THE OBJECTIVE
Sonia Sierra

Tetas y pucherazos en el Congreso

«Los ciudadanos nos merecemos algo mejor que un Congreso en el que se dedican a hablar de tetas»

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Tetas y pucherazos en el Congreso

Meritxell Batet. | Eduardo Parra (EP)

Lo que ha sucedido estos últimos días en la política española es para pasar a los anales de los despropósitos parlamentarios. La semana ya prometía cuando empezó con una diputada de Podemos magreándose los pechos desde la tribuna de oradores del Congreso. Es evidente que la sutileza no es uno de los fuertes de Isabel Franco. Claro que la oratoria, tampoco. Mientras se realizaba estos autotocamientos, preguntaba a la bancada de Vox que por qué le dan tanto miedo las tetas –la última memez de la izquierda patria- y justo en ese momento dicha bancada estaba repleta de diputadas que, digo yo, llevarán años conviviendo con sus senos sin temor alguno. Pero no se quedó ahí la cosa, porque la podemita atribuyó a ese partido la responsabilidad de unas palabras de Arcadi Espada, pese a que el periodista se ha posicionado reiteradamente en contra de Vox. La actualidad tampoco se encuentra entre los fuertes de su señoría.

Más allá de la evidente falta de decoro que supone tocarse los pechos en un parlamento, políticos y sindicatos han decidido llevar la tontería al límite con la absurda polémica del Festival de Benidorm. Este festival tiene, como todos, unas bases que los participantes conocen y aceptan. De hecho, ni uno solo de ellos se ha quejado por los resultados y algunas, además, han demostrado su elegancia a la hora de aceptar la derrota y apoyar públicamente a la ganadora. Estas bases pueden gustar más o menos, pero son similares a las de otros países y en 2019 en Italia sucedió algo similar: el ganador del jurado era el tercero en televoto. Allí también hubo polémica, pero nada comparado con lo que ha sucedido en España, donde Chanel tuvo que cerrar su cuenta de Twitter la noche de su triunfo por la avalancha de insultos que recibió.

Resulta que en nombre del feminismo que dicen que representa la canción de Rigoberta Bandini y del «non hai fronteiras» de Tanxungueiras han masacrado a una mujer de origen cubano. Lo de convertir en himno feminista una exaltación de la madre nutricia que siempre tiene caldo en la nevera daría para otro artículo, pero la verdad es que tanto la catalana como las gallegas me parecen estupendas y ellas no tienen ninguna culpa del manoseo al que algunos políticos han sometido sus canciones. Y, por supuesto, ni el Congreso ni el Senado están para ocuparse de supuestos pucherazos festivaleros y mucho menos en una situación de crisis como la actual, por lo que los diputados harían bien en dedicarse a intentar resolver los problemas de los ciudadanos en lugar de alimentar delirantes teorías de la conspiración.

Pero esta no ha sido la única acusación de pucherazo estos días ni Chanel la única vilipendiada en las redes sociales. También se ha llevado su parte el diputado del PP Alberto Casero, que ha tenido que aguantar todo tipo de insultos por su aspecto físico. Pero no pasa nada, linchamos a las personas públicamente y luego tuiteamos muy fuerte que estamos muy preocupados por la salud mental para que quede claro que a buenísimas personas no nos gana nadie y arreglado. Casero se ha convertido, a su pesar, en el protagonista de la actualidad política por lograr que Yolanda Díaz sacara adelante su proyecto estrella de promoción personal: la pseudoderogación de la reforma laboral. Sin embargo, la aprobación, lejos de proporcionarle las mieles del triunfo, ha acabado convertida en una especie de vodevil en el que nadie sale demasiado bien parado.

Más allá del error de Casero y de las consideraciones que se puedan hacer de los diferentes partidos políticos que votaron sí o no por motivos totalmente ajenos al contenido del texto, lo más grave de todo esto es que la presidenta del Congreso mintió en sede parlamentaria al afirmar que la Mesa había decidido no aceptar el voto presencial del diputado del PP pese a que ni tan siquiera se habían reunido, como era su obligación, para debatir el asunto.

Es evidente que Batet no ha actuado como la presidenta del parlamento de todos los españoles sino al servicio de su jefe, Pedro Sánchez, que como sabemos no le hace ascos a un pucherazo por quítame allá esas urnas detrás de una cortina. Pero claro, no es lo mismo un Comité Federal del PSOE que la sede de la soberanía nacional, y pisotear el Reglamento y mentir desde la presidencia de la Mesa del Congreso resulta reprobable.

Así, mientras unos políticos se dedican a Eurovisión y otros a todo tipo de cambalaches para sacar adelante una reforma cosmética que no tiene nada que ver con la derogación que habían prometido, los precios de la luz, el gas y los carburantes están por las nubes; más de 100.000 personas llevan en ERTE casi dos años; los sanitarios están al borde del colapso y la Educación se devalúa a base de abaratar los aprobados. Este tipo de cosas desprestigian la política y alejan a los ciudadanos de las instituciones porque no perciben a sus representantes como aquellos que intentan solucionar sus problemas, sino como los que van a sacar tajada de todo lo que puedan. Nos estamos jugando la democracia liberal tal y como la conocemos y, si nuestros políticos insisten en degradarla de esta manera, están allanando el camino a un populismo que crece día a día por la desafección política. Y es que, sin duda, los ciudadanos nos merecemos algo mejor que un Congreso en el que se dedican a hablar de tetas y de pucherazos.

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