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El fin de la improvisación

La mayoría de las actividades relacionadas con la cultura o la gastronomía exige actualmente programar y reservar

El fin de la improvisación

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Era un valor de los más aguerridos y románticos, pero, como muchas otras aptitudes, la improvisación ha caído en franca decadencia. Hoy en día, muchas de las actividades relacionadas con el mundo de la cultura o la gastronomía requieren un guion previo antes de ser ejecutado. Programar y reservar. Sin ese apunte, lo más probable, será que no encuentre mesa en el restaurante para la cena, ni entradas para el cine, la exposición de turno o el concierto de moda. Todo está petado, especialmente los fines de semana. Y no solo en las grandes ciudades. Tras los nuevos hábitos de consumo emerge la tribu de jubilados en buena forma física, con dinero y enamorados de la vida. Ahora todos diseñamos nuestra agenda en el teléfono móvil. Nuestros hábitos de consumo dependen cada día mas de ese invento tecnológico que, además, sirve para hablar, hacer fotos y grabar videos que dejen constancia de esos momentos únicos.

Jueves, 11.30 horas, la cola para visitar la exposición de Chagall, en la madrileña Fundación Mapfre disuade de la espera a las consumidoras de arte poco previsoras. Bajo el sol de primavera se distinguen  dos colas para entrar en el jardín que da acceso al edifico: primero los visitantes con entradas online y luego los que esperan su turno para adquirir la entrada física en taquilla. Entre el público hay mayoría absoluta de mujeres y mucho pelo blanco. La escena ni es nueva ni novedosa. 

Fuera del ámbito de los museos la situación se repite. «La venta anticipada ha crecido mucho», asegura una fuente de los Cines Renoir, pioneros en estrenos de películas en versión original en Madrid y Barcelona. Para facilitar la adquisición en línea han adelantado las programaciones semanales. Incluso se ofertan las entradas a un precio más económico si opta por la compra anticipada. La presión digital aumenta a medida que un filme se convierte en éxito de taquilla. La segunda parte de Dune, Pobres Criaturas o La estrella azul, una ficción sobre el aprendizaje musical que se mueve por el boca-oreja, son los estrenos en alza de esta temporada.

Claro que el precio como reclamo también apremia. Los días del espectador, lunes y miércoles en estas salas, se cuentan entre los más solicitados por los cinéfilos. Eso sí, todavía queda algo de margen para la espontaneidad: si desea ver la película de una forma tranquila, sin gente a su alrededor comiendo palomitas, acérquese al pase de las cuatro de la tarde y compre su entrada de forma física. En cualquier otro horario, en taquilla, 20 minutos antes del inicio de la película en hora punta, con suerte, se sentará en la fila uno y saldrá con una bonita tortícolis. 

Y lo mismo para el teatro o la música en vivo. En ambos casos se publicitan las giras y se reservan entradas con meses de antelación. Los precios no parecen disuadir a los internautas. Una vez efectuado el pago, todo queda almacenado en el móvil. Nada de entradas físicas para coleccionistas. Un espacio multiusos como el WiZink Center madrileño, especializado en eventos deportivos y conciertos (Björk o Rosalía actuaron en el recinto durante su última gira) solo abre las taquillas físicas del local cuando queda alguna entrada para un evento, pero no suele ser lo habitual. «La mayor parte se vende online», dice un portavoz del espacio, con capacidad para casi 18.000 personas. El pasado año, en sus diferentes actividades que incluyen grandes eventos deportivos, acogió 1.971.841 espectadores. 

«Una vez efectuado el pago, todo queda almacenado en el móvil. Nada de entradas físicas para coleccionistas»

Los propios establecimientos disponen en muchos casos de web donde efectuar la reserva al tiempo que crece el número de ticketeras, cuya comisión por la gestión oscila entre el 0,5% y el 10% del precio. Todavía quedan en nuestra memoria imágenes que ya asociamos irremediablemente al pasado. Muchas se apagaron con el siglo XX.  ¿Se imaginan en Estocolmo, donde acaban de aterrizar, arrastrando una maleta por la calle Strandvagen en busca de un hotel con habitaciones libres donde pasar la noche? Si, con suerte, encuentra un alojamiento disponible pagará un precio mayor que el que le ofrecían los buscadores especializados en ofertas de alojamiento.

O piense en algo más sencillo y cotidiano: levantarse un domingo con ganas de tomarse una paella en una terraza de ese pueblo de la costa mediterránea donde pasa el invierno y salir a cuerpo gentil. «¿Tienen reserva?». La pregunta seguida, seguramente, de una respuesta negativa se repetirá en cada uno de los sitios que visite, algunos con horarios de doble turno. No hablamos de fiestas señaladas como la Semana Santa o del mes de agosto, sino de un fin de semana cualquiera y en cualquier sitio. No improvise o se le pasará el arroz.

El uso de internet se ha extendido como herramienta para cualquier actividad o negocio. Consultamos el tiempo, el estado del tráfico, elegimos dónde comer, sacamos entradas para el cine, compramos billetes de tren o avión, reservamos cita médica, pagamos el párking y realizamos gestiones administrativas… ¿Ya reservó apartamento para las vacaciones de verano? Sí, ya se que faltan aun cuatro meses para el ardiente agosto, pero el cartel de «completo» ya parpadea en la nube. La digitalización casi total, habitual en otros países europeos hace unos años, ya ha desembarcado en nuestros hogares. En 2022 el 96,1% de las viviendas de nuestro país disponía de acceso a internet Según datos de la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) el servicio más utilizado fue el correo electrónico seguido de navegar en la red.

«Hasta los artistas callejeros han sustituido el cesto para las propinas por el número de Bizum»

Claro que no todo va a ser sacar entradas para eventos o reservar mesa en un restaurante. Entre las actividades realizadas en internet, la práctica más habitual es la consulta de previsiones meteorológicas, con un 77,9% de internautas, seguida de la lectura de noticias de actualidad, según datos de la SGAE referidos a 2022. Le siguen en el ránking de audiencias consultar mapas y callejeros (71,9%), escuchar música en línea sin descargar (59%), ver películas o series en línea (51,6%), gestiones con la Administración (49%), traducción automática web en otro idioma (40,1%), buscar información de temas de salud (39,9%) y videoconferencias o vídeollamadas (38,3%).

Otra de las tendencias en vías de desaparición será el manejo de dinero en efectivo. Desde la covid-19 el número de pagos en monedas o papel se ha reducido notablemente. Y, cómo no, un gran porcentaje se abonan directamente a través del teléfono. Hasta los artistas callejeros han sustituido el cesto para las propinas por el número de Bizum. Pero ese es otro reportaje.  Disfruten de las procesiones. 

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