THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Lo que piense mi enemigo

«La política contemporánea española es estrictamente adversativa: nos formamos nuestra identidad política política siempre en oposición a algo»

Opinión
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Lo que piense mi enemigo

Ilustración de Alejandra Svriz.

En la política española las cosas están bien o mal según quién las proponga. Y, sobre todo, según quién se oponga a ellas. Hay un tipo de comentarista pro gubernamental que no sabe lo que piensa de algo (o sí, pero se calla) hasta que se pronuncia su adversario. Cuando el presidente Sánchez toma una decisión injustificable o hace alguna declaración que traiciona abiertamente sus principios o lo que prometía hace unos meses, el oficialismo calla y espera a la reacción de la oposición. Cuando esta finalmente se pronuncia, entonces el oficialismo desarrolla su postura a partir de esa reacción. 

En la política española, especialmente en la izquierda progubernamental, lo importante de lo que piensas no es cuánta gente está de acuerdo, sino si tu adversario está en desacuerdo. Lo que legitima tus ideas es el rechazo que provocan en tus enemigos. La política contemporánea española es estrictamente adversativa: nos formamos nuestra identidad política política siempre en oposición a algo. 

Tengo la teoría de que en España la izquierda es más anti-derechas (en la idea que se han construido de la derecha) que pro-izquierdas. En eso ha basado su estrategia Pedro Sánchez: en ser el muro frente a la derecha en lugar del puente hacia la reconciliación. De momento, le ha funcionado electoralmente. Como he comentado en alguna ocasión, la izquierda que votó a Sánchez prefiere antes a Puigdemont (o a Bildu, o a Esquerra) que a Feijóo. En casi todas las elecciones en las que ha resultado ganador Sánchez, o en las que perdió pero fue elegido presidente, el votante no lo votó a él sino que votó, sobre todo, contra sus adversarios. 

A veces no hace falta que tus adversarios sean especialmente malvados. Pero ayuda que sean, al menos, torpes. La izquierda española tiene en la derecha un aliado estupendo para esta estrategia. Esta semana, Feijóo admitió a periodistas que habría estado dispuesto a ofrecer a Puigdemont un indulto como parte de un «plan de reconciliación» en Cataluña, pero basado en que el expresident fugado se sometiera «a la justicia española, verbalizara su arrepentimiento y se comprometiera de forma explícita a cumplir con el Estado de derecho». Se ha comentado mucho la torpeza de estas declaraciones, y que su oferta en realidad era una especie de brindis al sol (¿por qué verbalizarla?). 

Lo que me interesa analizar es cómo ha reaccionado el Gobierno ante ellas. Uno asumiría que bien. Si el presidente que ha propuesto una amnistía piensa que es positiva, como ha insistido durante meses, imagino que estará contento de que el líder de la oposición le de más o menos la razón. Sánchez podría haber dicho: «agradezco que el líder de la oposición se haya dado cuenta de que esta es una buena decisión. Nunca es tarde cuando la dicha es buena». O «bienvenido al sentido común, señor Feijóo». En su lugar, lo ha atacado con una virulencia gratuita. Dijo que Feijóo es un hipócrita porque «por la mañana negocia amnistías e indultos con los independentistas, mientras por las tardes se manifestaba contra ellos y llamándoles terroristas», que es precisamente lo que lleva haciendo toda la vida Sánchez. Y acabó diciendo que debía pedir perdón «por todo el odio y las mentiras». 

Sánchez es experto en la estrategia de transposición o proyección: acusa a sus adversarios de aquello que él mismo hace. «En un momento antológico de inversión narcisista», escribió Daniel Gascón en El País, «Patxi López ha dicho que el PP está en manos de Puigdemont. Marta Rovira ha afirmado (el PP lo niega) que la formación de Feijóo habría querido pactar con ERC. ¡Son tan malos que estaban dispuestos a pactar con nosotros!» La polarización es esto: lo que uno piensa da igual. Lo importante es solo desde dónde lo piensa.

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