THE OBJECTIVE
Economía

La clase media prospera rápidamente a escala mundial, pero decae lentamente en Occidente

Aunque el peso de la vivienda absorbe ya un tercio de la renta disponible de los hogares de ingresos medios, no es la única causa de que no lleguen a fin de mes

La clase media prospera rápidamente a escala mundial, pero decae lentamente en Occidente

Nunca antes se habían vendido tantos coches grandes y lujosos. En la foto, línea de montaje de Toyota. | Jordan Vonderhaar (Reuters)

Cada día resulta más difícil aparcar en el centro de Madrid.

Y no hablo ya de encontrar estacionamiento. Me refiero a que los coches no caben físicamente en las plazas. Los huecos de la mayoría de los aparcamientos se dimensionaron en los años 60 y 70 para unos vehículos bastante menos voluminosos.

¿Por qué nos empeñamos en comprar esos descomunales Toyota, Volkswagen y Mercedes ?

«La vanidad, la envidia, la tontería», me dirán, y sin duda influye. Pero hay algo más, y constituye uno de los motivos por los que la clase media está en Occidente «bajo presión», como titula la OCDE uno de los informes de su serie sobre «las tendencias, causas y consecuencias de la desigualdad».

Clase media emergente

Lo primero que hay que señalar, no obstante, es que, a escala planetaria, la clase media goza de una espléndida salud.

«Casi la mitad de la población mundial ya forma parte [de ella]», escribe Clàudia Canals, economista de CaixaBank Research. A finales de 2018 vivían en hogares de clase media 3.600 millones de personas, casi la mitad de los habitantes de la Tierra. Se trata de un progreso espectacular, porque la cifra se ha duplicado en apenas una década, y no tiene además visos de detenerse, dado el dinamismo de las economías asiáticas.

Otra cosa es, sin embargo, lo que pasa en Occidente.

Clase media, concepto y clases

Aunque el concepto de clase media es muy intuitivo, determinarlo con precisión no es sencillo.

Podría englobarse en ella a quienes se encuentran en el tercio central de la distribución de renta, pero es poco práctico a los efectos de este artículo, porque impediría saber cómo su tamaño evoluciona, dado que, por definición, siempre supondrá el mismo porcentaje: el 30%.

La OCDE considera, por ello, clase media a las familias cuyos ingresos se hallan entre el 75% y el 200% de la renta mediana.

De acuerdo con esta definición, en España representaba al 59,3% de la sociedad en 2017. Es un peso inferior al 65,2% de Suecia o al 63,9% de Alemania, pero superior al 51,2% de Estados Unidos y muy próximo a la media de la organización (61%).

Y es incontestable que se ha estado encogiendo.

La clase media se desgarra

«En los países de la OCDE», se lee en Bajo presión, «la proporción de personas en hogares de renta media descendió en promedio del 64% al 61% [entre 1985 y 2015]. El descenso se distribuyó uniformemente a lo largo del tiempo, a razón aproximadamente de un punto porcentual por década». Se trata de «cambios modestos», salvo en Israel, Alemania, Luxemburgo, Canadá, Estados Unidos, Finlandia y Suecia, donde superan los 4,5 puntos.

¿Y es eso grave?

Cuando los sueldos de los más acomodados crecen más deprisa que los demás, la clase media se desgarra y una parte de ella ingresa en la alta y otra cae a la baja. Es lo que vemos en Estados Unidos, donde entre 1971 y 2021 las familias con ingresos medios se contraían del 61% al 50%, mientras las de ingresos bajos crecían cuatro puntos (25% a 29%) y las de altos, siete (del 14% al 21%).

Si este proceso se mantiene, ¿acabaremos únicamente con dos niveles: una masa proletarizada subyugada por una élite de privilegiados?

La clase media y la democracia

Estos escenarios apocalípticos no son imposibles, pero resultan poco probables en Occidente.

Aunque las fuerzas económicas que gobiernan la asignación de rentas se han revelado poderosas, en los regímenes democráticos los intereses que terminan prevaleciendo siempre son los de la mayoría. En cuanto esta advierte que se empobrece, vota a líderes que adoptan las correspondientes medidas redistributivas.

Por otra parte, el modo en que se reparte la riqueza no dice nada sobre el nivel objetivo de bienestar.

El ciudadano Épsilon puede empeorar en términos relativos porque sus vecinos Alfa y Beta ganen ahora más que él y, sin embargo, prosperar en términos absolutos porque gane más que antes. «A mí no me molestan los ricos», argumenta con buen criterio el catedrático de INSEAD Philippe Aghion. «Lo que me subleva es la pobreza».

Si a Épsilon le va mejor, ¿qué más le da cómo les vaya a Alfa y Beta?

¿Quién mató a la clase media?

Por desgracia, tampoco en este frente las noticias son aparentemente buenas.

«Por término medio», señala Bajo presión, «en los 24 países europeos de la OCDE de los que se dispone de datos, uno de cada dos hogares de renta media manifiesta dificultades para llegar a fin de mes». «Su estilo de vida», coincide Josep Mestres Domènech, economista sénior de CaixaBank Research, «es cada vez más caro».

No hace falta realizar muchas averiguaciones para dar con el principal culpable.

El peso de la vivienda en la cesta de consumo de los hogares de clase media, dice Mestres Domènech, se ha incrementado en 11 puntos porcentuales, hasta absorber un tercio de su renta disponible. Es un bocado importante, pero también otras partidas se han abaratado. Entre la comida y la ropa acumulan un descenso de 10 puntos, lo que prácticamente neutraliza el encarecimiento de los pisos.

¿Por qué siguen sin llegar a fin de mes?

La nueva clase media

Un estudio de JP Morgan sobre el uso que hacen de la tarjeta de crédito las nuevas generaciones revela algunas pistas. Los mileniales (nacidos entre 1981 y 1997) gastan sensiblemente más en «experiencias»: viajes, ocio, salidas a cenar… No es una diferencia baladí: seis puntos porcentuales más.

Y luego está lo que Mestres Domènech llama «consumo de postureo», que es el destinado a «mantener un cierto estatus social»: relojes inteligentes, complementos de marca y esos aparatosos coches de los que hablábamos al principio.

¿Son más frívolas las nuevas hornadas de humanos?

La clase media y los sumerios

La queja de que los jóvenes desperdician «el tiempo en placeres» y han olvidado «las auténticas virtudes» es, literalmente, tan vieja como la civilización.

Figura en las tablillas cuneiformes cuya traducción recogió el arqueólogo Samuel Noah Kramer en La historia empieza en Sumer. «¿Crees que alcanzarás el éxito, tú que te arrastras por los jardines públicos?», le recrimina el padre al hijo que se pasa las horas muertas de risas con los amigotes. «Piensa en las generaciones de antaño, frecuenta la escuela y sacarás un gran provecho».

Más de tres milenios después, tampoco los mileniales pueden sustraerse a la presión de sus pares, y no por mero gregarismo.

Los coches de la clase media

«Un solicitante de empleo», explican los economistas conductuales Frank, Levine y Dijk, «podría vivir más desahogadamente negándose a igualar el gasto de sus rivales en trajes», pero «si lo hiciera, tendría menos probabilidades de obtener el mejor trabajo». Por tanto, «dejarse llevar por los hábitos de consumo ajenos no implica necesariamente miopía [y] puede ser una respuesta perfectamente racional».

La misma lógica reza para los coches.

Si te compras un Honda de una tonelada, deberás «compartir las carreteras con Lincoln Navigators de 2,7 toneladas y Ford Excursions de 3,4 toneladas», lo que te pone en situación de inferioridad en caso de accidente. «Para justificar por qué muchas familias se deciden hoy por [vehículos más pesados], no hace falta suponer que las anima la envidia o cualquier otra debilidad psicológica».

Lo malo es que así es más complicado llegar a fin de mes y aparcar en el centro de Madrid.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D