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José Rosiñol

Muerte civil, señalar a la disidencia

«La batalla por la libertad de expresión y contra el ostracismo es fundamental para el futuro de nuestra convivencia y democracia»

Opinión
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Muerte civil, señalar a la disidencia

Redes sociales. | Alejandra Svriz

Recientemente, el medio para el cual tengo el honor de escribir se convirtió en blanco de ataques reputacionales, un modus operandi que, lamentablemente, se ha vuelto familiar cuando se desafía al poder establecido. Un señalamiento directo desde las esferas gubernamentales, amplificado por medios complacientes y, en una manifestación del populismo más corrosivo, por un ejército digital de acoso. Este patrón no es nuevo para mí; lo viví durante mis días en la sociedad civil catalana, donde el poder marcaba el objetivo y la maquinaria de acoso se encargaba del resto, utilizando la mentira como herramienta predilecta para relegar a la disidencia al ostracismo, condenándola a una suerte de muerte civil en nuestro mundo digital.

La reciente campaña contra la dirección de Álvaro Nieto y su equipo es emblemática de esta táctica. La furia desatada por un simple tweet que desmentía acusaciones infundadas es un claro ejemplo de cómo se manipula la narrativa y la estética por igual, con memes e imágenes generadas por inteligencia artificial, en un intento por desacreditar y silenciar a la prensa libre. La intención es clara: ensuciar la labor de aquellos que se atreven a señalar la corrupción, mostrando un gobierno acorralado por sus propias falencias.

John Stuart Mill, en su seminal obra Sobre la Libertad, advierte sobre el peligro de socavar la libertad de expresión y el imperativo de protegerla frente a la tiranía de la mayoría y el gobierno. Este señalamiento gubernamental hacia ciudadanos y medios no es solo un ataque a la libertad de expresión, sino también un mecanismo de control social y político diseñado para amedrentar a la disidencia, exactamente lo que Mill temía. Tal como Mill argumenta, la libertad de pensamiento y discusión son fundamentales no solo para el progreso individual sino para el avance de la sociedad en su conjunto.

Parece que el gobierno, ante la lluvia de informaciones que lo relacionan con episodios de corrupción, con un presidente que ha perdido el control de un proyecto cuyo único denominador era la propia permanencia en el poder, está creando una narrativa con la que construir supuestas mayorías sociales (el pueblo) acosadas por no sé qué contubernio de tintes fascistoides. Es una estrategia para poder actuar con impunidad, para sacar del foco lo que no interesa y dar, de paso, una vuelta de tuerca más en la polarización, acusando cínicamente al contrario de esta polarización.

«La complicidad de ciertos medios de comunicación, más preocupados por favores políticos que por la verdad, cierra el cerco sobre la disidencia»

Este fenómeno se magnifica en las redes sociales, donde la presión y el acoso se vuelven omnipresentes. El control de esta nueva ágora digital en la que se puede cambiar la percepción, las dinámicas diálogicas y crear falsos cánones de moralidad, pululan grupos organizados, a veces financiados por vete tú a saber quién, buscan silenciar cualquier crítica, contribuyendo a un ciclo de desinformación que distorsiona la realidad y afecta la percepción pública, un eco de las preocupaciones de Mill sobre la conformidad de opinión y su efecto corrosivo en la libertad individual.

La complicidad de ciertos medios de comunicación, más preocupados por favores políticos que por la verdad, cierra el cerco sobre la disidencia. Nos enfrentamos a una cultura de cancelación que representa una forma moderna de ostracismo, privando a las personas de su derecho a participar en el discurso público y, por ende, socavando las bases de nuestra democracia.

«La batalla por la libertad de expresión y contra el ostracismo es fundamental para el futuro de nuestra convivencia y democracia»

Frente a este oscuro panorama, es crucial reafirmar el valor de la disidencia, celebrada por Mill como esencial para el progreso. La capacidad de cuestionar, de ofrecer opiniones contrarias y de participar en debates abiertos es vital para el desarrollo de sociedades más justas y equitativas. La lucha contra el ostracismo digital y por la libertad de expresión es una defensa de nuestros espacios democráticos, donde la diversidad de voces no solo es tolerada sino celebrada.

La tarea de construir plataformas que promuevan un debate constructivo y una crítica fundamentada es más importante que nunca, sirviendo como antídoto contra las narrativas unilaterales y las tácticas intimidatorias. Reconocer la gravedad de esta problemática es el primer paso para contrarrestarla, en línea con las enseñanzas de Mill sobre la importancia de la libertad y el debate en la salud de la sociedad.

La batalla por la libertad de expresión y contra el ostracismo es fundamental para el futuro de nuestra convivencia y democracia. Inspirados por John Stuart Mill, debemos aspirar a una sociedad donde la discrepancia sea vista no como un riesgo, sino como un indicador de una democracia vibrante y saludable. La defensa de estos principios es una responsabilidad compartida, un llamado a la acción para todos aquellos comprometidos con la verdad, la justicia y la libertad.

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