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Temor en la Fórmula 1 ante un posible calendario de treinta carreras (o más)

Hay más público que nunca, también nuevos equipos que quieren ingresar en la categoría y destinos que desean organizar su Gran Premio

Temor en la Fórmula 1 ante un posible calendario de treinta carreras (o más)

Coches en los entrenamientos del Gran Premio de Italia en Monza. | Hoch Zwei (EP)

Adivinar el porvenir es muy complicado, aunque a veces el futuro deja señales que invitan a pensar por dónde van a ir los tiros, al menos en la Fórmula 1. El temor de muchos, viendo las marcas que dejan palabras y acciones, es que el calendario va a ir creciendo de forma paulatina hasta unas previsibles 30 carreras antes de una década.

Si acabamos el siglo XX con 17 citas, y hoy día andamos en las 23 —el mundial más largo de la historia—, irse por encima de las actuales podría plantear nuevos retos, problemas y quebraderos de cabeza a los responsables. Que haya más pruebas, al menos en principio, puede hasta sonar bien a promotores locales, cadenas de televisión y aficionados, pero hay connotaciones que pueden tornarse en terribles según a quién preguntes. 

Las señales

Desde que los norteamericanos de Liberty Media se quedaron con el negocio, la visión norteamericana de crecer y expandirse es una pauta que ha esmaltado a la categoría. Tras el empujón mediático de la serie de Netflix Drive to survive, las audiencias y popularidad, sobre todo entre los más jóvenes, ha crecido de manera exponencial. Desde el cambio de siglo, el número de pruebas ha crecido un 41%, pasando de diecisiete a las actuales veinticuatro, y de momento, se ha asumido pero no parecen suficientes.

Hay más público que nunca, también nuevos equipos que quieren ingresar en la categoría y destinos que desean organizar su Gran Premio. La Fórmula 1, o esto dice Stefano Domenicali, tiene lista de espera de al menos una decena de destinos que poco menos que entrarían en subasta por acoger una carrera. Vietnam, Sudáfrica, Madrid, Londres, o Colombia están en ella, y en Alemania se vuelve a hablar de una posible alternancia entre las dos pistas que recibieron a la especialidad hasta hace no mucho.

En Estados Unidos siguen brotando ciudades interesadas, que cuando vean la que se va a liar en Las Vegas y la montaña de dinero que van a ganar, gritarán a los cuatro vientos lo del ‘yo quiero’. La Fórmula 1 tiene la clientela sentada en la puerta y a la espera de que se den las condiciones adecuadas. El problema es que ninguno de los que hoy organizan carreras quiere dejar de hacerlo, y que lleguen nuevos pasa únicamente por hacer crecer el calendario. 

Foto local, negocio global

En la visión estadounidense del negocio no ven problema alguno. Tienen a la NBA, la NFL de fútbol americano, la liga de hockey, la de béisbol y todas funcionan con beneficios espectaculares a base de citas y eventos innumerables. La NASCAR, la competición de motor más popular de EEUU, disputa casi cuarenta carreras al año, y esta es la idea que parecen perseguir los propietarios.

El problema aquí es que todos sus ejemplos son de consumo local, en un país extraordinario y gigantesco en todos los sentidos, pero al que se puede ir en coche de esquina a esquina; un empleado medio de la Fórmula 1 que asista a todas las pruebas puede coger perfectamente un centenar de aviones al año, y en muchos casos, el doble. A más carreras, más negocio. En principio todo esto suena bien. Más competición, más promotores felices, los aficionados tienen más oportunidades, las televisiones más audiencia a acumular y más publicidad a emitir.

El problema es otro y bastante más sencillo: las escuderías no dan para tanto. Cuando se pasó la barrera de las veinte carreras comenzaron a notar un agotamiento excesivo en el personal que viaja, alrededor de un centenar por equipo —por normativa, sesenta de manera operativa y en contacto con los monoplazas—. En las últimas carreras del año es habitual ver caras mustias, grisáceas, tras cientos de horas de vuelo, trabajo a horas raras, y el sobreesfuerzo lógico de tanto trajín. 

Cambio de ADN en la Fórmula 1

Los grandes cambios se ejecutan siempre empezando por cosas pequeñas y esto lo sabe muy bien Stefano Domenicali, el rector último de la Fórmula 1. Por eso muchos ven en su última maniobra el principio del fin del actual formato a tres días, para que se conviertan en dos. De forma tradicional y durante décadas, la distribución de las tres jornadas es: entrenamientos libres el viernes, cronometrados para formar la parrilla el sábado, y carrera el domingo.

El viernes es un día de experimentos, pruebas, y reconocimiento, el segundo es para configurar la salida, y el domingo estalla la traca final con la carrera. Desde que llegaron las clasificatorias al sprint, carreras de una media hora los sábados en la que hay reparto de puntos y mejora de posiciones en parrilla, ha habido voces que denunciaban la desvirtuación del conjunto. Lejos de plegar velas y olvidar la idea, este año habrá seis de estas pruebas. 

La última propuesta es la de liquidar los entrenamientos libres de la primera jornada y dejar solo una ‘carrerilla’ similar que conforme la parrilla de salida, con una mayor actividad según avanza el fin de semana. La primera consecuencia es dejar en cuadro la jornada en que menos público hay en los circuitos, que tiende a concentrarse en sábados y domingos. Resulta obvio que a medio plazo, si esta figura acaba siendo aceptada, la jugada sea eliminar el viernes y pasarlo todo al sábado y domingo.

Con esto se ahorrarán un día de trabajo en pista y obtendrían tiempo extra para solventar toda la pesadilla logística que conlleva un evento de este tipo. Si alguien protestase ante ese posible calendario venidero, siempre se podría aducir que con dos jornadas de actividad real sobre el asfalto por cita, se trabajaría menos que con veinticinco a base de tres jornadas. Matemáticamente es cierto. 

A día de hoy esto que planteamos no es una realidad, no existen planes concretos acerca de ello, y ninguno de los actores que deciden estas cosas se ha pronunciado al respecto. Pero la senda que conduce al incremento de pruebas es la sospecha que mantienen muchos y no hace mucha gracia a los participantes: llegar a las treinta carreras en un futuro no muy lejano, hay incluso quien dice que podrían ser más. A más carreras, mayor cantidad de ingresos por canon a los promotores locales, mayor cantidad a cobrar a las televisiones por los derechos y los patrocinadores se encontrarán con su público en mayor medida; más dinero para todos.

Todo suena redondo desde el punto de vista del negocio, aunque en las sedes de las escuderías se echan a temblar. Si la temporada regular ya resulta agotadora para los integrantes de las plantillas, al añadir más pruebas, los equipos tendrán que empezar a incrementar su personal, aumentar los gastos operativos, y la vida se volverá bastante más incómoda para todos.

La serie de Netflix habla de los pilotos, pero no del alto índice de divorcios y problemas familiares que conlleva esta vida para los empleados que viajan por todo el planeta. Es una de las razones por las que la mayoría duran relativamente poco en sus puestos. Pasión y dolor, drama a fin de cuentas, que no sale por televisión y, aunque no se vea, también ocurre.

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