THE OBJECTIVE
Ignacio Vidal-Folch

Mensajes del tiempo remoto

«Las huellas en rocas dejadas por un ser vivo y otros vestigios del remoto pasado parecen estar ahí para asegurarnos de que el mundo es real y continuo»

Opinión
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Mensajes del tiempo remoto

Huellas. | Unsplash

Javier Ruiz y otros sabios y paleontólogos españoles acaban de publicar en la revista Ichnos el artículo The speed and displacement of the Laetoli Site G track-maker hominins (La velocidad y el desplazamiento de los homínidos que dejaron huellas en el yacimiento G de Laetoli). Ese artículo no es cualquier cosa. Cuenta la prensa que gracias a la aplicación de avanzadas tecnologías digitales estos científicos han logrado establecer algunos datos sobre los tres australopitecos de los que lo único que sabemos es que, hace casi tres millones setecientos mil años, caminaron sobre un pavimento de cenizas volcánicas mojadas por la lluvia, y dejaron allí impresas sus huellas, en una región que hoy pertenece al territorio nacional de Tanzania.

Descubiertas en 1978, esas icnitas (huellas en sedimentos o rocas dejadas por un ser vivo) constituyen el paseo, el trayecto a pie, más impresionante de la historia de la Humanidad. Sólo quedan las huellas. Ahora a partir de esas huellas estos paleontólogos españoles han establecido que uno de los tres caminantes fue probablemente un macho de 1,40 metros de altura, el segundo debió ser una hembra o un joven de 1,20 metros, y es muy probable que ambos siguieran de cerca al individuo de mayor tamaño, un macho muy grande para su especie, pues medía entre 1,60 y 1,70 metros de estatura. Éste iba abriendo el paso, pero los tres caminaban juntos, y a buen paso.

Que esas huellas fósiles de una caminata de hace casi cuatro millones de años se hayan preservado y hayan llegado hasta nosotros, y no sólo eso sino que las hayamos reconocido, y que, encima, hayamos sabido averiguar estos detalles, cuando todo en la vida parece tan fugaz y volátil, parece una cadena de prodigios. Siente uno la tentación de creer que todo esto quiere decir algo, que algo se cifra en esas pisadas, ya que han llegado hasta nosotros. Cuando menos es asombroso.

«¿No tenemos, de vez en cuando, la sensación de vivir en una representación, en un simulacro?»

Ahora: quién sabe hacia dónde irían aquellos tres lejanos parientes nuestros, y por qué avanzaban tan rápido, y si irían cantando la mar de alegres, o en silencio y asustados por mil amenazas acechantes. ¿No tenemos, de vez en cuando, la sensación de vivir en una representación, en un simulacro? Las icnitas, voz del Tiempo, y otros vestigios del remoto pasado, parecen estar ahí para decirnos lo contrario, para asegurarnos de que el mundo es real y continuo.

No leía algo tan sensacional como las revelaciones del señor Ruiz y sus colegas en Ichnos desde marzo del año 2020, cuando arreciaba la pandemia del covid y la revista Nature publicó fotografías de la cabeza (1,5 centímetros de largo) de un dinosaurio diminuto, con ojos enormes y dientes en el pico, eternizada en una gota de ámbar que fue hallada en una explotación de esta resina fosilizada en Birmania. Aquella maravillosa criatura que se adscribe al género Oculusdentavis (ojos, dientes, ave) quedó atrapada en su dorada gota hace cien millones de años, para llegar ahora hasta nosotros. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Para que la olvidemos en seguida? La verdad es que lo ignoro.

Siempre que salen noticias parecidas uno siente que se le eriza el vello como si oyese la llamada de los misterios más sagrados y en vano intenta sacudirse esa impresión diciéndose «no seas niño, razona y no tomes las casualidades, las excentricidades azarosas del mundo, como señales», etc. Sí, pero ¿Por qué vuelven los vecinos de Pompeya fosilizados hace dos mil años, y los restos de Ötzi, emergidos del hielo en 1991, tres mil años después de su dramática muerte en los Alpes, o todos los vestigios del pasado remoto que, mediante el cambio climático, irán aflorando en los próximos años del deshielo de los Polos? ¿Por qué esas cosas tan turbadoras, y no otras, o más aún, ninguna?

Urge preguntarle a Iker Jiménez.

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