti, templanza y sabiduría: «Dos cosas te definen, la paciencia cuando no tienes nada y la actitud cuando lo tienes todo».

«Cuando vuele, Ancelotti dejará la impronta de su educación, sus conocimientos y el libro que escribió tras su primera peripecia madridista: ‘Liderazgo tranquilo’»

«Es imposible aprender cuando no tienes buena cara. ¡Pon buena cara!», espetó Tony Nadal a su sobrino. Rafa no necesitó más consejos para ganar en Wimbledon «el partido del siglo» a Federer. Con Ancelotti en el vestuario, el gesto de los jugadores, que no era feroz sino amargado, mutó y la realidad de una plantilla pródiga en talento obtuvo la recompensa: la ansiada «Décima». Como no repitió suerte, un año después ocupó su puesto Rafa Benítez, quien tras siete meses de luchar contra el ego de Cristiano fue despedido. Entonces la luz se hizo con Zidane: «Undécima», «Duodécima» y «Decimotercera». Abrumado por la histórica gesta y la presión del club, decidió tomarse un periodo sabático. Le sucedieron Lopetegui (137 días) y Solari (132). Sólo 284 días después atendió al SOS de Florentino y regresó. Su segunda etapa la saldó con la Supercopa y la Liga. Insuficiente. Entonces fue el teléfono de Ancelotti el que sonó. Carlo firmó tres temporadas a partir de junio de 2021. Volvió a tocar pelo a la primera: cayó la «Decimocuarta», también un Mundialito y la Copa. Carletto lo ha ganado todo en el Madrid y es el único técnico con Ligas en España, Italia, Inglaterra, Alemania y Francia, y el único con cuatro Champions, dos con el Milan y dos con el Real. El valor de su trayectoria y la categoría de sus conquistas no dejan de ser el pasado, por eso, más allá de lo que le depare este curso 23-24, su próxima decisión trascendental será el viaje a Brasil para entrenar a la verdeamarela

Cuando vuele, gane otra Liga o no, sume la «Decimoquinta» o se plante, dejará la impronta de su educación, sus conocimientos y el libro que escribió tras su primera peripecia madridista: «Liderazgo tranquilo». Son tantas lecciones… «El Madrid no es un club para echar raíces». Ratifica los temores de cualquier técnico: «En el Real Madrid no es posible completar una temporada sin ganar un trofeo». Priman «los datos», por eso su primer ciclo «fue más breve de lo que había esperado, pero también más largo de lo que creyeron otros colegas». Supo que lo contrataron por su «capacidad para calmar la situación en un club mediante la construcción de relaciones con los jugadores, que es una de mis fortalezas». Mourinho y la tierra quemada fueron el punto de partida. «Me contratan para ser amable y tranquilo con los jugadores y luego, a la primera señal de problemas, ésa es la característica que señalan como el problema». ¿Y su relación con Florentino?: «Conmigo llegaba la que según él era la sosegadora presencia de un ‘pacificador’. Tuvo para mí muchas palabras amables, pero yo sabía que había sido responsable de la contratación y despido de varios entrenadores».

Ítem más: «Si el presidente decide traspasar a Xabi Alonso, también tendré que aceptarlo. ¿Quería yo vender a Alonso? Naturalmente que no, pero mi trabajo era que el equipo funcionara. Pérez estaba empeñado en su ‘era galáctica’ en fichar a las mayores y más caras superestrellas del fútbol mundial, así que llegaban y se iban jugadores que a lo mejor yo no habría elegido, pero mi obligación era que el equipo funcionase con los activos que se me daban». Para muestra, otro botón. El agente de Bale se quejó a Florentino de que su cliente no jugaba en la posición idónea. Ancelotti: «Bale tenía cualidades fantásticas, de categoría internacional, y lo único que hacía yo era ayudarlo a comprender toda la fuerza que poseía. Y, por cierto, yo estaba más cualificado que su agente o que el presidente para ayudarlo en ese aspecto». Su teoría: «Tu trabajo no es motivar a los talentos –ellos deben encontrarlo dentro de sí mismos–, tu trabajo es no desmotivarlos». En esa tesitura se encuentra ahora con Modric, un «chaval» de 38 años que quiere jugar todos los minutos de todos los partidos. Lo tiene crudo y puede que busque una salida en enero. Carletto, que no es Giuletta Mesina sino un sargento de hierro con buenos modales, le abrirá la puerta.

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