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Debates sobre debates (III). El pelotazo de la Academia de Televisión y la niña de Rajoy

«Los genoveses, con el oportunismo que les caracteriza, volvieron a ser partidarios de las contiendas televisadas»

En el año 2008 volvieron a celebrarse debates en periodo electoral entre candidatos a la presidencia del Gobierno. Habían pasado hasta 15 años desde los de 1993. Ni en 1996, ni en 2000, ni en 2004, es decir, todo el periodo en que el Partido Popular era el favorito en las encuestas, hubo nada que oliera a debate por la negativa pepera quizá por el trauma de la experiencia de 1993.

Pero al haber vuelto a la oposición los genoveses acaudillados por Mariano Rajoy, con el oportunismo genético que les caracteriza, volvieron a ser partidarios de las contiendas televisadas, por lo que la única duda era si el PSOE devolvería oportunismo por oportunismo y también cambiaría de criterio, ahora que el favorito de las encuestas era él. No fue el caso. Si algo le importaba a Zapatero y a sus brujos visitadores era la imagen de su talante. Por ello aceptaron desde el minuto uno debates, tanto presidenciales, como uno entre ‘aspirantes a ministros de Economía’.

El principal problema que había era el terreno de juego. Toda la propaganda zapaterista había potenciado la idea de que su TVE ere la más neutral-chupi-guay de toda la historia, y que, por tanto, el debate debía celebrarse allí. Pero el PP no iba a conceder tal reconocimiento a aquella TVE por la que se descolgaban Fran Llorente y Ana Pastor. El PP anunció que aceptaría tres debates, uno en Antena 3, otro en Telecinco y otro en Cuatro, el canal que tenía entonces el Grupo PRISA, pero ninguno en la pública, ni tampoco en La Sexta, cuya existencia a lo mejor el PP ni recordaba. Se proponía formato ‘cara a cara’, Rajoy vs ZP. La posibilidad de que Gaspar Llamazares (IU) o Rosa Díez (UPyD) hubieran pasado por ahí ni se planteó. 

Antena 3 y Telecinco aplaudían entusiasmadas ante la posibilidad de repetir el escenario de 1993, aunque una de las cosas más raras que se recuerda entonces fue ver al presentador estrella de Cuatro defendiendo que el debate fuera en la televisión pública, y es que en periodo electoral la disciplina al partido, a veces parece estar incluso por delante de la disciplina a tu empresa.

El PSOE no dio su brazo a torcer con Televisión Española, así que al final la solución fue darle el negocio no a una televisión pública, ni privada, sino a la Academia de Televisión de Manuel Campo Vidal. Que este organismo emitiera en circuito abierto la entrevista y que todas las cadenas de televisión que quisieran conectaran con ella. Aquel formato deprimió a Antena 3 y Telecinco que ante esa situación, declinaron emitir un material que iban a tener todas las televisiones, así que los dos debates, el primero conducido por el propio Manuel Campo Vidal y el segundo conducido por una Olga Viza con muchas ganas de interrumpir (ante la negativa del PSOE a aceptar a Victoria Prego para tal empeño) se emitieron por Televisión Española y por casi todas las televisiones públicas. Además se emitió por las privadas más pequeñas (Cuatro, La Sexta, Intereconomía, Libertad Digital…). Según El Mundo los de Campo Vidal se embolsaron un millón de euros por dos emisiones, todo un pelotazo. 

Los candidatos y sus asesores parecían empeñados en americanizar el debate, aunque lo hicieron en su variante más boba, con Zapatero rememorando su ‘buenas noches y buena suerte’ y apropiándose del Óscar a Bardem y Mariano Rajoy mencionando a una extraña niña de la que no volvería a hablar el resto de su carrera, aunque es difícil que muchos puedan olvidarla. Analistas y encuestadores dieron el triunfo a Zapatero, que también ganó las elecciones. (Esa noche en Ferraz corearon: «¡Es socialista, la niña de Rajoy!»). 

A Antena 3 TV le quedó el consuelo en aquella campaña de quedarse con el debate entre candidatos a ministros de Economía, es decir, el ministro en ejercicio, Pedro Solbes, que acudió tuerto al debate, y Manuel Pizarro por el PP, en la que era la primera vez que el partido opositor adelantaba quien sería su ministro si ganaba y, visto el resultado del debate, se entiende que los populares no hayan querido volver a hacerlo. Lo más curioso es que el tuerto ganó el debate negando que hubiera ninguna crisis económica en España, si acaso turbulencias, para luego acabar escribiendo en sus memorias que era perfectamente consciente en ese momento de que estaba mintiendo, lo cual dice mucho sobre el valor de la veracidad para ganar un debate en el país de los ciegos.

En las elecciones generales de 2011 el Partido Popular volvía a aparecer como favorito en las encuestas y volvía a reaparecer su miedo a los debates, visto que tanto en 1993 como en 2008 los habían perdido, pero como volver a renunciar a ellos les debió parecer retratarse demasiado, rechazaron dos, pero aceptaron uno único que, nuevamente, volvió a ser para la Academia de la Televisión, para alegría de los bolsillos de Campo Vidal (medio millón de euros, de acuerdo a lo publicado entonces), que volvería a conducirlo, llegando al récord de haber moderado tres debates presidenciales diferentes. 

Teniendo en cuenta que el propio candidato del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, parecía asumir en el debate que tenía las elecciones perdidas, no hubo demasiada emoción. Fue la última vez que la Academia de Televisión tuvo el control de los debates. Cuatro años después, las cadenas privadas recuperarían el protagonismo perdido y traerían con ella, en sidecar, ‘los nuevos partidos’ en una campaña anti-bipartadismo que regalarían a España cuatro fabulosos años de bloqueo parlamentario de infausta memoria. 

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