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Los activistas de 'Las Majas' amenazan con nuevos ataques tras quedar en libertad

El portavoz de Futuro Vegetal adelanta a THE OBJECTIVE nuevas acciones «reivindicativas» en museos y en campos de fútbol tras el asalto al Prado

Los activistas de ‘Las Majas’ amenazan con nuevos ataques tras quedar en libertad

Dos activistas de la organización Futuro Vegetal pegándose a los marcos de los cuadros. | Futuro Vegetal (EFE)

Dicen que lo volverán a hacer. Y no hablamos de los líderes del procés. La organización que está detrás del ataque a La maja vestida y La maja desnuda de Goya en el Museo del Prado, Futuro Vegetal, no tiene intención de cesar sus actos vandálicos —reivindicativos, en su argumentario— en museos o en donde se tercie. Así lo anuncia a THE OBJECTIVE su portavoz y cofundador Bilbo Basaterra: «Puede que sea en un museo, en un partido de fútbol o cortando el acceso a un complejo, pero seguiremos con nuestros actos reivindicativos hasta mover las entrañas de la población, para que se den cuenta de la gravedad del asunto y las instituciones tomen nota del momento histórico en el que estamos».

Lejos de haber escarmentado, los miembros de Futuro Vegetal, movimiento autofinanciado, compuesto por cien personas y adscrito a Extinction Rebellion, consideran que el ataque a las obras de arte perpetrado el pasado sábado fue un éxito. Los dos activistas de la organización -Sam y Alba-, así como las dos periodistas que cubrieron el acto vandálico, han sido puestos en libertad, aunque el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) los investigará por un presunto delito contra el patrimonio histórico-artístico. Y, sobre todo, han logrado visibilidad.

«Nosotras [habla en plural femenino] estamos contentas de que estén ya en libertad», dice Basaterra en referencia a las activistas, aunque admite que «lo han pasado mal en el calabozo, pero estaban tranquilas porque no han hecho nada malo, solo ejercer su derecho a libertad de expresión para que se tomen medidas contundentes contra la crisis climática y la crisis de seguridad alimentaria a la que nos estamos asomando».

Sobre las periodistas detenidas, una aún estudiante, asegura que «no tienen vinculación con el colectivo» y que «ejercían su derecho a la información». Además, dice haberse disculpado con ellas porque «estábamos preocupadas por cómo se habrían tomado la detención»: «Me he disculpado con ellas porque no tenían por qué pagar el pato, pero estaban tranquilas. Han pasado miedo, sí, pero sabían que estaban ejerciendo su derecho a la legítima información».

Si se le pide que reconstruya el ataque al ínclito museo madrileño, lo deconstruye con precisión quirúrgica. El plan se llevaba urdiendo desde hace tres semanas, cuando un grupo de integrantes de la organización acudió al Prado a seleccionar las obras que iba a atacar, viendo la distribución de los cuadros y valorando la seguridad de cada uno de ellos. Las dos activistas detenidas plantearon inicialmente lanzar comida contra Las Majas, pero se deshicieron de la idea al cerciorarse de que las obras no tenían cristal. Fue entonces cuando decidieron que adherirse al marco con pegamento era la mejor opción para su reivindicación.

Ya solo necesitaban las colaboradoras necesarias para que la hazaña llegara a la opinión pública, dos periodistas que conocían a través de un miembro de Futuro Vegetal. «Un compañero conocía a las periodistas. Las avisamos de que íbamos a hacer una acción de desobediencia civil no violenta, sin dar más detalles, por su propia seguridad y por la nuestra, porque no las conocíamos. Siempre se corre el riesgo de que se filtre a la policía… Se les citó en un lugar cercano, una cafetería a quince minutos del Prado, se tomaron un café con las activistas y se fueron sin saber a dónde iban. Cuando se vieron en la cola del museo sí se dieron cuenta de lo que iba a pasar, pero hasta entonces no sabían nada», narra Basaterra.

Sobre las críticas -algunas provenientes del seno del movimiento ecologista- a los actos vandálicos como símbolo reivindicativo resalta que hay «diversidad de estrategias y tácticas, y nosotros no tenemos la clave», pero «nos encontramos en un momento en el que todo suma, desde la concienciación de repartir folletos a acciones de desobediencia civil, que es un motor de la Historia que impulsa cambios profundos en los sistemas desde hace siglos». «Ante normas injustas, que promueven un sistema desigual y comprometen nuestra supervivencia, hay que desobedecer y hablar con la crudeza debida de la crisis climática».

La asociación

Futuro Vegetal, compuesto por unas cien personas «desde jóvenes a jubilados», se creó en enero de 2022, cuando llevaron a cabo su primera acción, arrojar pintura roja sobre la fachada del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación en protesta por las últimas declaraciones del ministro, Luis Planas, «contrarias a la postura del ministro de Consumo, Alberto Garzón, sobre las macrogranjas». Y es que uno de los objetivos de esta asociación es exigir al Gobierno de España que termine con las subvenciones a la ganadería y las emplee para promocionar alternativas social y ecológicamente responsables basadas en plantas.

Con este objetivo, cuenta Basaterra, «hemos cortado la Gran Vía, el acceso a Mercabarna, nos hemos pegado a un stand de Iberdrola… Hemos hecho cosas y no conseguíamos la repercusión en medios que te dan este tipo de acciones. No se trata de dañar un cuadro, sino de poner de manifiesto la emergencia climática que vivimos». 

Ciudadanos, como medida disuasoria, ha adelantado que presentará en los próximos días una iniciativa legal para modificar la ley de Patrimonio Histórico Español. La formación de Inés Arrimadas quiere que se incluyan multas de hasta 3 millones de euros para los que dañen obras de arte del patrimonio nacional, de modo que «los frenen en seco». Por lo pronto, y tras quedar en libertad, los activistas advierten de que lo volverán a hacer. No han escarmentado.

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