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Ford, Audi o Cadillac quieren sumarse a la fiesta de la Fórmula 1, pero la clave puede ser Apple

El negocio está cerca de duplicar su facturación con respecto a lo que sus actuales propietarios recogieron en 2017

Ford, Audi o Cadillac quieren sumarse a la fiesta de la Fórmula 1, pero la clave puede ser Apple

El piloto de Ferrari Carlos Sainz en el Gran Premio de Japón. | Taidgh Barron (Zuma Press)

La Fórmula 1 está que lo revienta. En 2022 tuvo una audiencia global acumulada de unos 1.540 millones de pares de ojos, y desde 2019 los asistentes a los circuitos han crecido el 37% para alcanzar los 5,7 millones de entradas vendidas. Con semejante quórum, todos quieren meter la cuchara en este pastel.

El tercer deporte más visto del planeta, tras Juegos Olímpicos y Mundial de Fútbol, hierve. El negocio está cerca de duplicar su facturación con respecto a lo que sus actuales propietarios recogieron en 2017, se disputan más carreras que nunca y, ante la oficina que recibe las solicitudes por parte de los circuitos, tiene una cola de ministros a su puerta. Nunca antes se había dado otra circunstancia: ver colgado el ‘no hay billetes’ en unas pocas carreras de un mismo calendario.

Con un panorama así, es lógico que Audi haya anunciado su ingreso en 2026 como equipo inscrito, Ford vuelva a la categoría para motorizar a los flamantes campeones Red Bull, o la categoría esté a punto de dar su bendición a la llegada de General Motors. Estos últimos lo harían de la mano del prestigioso equipo de carreras de la familia Andretti, y con Cadillac como marca representativa. Se rumorea que Hyundai ya pidió precio en su momento o Toyota suspira por volver a los circuitos. 

El negocio chorrea dinero 

La entidad organizadora del mundial de Fórmula 1 pasó de ingresar 2.027 millones de euros en 2021 a 2.430 en 2022. Hay pocos negocios, legales y conocidos, que crezcan un 20% de un año para otro, sin apenas cambios en sus fundamentos. El misterio reside en dos elementos fundamentales: hacer crecer la base de aficionados, y pedir más por lo mismo. 

Esto último no parece ser un problema para los promotores locales, básicamente gobiernos nacionales y regionales, y a las cadenas de televisión. Las operadoras, muchas de ellas plataformas de abonados, obtienen un beneficio dual: dinero y audiencia

Lo primero suele llegar en forma de las mensualidades que pagan los suscriptores. Cada cadena de televisión abona una voluminosa cantidad a cambio de poder manejar los derechos de emisión en su territorio nacional. A cambio, puede hacer uso de esas imágenes con ciertas limitaciones legales. Número de pases, no se pueden revender, o hacerlo en condiciones muy concretas, como emplearlas de forma exclusiva en espacios deportivos o informativos, etc. 

Los gastos de producción de todos los programas relativos, previos, posteriores, resúmenes y los relacionados con enviar a equipos a los circuitos, corren por parte de la cadena. En su voluntad queda poner un comentarista en una oscura sala de locución en su sede o remitir a los circuitos hasta casi cien personas, como ha hecho en alguna ocasión la británica Sky Sports. 

Las emisoras de televisión no venden publicidad; eso es lo que comercializan. Lo que en realidad venden a sus clientes es audiencia. Sus anunciantes miran las cifras y compran espacios antes, durante y después de sus programas de acuerdo con estas cantidades. El problema es que en mercados maduros y avanzados solo con publicidad no se pueden cubrir los gastos que todo el conjunto origina; eso pasó ya a la historia, a menos que se quiera perder una millonada por el camino.

Morder la manzana 

Hay una tercera meta por parte de las cadenas: aglutinar audiencia, pegarle un bocado al mercado de la atención, comerse la tarta de otros. Se sabe que La Sexta, que emitió la Fórmula 1 desde 2009 y hasta 2013, realizó una jugada muy audaz al duplicar el canon que abonaba hasta entonces Telecinco. La cadena de Sálvame abonaba hasta su última temporada 16 millones de euros, y elevó su ofrecimiento hasta 18 como derecho de tanteo. Pero cuando la F1 se encontró que La Sexta ofreció 40 por año, no se lo pensó. A cambio, la cadena disparó sus índices de audiencia media para alcanzar cifras nunca antes vistas, y creció de manera exponencial en el imaginario público. Invirtió su dinero no en ganar aún más, sino en crecer. 

No es la primera vez que se habla de que una gran plataforma de ámbito planetario pudiera hacerse con estos golosos derechos. Se sabe que Amazon ya estuvo en conversaciones hace un tiempo con la Fórmula 1, y Netflix tuvo cierto interés. Pero estas dos plataformas están muy asentadas, tienen un catálogo delirante. Los usuarios suelen bromear con que pasan más tiempo eligiendo qué ver en lugar de estar disfrutando de sus películas y series. Se cree que en su momento no dieron el paso porque de añadir este producto, muy posiblemente recaudarían espectadores que ya tienen. 

Diferenciación 

La política de Apple TV, la plataforma de vídeos asociada a la firma, viaja en otro sentido y se asemeja más a HBO. En lugar de tener muchas opciones, parecen preferir menos producto pero de mayor calidad. Si se hicieran con la exclusiva de la Fórmula 1, tendrían un producto único, sin competencia, y todo aquel que quisiera seguir el campeonato tendría que pasar por ellos. 

A día de hoy el Formula One Group, compañía gestora del campeonato con sede en Londres, se debe a una enorme cantidad de contratos existentes en este sentido, con muchos clientes distintos. De forma paralela, y en algunos mercados emiten a través de su propia plataforma F1 TV o comparten espacio con televisiones que replican la misma señal. Si Apple comprase la totalidad, la exclusividad, sería lógico que hasta la liquidación de estos contratos siguieran con las retransmisiones. Una vez acabada su vigencia —y esto es mera especulación—, de manera paulatina las carreras irían desapareciendo de sus parrillas. La audiencia tendría que contratar el servicio de Apple TV a menos que se repartiesen las emisiones, las revendiesen, o llegasen a cualquier combinación conveniente para ambas partes o de manera preferente las de Apple. 

¿Va a ocurrir? No se sabe. ¿De esta forma? No hay pistas tangibles que lo indiquen. ¿Habría que pagar un suplemento para ver la competición? Lo tendría que decidir Apple. ¿Qué posibilidades hay? Tampoco se sabe, pero hay un hilo del que tirar: el dinero. 

Sigue al dinero

De todo lo recabado en 2022 por la organización de la F1, unos 884 millones de euros fue por derechos de emisión. Se habla, esto forma parte del rumor, que Apple ha ofrecido 2.000 millones de dólares, que son unos 1.900 de euros, el doble. Y es lo que da sentido a todo. La compañía californiana suele acertar en sus decisiones porque se adelanta al futuro. Llega una escudería estadounidense, probablemente con algún piloto local, con tres carreras en suelo patrio y unas cuantas más en proyecto. Esto es solo una señal de unas cuentas, como la llegada de más carreras, más circuitos, más actores, e incluso han puesto el dinero de la película alusiva a la F1 de Brad Pitt. Sin duda, conocen las posibilidades, que no son otras que crecer, y mucho. 

Quien crea que la Fórmula 1 es un deporte, ha de saber que solo ve una parte, y menor, aunque sea la más disfrutable. Es un deporte encerrado dentro de un negocio, y las claves, los ejes de todo no son deportivos, sino financieros. En la pista son monoplazas, ingenieros y pilotos los que hablan, pero los motores suben o bajan de vueltas al ritmo que marca el dinero. Quien haga cuentas sin contar sin esto, es que no lo ha entendido. ¿Veremos la F1 acariciando una manzana mordida? Sí, es posible, pero seguro solo es que ganará Max Verstappen. 

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