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Javier Santacruz

Cuatro bodas y un funeral, nueve años después

«Más allá de la preocupación eterna sobre el déficit público, la situación de las familias es altamente preocupante más hoy que en 2014»

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Cuatro bodas y un funeral, nueve años después

David Taguas. | José Oliva (Europa Press)

Tal día como hoy hace nueve años enterrábamos a uno de los economistas más destacados en el terreno público: David Taguas Coejo. Con una vida dedicada a crear políticas que solventaran los problemas endémicos de la economía española, David dejó como testamento profesional un libro cuyos análisis y recetas permanecen prácticamente intactos a pesar de que ya no estamos en el mismo ciclo económico, las circunstancias han cambiado radicalmente, pero hay muchos elementos de fondo que permanecen si no peor, igual que en 2014.

Lo tituló Cuatro bodas y un funeral, aunque no con la intención de asimilarlo al título de la famosa película dirigida por Mike Newell a mediados de los noventa. Pretendía dar un nombre «elegante» casi en el sentido bíblico de «boda» (gran banquete de excesos y exuberancia) a lo que había sido una constante en la economía española: la tendencia a los excesos de gasto (público y privado), endeudamiento, inflación y ausencia de ahorro. Y explicaba cómo el único fin sería un ajuste doloroso para remediar su dos principales consecuencias: el desempleo y la deuda. 

En aquel momento, David y los que trabajábamos con él temíamos una desconexión creciente entre España y la Eurozona, con una experiencia mal gestionada como fue el rescate de las cajas de ahorros en junio de 2012. Quedaba lejos el momento de mayor tensión que fue la posibilidad de crear el camino para que algunos países pudieran salirse del Euro. Si bien fue una amenaza creada expresamente para Grecia, sólo el hecho de que se abriera esta puerta (no contemplada en los tratados de la Unión Económica y Monetaria) automáticamente ponía en el disparador a España.

Meses después con el famoso ‘whatever it takes’ de Draghi lo peor había pasado, pero los problemas de fondo han permanecido sin corregirse en países como España. David no pudo ver el giro copernicano en la política europea en la actual legislatura, no sólo por la covid-19, sino muy consciente de que la permanencia de la Unión Europea depende de cómo lavar los trapos sucios de sus economías más incumplidoras con la fuerza que da tener una moneda única y una acumulación de ahorro frente al exterior ininterrumpida desde hace décadas. Seguro que le habría indignado teniendo en cuenta la poca confianza en la política española para autoimponerse restricciones necesarias para el buen funcionamiento de la economía a largo plazo. 

«De los cuatro ‘festines’ que identificó Taguas, seguimos incidiendo en tres de ellos, excepto el endeudamiento privado masivo»

En cualquier caso, esta «mutualización por la puerta de atrás» de los riesgos soberanos europeos es la gran diferencia de marco con respecto al libro de David. Sin embargo, en este nuevo contexto tampoco se están generando los incentivos correctos para corregir nuestros desequilibrios. Así, de los cuatro «festines» que identificó Taguas, seguimos incidiendo en tres de ellos, excepto el endeudamiento privado masivo. Los años de bonanza económica desde 2014 hasta 2019 permitieron una reducción drástica del recurso al crédito bancario por parte de familias y empresas. Así, la deuda de los hogares con respecto a su renta disponible pasó del 117,5% en marzo de 2014 al 88,8% en diciembre de 2019. El dato actual es incluso menor (85,5% al cierre de septiembre de 2022).

Tomando el mismo orden que identificó el autor para los tres males endémicos restantes, el primero es el consumo público. Comparando trimestres homogéneos, en términos reales y corregidos de estacionalidad, vemos cómo en el período 2014-2022 el PIB creció un 12%, mientras que el consumo público lo hizo en un 13,4% (cálculos realizados a partir de los datos de Contabilidad Nacional del INE). En este sentido, el gasto de las AA.PP no ha parado de crecer desde el estancamiento que se produjo en términos reales entre 2012 y 2014.

Tampoco está demasiado lejos el consumo privado, el cual aumentó un 8,8% en el mismo período. Tales incrementos del consumo no pueden ser juzgados sólo con la literalidad de estas tasas de crecimiento. En este sentido, para comparar si se ha tratado de crecimientos «sanos» o no, es necesario ver qué ha ocurrido con su capacidad o necesidad de financiación. Así, el déficit público apenas ha mejorado entre 2014 y 2022. Comparando el dato último publicado de cada año, el déficit de las administraciones públicas ha pasado de 63.000 millones de euros en 2014 a casi 50.000 millones en 2022, todo ello a pesar del aumento espectacular de la recaudación fiscal. En el caso de las familias, han pasado de un superávit de 13.004 millones a un déficit de 2.340 millones en el mismo período.

Más allá de la preocupación eterna sobre el déficit público, la situación de las familias es altamente preocupante más hoy que en 2014. El espejismo del ahorro durante la pandemia (los aproximadamente 65.000 millones extra ahorrados) ha desaparecido volviendo a dejar las cifras del ahorro familiar en mínimos (6,7% nivel muy similar al de 2014). Y todo ello a pesar de la generalización del tercer mal que identificaba David como era la política de protección del poder adquisitivo. La indexación de salarios, pensiones y otras rentas al IPC es hoy más dañina que en 2014 por seguir en una crisis inflacionista con unos márgenes empresariales muy dañados.

Nueve años después, hemos asistido a dos funerales: uno, el del propio autor. Y otro, el de tener las tasas de paro más altas de las grandes economías europeas, junto a una deuda pública que difícilmente bajará del 100%.

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