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Así fue la despedida de ensueño de El Juli en Madrid: puerta grande y este brindis a Ayuso

El diestro agradeció a la presidenta madrileña «todo lo que hace por la tauromaquia, por España y por Madrid»

Así fue la despedida de ensueño de El Juli en Madrid: puerta grande y este brindis a Ayuso

Julián López 'El Juli' dedicándole una oreja a Isabel Díaz-Ayuso. | Francisco Guerra (Europa Press)

Ni en sus mejores sueños podía imaginarse Julián López, el Juli, una despedida así de Madrid. El madrileño consiguió abrir la tercera Puerta Grande de su carrera en una tarde que, más allá del análisis pormenorizado de si fue justo premio o no, fue de emociones desbordadas y ya forma parte de la historia del toreo.

En los prolegómenos de la corrida, ya se respiraba un ambiente especial en los aledaños de la plaza. Ya dentro, El Juli fue recibido con una atronadora ovación por parte de las casi 24.000 almas que hicieron que se colgara el cartel de «no hay billetes». La ocasión, sin duda, lo merecía. Y vaya si lo merecía.

Antes de empezar la faena, el diestro quiso brindar su primer toro de la tarde a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, presente en Las Ventas. «Quiero agradecerte todo lo que haces por la tauromaquia, lo que haces por España y por Madrid. Eres un ejemplo y te brindo este toro con toda mi admiración y respeto».

Con un ramillete de jaleadas y mecidas verónicas recibió El Juli a su primero, al que galleó para llevar al caballo antes de firmar un vistoso quite por chicuelinas y tijerillas ante un toro con «carbón» en los primeros tercios, pero que, en cuanto bajó de revoluciones, mostró también buen son en el último.

Solo había que ayudarlo para que fuera hacia adelante, ahormarlo que se dice, y el madrileño, más tenso de lo normal quizá por el significado de la tarde, quiso demostrar demasiado pronto su autoridad. Le pidieron la oreja, casi mayoritariamente, pero el palco, históricamente también muy exigente con él, lo fue nuevamente en esta ocasión.

Otra ovación con la gente en pie correspondió el brindis que el Juli tributó al respetable de su último toro en Madrid, un animal que, con sus matices, también tuvo buen fondo, y con el que el madrileño, esta vez sí, anduvo mucho más rotundo, toreando largo y por abajo en varias series de derechazos bien compactados.

Un cambio de mano por delante dio paso a un muletazo inmenso que puso la plaza ya patas arriba, como aquel cambio, este por detrás, que firmó Julián al célebre Cantapájaros.

A partir de ahí todo fue fervor y más fervor tanto para lo bueno como para lo no tanto. Pero daba igual. Aquello había cogido una dinámica imparable, de ahí que, tras la estocada, le premiaran con las dos orejas, la segunda un tanto generosa, todo sea dicho, pero fue un gran corolario a una tarde histórica, a una carrera irreprochable y a un palmarés solo al alcance de los elegidos.

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