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Historias de la Historia

Un ignorado Japón humilla al Imperio ruso

En 1904 Japón, considerado un país «bárbaro» por la opinión occidental, atacó por sorpresa a Rusia y le ganó una lejana guerra

Un ignorado Japón humilla al Imperio ruso

Ilustración de la guerra ruso-japonesa. | Cedida.

Japón era casi tan desconocido en la Europa de inicios del siglo XX como en tiempos de Marco Polo. Ni siquiera se había estrenado aún Madama Butterfly, la famosa ópera de Puccini, que tras su éxito se convertiría en la forma de acercamiento a lo japonés más popular para el gran público. 

El Trono del Crisantemo, como se llamaba tradicionalmente la monarquía japonesa, había buscado el aislamiento durante siglos. Fue solamente a mediados del XIX cuando los cañones de la US Navy (Marina de Estados Unidos) obligaron a Japón a abrirse al mundo exterior. Precisamente ese choque entre culturas, con la imposición del más fuerte –Estados Unidos- sería la inspiración de Puccini, aunque trasladado de la geopolítica al melodrama. En Madama Butterfly, un marino norteamericano seduce a una muchacha japonesa, la abandona y luego vuelva para arrebatarle el hijo que han tenido. Curiosamente la ópera se estrenó en Milán nueve días después de que comenzara la guerra ruso-japonesa, que significaría la revancha nipona frente a las humillaciones recibidas de «los demonios blancos».

Los japoneses serían capaces de hacer de la necesidad virtud, en 1855, un año después de la apertura obligada por la flota estadounidense, Japón adquirió su primer buque de vapor de los Países Bajos. Pero sería en 1868, con la subida al trono de un nuevo emperador, Meiji Tenno, cuando Japón emprendió decididamente la modernización, en lo que se ha bautizado «la Era Meiji». El emperador desterró de la corte el kimono y empezó a vestir a la europea, pero las reformas fueron mucho más allá de la moda. En un tiempo récord Japón se convirtió en un país industrial, se abrieron fábricas, se construyeron ferrocarriles, se tendieron líneas telegráficas. Se contrató a técnicos y profesionales extranjeros y se envió a jóvenes japoneses a estudiar en las academias militares y navales de Europa y Norteamérica.

Una vez salido de su concha, Japón miró a su alrededor y lo que vio fue a todas las potencias imperialistas. Estados Unidos estaba en Hawai, Guam y Filipinas (donde había substituido a España en 1898), Francia en Indochina, Inglaterra por todas partes. Pequeños países como Holanda y Portugal tenían un imperio entre el Índico y el Pacífico, y hasta Alemania logró, por compra a España, un pied-à-terre en Extremo Oriente, las Islas Carolinas y las Marianas.

La guerra ruso-japonesa dejó boquiabierto al mundo y le avisó que había que tener en cuenta a Japón

Con gran prudencia el gobierno japonés evitaría el choque con las potencias occidentales y se buscó un vecino más débil para iniciar su expansión: China. En 1894 estalló la I guerra chino-japonesa, que Japón ganaría fácilmente, apoderándose de la Isla de Taiwán y las penínsulas de Corea y Liaodong. Había nacido el Imperio del Sol Naciente.

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Pero pese a la intención de no chocar –todavía- con las potencias europeas, Japón se encontró que había un estado occidental que también era oriental, Rusia. El Impero de los zares abarcaba media Asia y llegaba por Siberia hasta el Pacífico. De hecho hacía medio siglo que Rusia tenía una flota y un puerto en el Pacífico, Vladivostok. Pero estaba demasiado al norte y sólo era practicable en verano, en invierno lo bloqueaban los hielos, por lo que la  Armada rusa necesitaba una base más meridional. Aprovechándose de la derrota de China en la guerra chino-japonesa, Rusia se quedó con Port Arthur, en la Península de Liaodong, que también ambicionaban los japoneses.

El 8 de febrero de 1904, sin previa declaración de guerra, la marina de guerra japonesa atacó la base de Port Arthur y, aprovechando la sorpresa, destruyó la flota rusa del Pacífico. ¿Les suena? Es exactamente lo que repetiría en 1941, cuando atacó sin previa declaración de guerra Pearl Harbor y destruyó la flota americana del Pacífico. Japón había adquirido la ciencia y la tecnología de Occidente, pero no sus códigos de conducta diplomáticos o militares.

El paralelismo entre los dos conflictos fue sólo en su inicio. En la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos aniquilaría a Japón, pero en la Guerra Ruso-japonesa fue Japón quien derrotó a Rusia. Los japoneses habían calculado bien, de todas las potencias europeas Rusia era el gigante que tenía los pies de barro. Se pusieron en evidencia las debilidades de aquel inmenso país, de recursos ilimitados, pero gobernado por un sistema autocrático, tan ineficaz como severo. Las corruptelas de aquel sistema se pusieron en evidencia y generaron un malestar que desembocaría en la Revolución de 1905, que fracasó pero que anunciaba ya la Revolución de Octubre de 1917, que trajo el comunismo.

En las Historias de la Historia del pasado 2 de octubre vimos como Rusia había fracasado en cuatro aventuras militares contra vecinos teóricamente débiles en el siglo XX. Esa racha se había abierto en 1904-1905 frente a Japón, aunque en este caso no fuese Rusia quien planease una guerra desigual.

La guerra ruso-japonesa dejó boquiabierto al mundo y le avisó que había que tener en cuenta a Japón. Y estuvo llena de situaciones extravagantes, entre ellas hacer que le diesen el Premio Nobel de la Paz a Theodor Roosevelt, el presidente más belicoso que ha tenido Estados Unidos, el cual medió en las negociaciones de paz. Pero el suceso más asombroso de aquel lejanísimo conflicto es que se fue a luchar, como voluntario en el ejército ruso, don Jaime de Borbón y Borbón-Parma, el último «rey» de los carlistas. Pero esto es otra historia que contaremos en su momento.

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