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La otra cara del dinero

¿Anuncia el bono indio el alumbramiento de una superpotencia económica?

La decisión de JP Morgan de incluir en sus índices la deuda de India podría ser el espaldarazo definitivo a su crecimiento

¿Anuncia el bono indio el alumbramiento de una superpotencia económica?

Una bandera de India. | Maksim Konstantinov (Europa Press)

¿Y si no es China? Tanto tiempo embobados con el gigante que nos iba a devorar y, de repente, llegó el gran sorpaso demográfico: aunque las cifras en estos menesteres quedan muy lejos de la exactitud, la ONU aseguró esta primavera que la India había superado a China como país más poblado del mundo. 1.425 millones de habitantes. Nada menos. 

Por supuesto, la mera acumulación de personal no asegura más que eso: en la India hay mucha. Su PIB está ahora en 3,17 billones de dólares, más o menos al nivel de China… en 2008. Los chinos sobrepasan ya los 17 billones. Pero las sensaciones son diferentes. Como se puede ver en el histórico que ofrece el Banco Mundial, los tiempos en que la economía china crecía a doble dígito han pasado hace tiempo y lo último que han cosechado apenas llega a un raquítico 3%. India, en cambio, sube como la espuma (un 7% el último año).  

En estas páginas ya explicamos los cambios sociales que están impulsando la economía india, con la novela La edad del vicio (Alfaguara), de Deepti Kapoor, como paradigma. También el nuevo envión nacionalista que lo canaliza, representado por el tremendismo más bien naif de la película KKK.

Un tercer actor, quizá el definitivo, parece estar aterrizando definitivamente en estos momentos. La reciente decisión de JP Morgan de incluir los bonos indios a su índice de mercados emergentes puede interpretarse como un espaldarazo definitivo del mundo de las finanzas.  Kenneth Akintewe, directora de Deuda Soberana Asiática de abrdn, no lo duda: con este movimiento, «los bonos indios consiguen su sitio en la mesa de los mayores». 

Las multinacionales ya se animan

Hace tiempo que la India está en el foco de los grandes inversores. Amol Gogate, gestor de fondos de renta variable emergente en Carmignac, consideraba recientemente que «es probable que la India siga siendo la gran economía de más rápido crecimiento del mundo en los próximos años. Es ya una importante fuente de talento tecnológico y habrá aún más demanda de ese talento a medida que se generalice la inteligencia artificial y el aprendizaje automático».

De hecho, las grandes multinacionales se están dejando seducir. En abril, Apple abrió su primera tienda en el país, con una espectacular puesta en escena en Bombay conducida por su CEO, Tim Cook. The Economist respondió publicando un sustancioso artículo titulado «Why Apple is betting big on India?», en el que abundaba en las posibilidades de los nuevos consumidores indios.

Pero las cosas se están precipitando. Recuerda Akintewe que estos últimos «han sido unos meses espectaculares para la India». Primero aterrizó en la luna y luego celebró la reunión de líderes mundiales del G20. Pero, «para los inversores, la noticia más importante ha sido la decisión de JP Morgan». La legendaria financiera estadounidense anunció que incluirá 23 bonos gubernamentales indios por valor de unos 330.000 millones de dólares en su índice a partir del 28 de junio de 2024, lo que colocará al país con una ponderación máxima del 10% en el índice. 

En abrdn lo tienen claro: «Creemos que esto reforzará las ambiciones globales de la India». Porque, si se anima JP Morgan, el resto de la inversión puede venir en cascada. El índice Bloomberg Barclays Global Aggregate Index, por ejemplo, que tienen unos cuatro billones de dólares en activos, también está considerando incluir la India en su cesta. 

Dice Akintewe que el espaldarazo de JP Morgan «debería reforzar la confianza tanto en las divisas como en los bonos. Esto ayudará al país a financiar su posición fiscal, a ampliar la base de propiedad de sus bonos y a mejorar la liquidez». Además, el mayor escrutinio de los inversores que supone también podría «centrar los intentos del primer ministro Modi de reducir el déficit del país». 

Por supuesto, como todo, la nueva posición tiene sus desventajas: una de ellas será «probablemente el aumento de la volatilidad, especialmente si vemos un trastorno macroeconómico». Pero quien no arriesga, no gana… De momento, lo importante es el despegue. «En general, esperamos que los inversores se adelanten a la curva y empiecen a asignar a esta clase de activos antes de la fecha oficial de inclusión, a mediados de 2024. De hecho, existen alrededor de 150 fondos en divisa local de mercados emergentes en la categoría Morningstar y pensamos que habrá una carrera para que estos fondos completen el difícil proceso de registro».

¿Fiebre del oro indio? Primero, en cuanto se aprueben las cuentas, lo normal es que «empiecen a crear posiciones. Esto podría ocurrir en un plazo de cuatro a seis meses para los fondos no pasivos de mercados emergentes. Dado el potencial de los bonos indios, creemos que muchos inversores querrán mantener posiciones sobreponderadas».

La tesis de inversión de los bonos indios

Las cifras de rendimiento hablan por sí solas. Akintewe explica que «en los últimos 10 años, el índice iBoxx India en divisa local ha ofrecido una rentabilidad del 86% en dólares estadounidenses, a finales de agosto de 2023». Una cifra superior a la de los mercados de renta variable emergentes y asiáticos, pero también a la del mercado global de bonos agregados, así como a la deuda general de mercados emergentes.

Por su parte, el Banco de la Reserva de la India ha acumulado unas enormes reservas de divisas de unos 600.000 millones de dólares, unas de las más elevadas del mundo. Las utiliza para gestionar la volatilidad de la rupia, que está cerca de su nivel más bajo en 18 años, el 3,4%. Es mucho menor que la del G10 y la de los mercados emergentes, y la más baja de Asia.

Mientras por aquí seguimos lidiando como podemos con la inflación, en la India alcanzó su punto álgido en 2022 y no ha dejado de bajar. Esto ha permitido al Banco de la Reserva de la India mantener los tipos desde febrero. La inflación de los alimentos ya está remitiendo, gracias a la mejora de las precipitaciones y a la conclusión de la temporada de cosechas. El índice de precios al consumo bajó del 7,4% en julio al 5% en septiembre y todo indica que la inflación alcanzará el 4,5% el próximo año, gracias a los fuertes efectos de base, lo que permitiría al banco central recortar su tipo de interés oficial hasta 100 puntos básicos en 2024.

Un programa de reformas comprometido

Cierto que a la India le queda un largo camino por delante. Las infraestructuras dejan mucho que desear y, sobre todo, el país está muy desestructurado en una miríada de administraciones y regulaciones a veces inconexa. 

Por eso en abren consideran que, quizá el mayor atractivo de la situación actual sea el compromiso del Gobierno con su programa de reformas: «Destaca la relajación de las restricciones a la inversión extranjera y la legislación sobre quiebras. Mientras tanto, el Impuesto sobre Bienes y Servicios ha creado un mercado común en los 36 Estados de la Unión. El resultado ha sido una mayor eficiencia del comercio interior, así como el apoyo al crecimiento de los ingresos y la consolidación fiscal». 

Hablan de la instauración de un «federalismo competitivo, en virtud del cual los Estados tienen más autonomía política, ha aumentado la atención prestada a la competencia local. Esto reduce el despilfarro y mejora la asignación de recursos».

Además, la proverbial habilidad de los indios con la informática puede convertirse en un aliado formidable. Según el Fondo Monetario Internacional, las cuentas bancarias vinculadas digitalmente redujeron drásticamente las pérdidas por corrupción en 34.000 millones de dólares, o más del 1% del producto interior bruto de la India, entre 2013 y marzo de 2021. Por no hablar de los beneficios en el comercio electrónico, ola ampliación del acceso a la banca y al crédito por toda la población.

Pero el gran argumento de la India quizá resida en lo que no es: China. La deriva cada vez más autoritaria y agresiva de Xi Jinping está ahuyentando a los inversores, y la India está atenta al rebote. 

El pasado agosto, un artículo de The Economic Times apuntaba a la misma línea de flotación del gran rival asiático. «El comercio y la inversión chinos se ven afectados por las medidas de la India desde 2020», decía. Comentaba la decisión de la India de aplazar el requisito de licencia para las importaciones de unos bienes muy específicos… con un destinatario muy específico: «Si bien el gobierno indio no ha nombrado específicamente a China, más de la mitad de las importaciones anuales de computadoras personales y tabletas de la India provienen de China. Otras empresas comerciales y de inversión chinas afectadas por las medidas indias desde el año pasado incluyen BYD, Great Wall Motor, Xiaomi y la prohibición de alrededor de 300 aplicaciones móviles chinas».

El diario económico con base en Bombay continuaba dando un contexto algo inquietante a la situación: «Las relaciones entre ambos países se han deteriorado desde mediados de 2020, cuando tropas chinas e indias se enfrentaron en la ALC y murieron 24 personas». La Línea de Control Real (ALC por sus iniciales en inglés) es la denominación de la disputada frontera de facto que divide ambos países. El término adquirió un reconocimiento legal en los acuerdos de 1993 y 1996. 

Los dos países más poblados del mundo llevaban midiéndose las costuras desde finales de siglo XIX, hasta que en 1962 estalló un enfrentamiento armado. La comunidad internacional (y el propio sentido común) puso freno a lo que podría haber sido una guerra descomunal. Hasta ahora…   

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