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‘Poesía en la tangente’, descubriendo al poeta que habitaba en Leopoldo Calvo-Sotelo

Leopoldo Calvo-Sotelo escribió a lo largo de toda su vida poemas satíricos, semblanzas y odas sobre los más diversos asuntos

‘Poesía en la tangente’, descubriendo al poeta que habitaba en Leopoldo Calvo-Sotelo

Leopoldo Calvo-Sotelo y Adolfo Suárez en sus escaños | Foto cedida por José María Calvo-Sotelo

Poesía en la tangente (Editorial Sial Pigmalión, 2022) es el resultado de un trabajo en equipo: el que realizaron los hijos de Leopoldo Calvo-Sotelo cuando, durante el confinamiento, se pusieron manos a la obra para recoger un guante que su padre lanzó en una semblanza autobiográfica (que este libro también recoge): «Tengo en casa cajones llenos de páginas inéditas: desde las primeras a máquina (una Yost de tampón), de hace sesenta años, hasta las últimas en un ordenador. Mi mujer (que me sobrevivirá, como es norma) podría ganar algún dinero publicando, dentro de muchos años, las más impertinentes y políticamente incorrectas y, entre ellas, una ristra de sonetos satíricos, bien medidos y peor intencionados…». 

Dicho y hecho. Jose María, uno de sus hijos, compiló los poemas y los transcribió. Pedro, junto a otros hermanos, escribió notas de contexto a cada uno de ellos y a Andrés se le ocurrió el título:  «Luego le preguntamos a nuestra madre, lo leyó todo y nos dijo que adelante, que le parecía fenomenal. Ella le pidió a Pedro de Silva, que es poeta también, el prólogo, y él lo presenta muy bien en sus distintas dimensiones», me comenta Pedro Calvo-Sotelo durante nuestra entrevista. 

 Leopoldo Calvo-Sotelo
Imagen de ‘Poesía en la tangente’ de Leopoldo Calvo-Sotelo vía Editorial Ex Libris Pigmalión.

Efectivamente, en el libro podemos leer un prólogo de Pedro de Silva Cienfuegos-Jovellanos, político y escritor, y un estudio del poeta Jaime Siles sobre los libros de poesía -unos quinientos, nada menos- de la biblioteca de Calvo-Sotelo, además de las mencionadas páginas dedicadas a su semblanza autobiográfica, en las que podemos repasar todo cuanto Leopoldo hizo a lo largo de su carrera: de formación ingeniero de Caminos, trabajó en la empresa privada durante 25 años, fue después presidente de Renfe y, en su carrera política, ostentó diversas carteras y, finalmente, fue presidente de Gobierno en los albores de la Transición, sujetando un peso enorme sobre sus hombros firmes. Se votaba su investidura cuando Tejero entró en el Congreso decidido a dinamitar la incipiente democracia pero, sofocado «aquel esperpento», como él mismo lo definió, fue investido presidente.

Leopoldo Calvo-Sotelo comprando libros. | Foto cedida por su familia.

Pedro de Silva loa en las líneas que preceden a Poesía en la tangente la capacidad satírica de Leopoldo, al que menciona siempre en siglas: «(…) en las ocasiones en las que LCS muerde lo hace de veras y con el ánimo propio de un mordisco, por más que la propia intención satírica rebaje en ocasiones la mordacidad a sarcasmo». Y elogia también lo que considera son muestras sobradas de «verdadero temblor poético». Varias de sus composiciones refieren con ese pulso poético a los trenes, dejando patente su querencia ferroviaria: «El vapor jadea/ la rueda castiga y el carril aguanta./ La sórdida Renfe va desperezando/ por la geografía de la pobre España/ su decimonónica/ su vieja chatarra».

De Silva incide también en «su versatilidad para abordar como versificador cualquier asunto», pues el libro se divide en tres apartados en los que Leopoldo aborda un espectro amplísimo de temas: el primero, titulado Vamos a hacer la transición, amigos, reúne todas aquellas semblanzas, memorias y sátiras relacionadas con su vida pública y su desempeño político; en el segundo, De enamoramiento agudo, se suceden las composiciones dedicadas a su mujer, hijos, nietos y demás familia; y un tercer libro, Se adivina Bizancio, el turco asoma, recoge los poemas inspirados en los viajes, la amistad y Galicia.

Foto familiar de Leopoldo Calvo-Sotelo cedida por José María Calvo-Sotelo.

Ese primer bloque despunta con el primer poema que Leopoldo conserva, y que resulta curioso en tanto en cuanto lo escribe con solo 16 años y ya es de marcado carácter político: se trata de un soneto en el que dispara mordazmente al entonces delegado del SEU: «Me ofende, sí, el fascismo declarado,/ la retórica hueca, el visigodo/ escalafón, que asciende al más osado». «Él empieza desde niño», empieza comentando Pedro, «lo que es tener un buen profesor, alguien que hace prender en el alumno una afición, en su caso a la lectura y también a la creación poética… Porque él empieza en los colegios, en los institutos, tanto en Ribadeo como en San Sebastián y en Madrid. Incluso publica en el semanario de la zona de la ría de Ribadeo», recuerda. 

«Me ofende, sí, el fascismo declarado,
la retórica hueca, el visigodo
escalafón, que asciende al más osado»

La política corría ya en aquella tierna edad por sus venas, y también la perfección formal que lo acompañaría el resto de su vida. «En mi padre se mezclaban varias aficiones y formaciones. Por una parte, lo que tiene la poesía de matemática: la métrica, las sílabas, los acentos, matemáticamente dispuestos… Y, por otra, una afición musical enorme. El oído que tenía favorecía su creación poética, y a él le daba una enorme satisfacción todo lo que tenía la creación poética de perfección formal», apunta Pedro. «Y luego hay también un grandísimo lector, como dice Jaime Siles en el libro», refiriéndose a los 500 ejemplares de libros de poesía que Leopoldo atesoraba en su biblioteca, entre un total de 12 mil volúmenes. «Y es verdad que están muy leídos, subrayados, con los versos que le gustaban o llamaban la atención. En su poesía respiran las lecturas de otros poetas a los que admiraba, como Góngora, Gerardo Diego, Machado, Jorge Folch…».

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Leopoldo Calvo-Sotelo leyengo Guimarán. | Foto cedida por José María Calvo-Sotelo.

El segundo bloque de Poesía en la tangente compila varios poemas que son verdaderas odas de amor a Pilar, su mujer, como el romance que le leyó en una de las concurridas y animadas cenas que la amplia familia celebraba en Nochebuena en su casa de Somosaguas (Madrid): «Y es que, en casa, esta señora/ tan principal y aparente/ es la criada de todos, y a todos cuida y atiende./ Si alguno se pone enfermo/ ella es quien tiene la fiebre./ Si a alguno le duele el ama,/ dos almas a ella le duelen».

En el tercero, Se adivina Bizancio, el turco asoma, desfilan los poemas dedicados a sus numerosos viajes, a su tierra natal y a la amistad. Por ejemplo, desde 1936 a 1941, Leopoldo mantuvo «una estrechísima relación con unos marineros de Ribadeo que se llamaban los Tapiegos», originarios -de ahí su apodo- de Tapia de Casariego. Como la poesía fue una constante en su vida, también de muy joven les dedicó estos versos: «Queridos amigos todos/ Penoucos, Pepe y Ricardo:/ ¡qué viajecito Penoucos/ tan al régimen llevamos! Al coche donde nos fuimos/ le trabajaba el caballo». En el comienzo de esta composición, Calvo-Sotelo incorpora un modismo del lugar, «le trabajaba el caballo» que alude a cuando alguien sufre contrariedades o preocupaciones que le tuercen el carácter. Aquí, además, ‘caballo’ refiere a la potencia del motor de esa aventura vivida junto a sus amigos. Así demuestra, a cada poema, que en materia de lenguaje y expresión siempre fue una esponja, y que gustaba de llevar al papel los nuevos giros que, en su transitar, encontraba. 

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«Una niña dijo…» | Manuscrito de Leopoldo Calvo-Sotelo. Imagen cedida por su familia.

¿Y el título, a qué responde? «Se le ocurrió a mi hermano Andrés, y lo saca de una conversación de mi padre en un libro con Marino Gómez Santos, en la que María le pregunta por su afición poética y él dice ‘no creo ser realmente un poeta, me he quedado tangente a esa realidad’. Además es una expresión que refiere a lo que él siempre fue, un hombre de ciencias, de matemáticas». Le pregunto a Pedro cuál es el poema que más le emociona a él: «A mí me gusta mucho Pilar iba delante, es un poema muy bonito», afirma. En él, Leopoldo desarrolla una escena tan costumbrista como tierna: «Pilar iba delante, con los niños./ Desde un lugar muy próximo, inmediato,/ como en el tren parado por la noche,/ me llegaba su voz, clara y distinta/ hablándoles, riñéndoles, queriéndoles». «Mi madre no ha sido nunca de playa, y ella siempre dice que iba a la playa y estaba siempre contando 1, 2, 3… Porque, claro, ocho niños en una playa del norte, con olas, con rocas… Era toda una proeza», me dice entre risas y remembranzas.

«Quizás fue así mejor, porque el talante
 de la moderación y del consenso
que deben ostentar las Transiciones
pide más bien paciencias y humildades,
que son los rasgos de las minorías»

«Y también me gusta mucho el de la Transición, hay condensada ahí mucha biografía y mucha historia», apunta. Y es cierto: Ya lo dijo San Juan: en el principio, que así se titula, es todo un recorrido por la piel de la Transición, en el que Leopoldo deja patente su moderación. Algunos de sus versos dicen, al respecto de que UCD no sacara mayoría absoluta en aquella ocasión, lo siguiente: «Quizás fue así mejor, porque el talante/ de la moderación y del consenso/ que deben ostentar las Transiciones/ pide más bien paciencias y humildades,/ que son los rasgos de las minorías».

En Berlín. | Foto cedida por José María Calvo-Sotelo.

¿Y por qué crees que escribía, y sin cesar, tu padre?, termino formulándole. «La parte satírica de sus poemas son desahogos. La política es siempre un tiempo cruel, ahora tenemos idealizado ese pasado de la Transición, pero tuvo su enorme dureza, como la tiene siempre la vida pública. Entonces en ese momento de dureza, de adversidad, aparece la afición satírica, es un momento de inspiración.  Pero sobre todo con lo que mi padre sentía satisfacción era con la perfección formal de construir un soneto impecable. Ahí detrás hay una habilidad, como le decía su amigo el poeta Muñoz Rojas». 

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