Una familia real
Ya no habrá más cenas de Nochebuena con toda la parentela, pero eso ocurre en muchos hogares españoles. Por esta vez la Familia Real es una familia real, de realidad.
Ya no habrá más cenas de Nochebuena con toda la parentela, pero eso ocurre en muchos hogares españoles. Por esta vez la Familia Real es una familia real, de realidad.
Está magníficamente preparado para reinar, es la frase que más se repitió en los días anteriores y posteriores a su coronación. Una frase gratuita que muchos cacareaban porque en realidad no había mucho más que decir.
España quiere recuperar su lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU, el órgano de la gobernanza mundial. Lo renueva cada diez años. Y ahora es su turno de nuevo. Para ello, tiene que conquistar el voto de 129 de los 193 estados representados en la Asamblea General. Un reto para el que ha desplegado una red de alianzas a lo largo y ancho del planeta. Una estrategia en la que el nuevo rey, Felipe VI será quien ejerza el liderazgo.
Terminada la tregua judicial establecida tras la abdicación de Don Juan Carlos, el juez Castro se prepara para dar el siguiente paso en el tristemente célebre Caso Nóos.
Cierto que la realeza no está de moda. Será por Internet y la crisis de la prensa de papel, que antes el de tipo cuché ejercía la labor de custodia mejor que tres compañías de alabarderos. Por lo que sea hay que reinventar el oficio.
Ante un momento tan íntimo que irónicamente ocurre ante los ojos de todos, es emocionante verlos mientras se entregan mutuamente respeto y amor. No importa quienes son o si estamos de acuerdo con lo que representan, pero no hay duda que un gesto tan espontáneo y puro resulta especial y conmovedor.
Una monarquía renovada para un tiempo nuevo. La frase de marras encierra la contradicción en sí misma. Porque una monarquía renovada, en pleno siglo XXI, es el remanso en el que descansa el derecho de pernada.
Con la energía intelectual que hemos dedicado a cuadrar el ser de España tal vez hoy podríamos ser campeones mundiales de la nanotecnología o llevar escritas dos docenas de Quijotes. Cuando renuncia al trono, un monarca de import-export como Amadeo de Saboya constata que no nos hacen falta enemigos extranjeros.
Fue un trámite. Rajoy lo despachó como cualquier notario se ventila la anodina lectura de una escritura de compraventa. Sin emoción ni solemnidad. Como un juez solventa un matrimonio civil.
El sol parece estar cabreado y amenaza con interferir, dicen que mañana mismo, en las comunicaciones y GPSs de todo el mundo. Los astrónomos han observado en el astro rey erupciones y llamaradas con fuertes dosis de radiación.
La futura Reina consorte de España lo tiene todo para ser feliz y transmitirlo. Es joven, guapa, madre de dos niñas preciosas y su marido es Rey. Si viviéramos en la realidad virtual de la Monarquía la Princesa Letizia solo tendría razones para sonreír.
Un gran espectáculo, sí señor, se nos ofrece a los españoles con ocasión de la jura del nuevo Rey. Digo bien jura, y no coronación, como ahora es moda declarar. Por más que se abuse del símbolo y de la palabra Corona, en España nunca se han coronado los reyes.
Hay quien piensa que estamos ante una segunda Transición y quizás no vayan muy desencaminados. Hace 40 años los españoles se jugaban la Democracia. Hoy algunos quieren que decidamos entre Monarquía o República. Un debate que me da bastante pereza, por no decir que después de una semana empieza a aburrirme soberanamente.
Antes teníamos a Franco que nos imponía lo que teníamos que querer y ahora parece que la Constitución es la que lo hace.
El martes me hice un maratón sin precedentes en mi vida por las televisiones y radios de Miami. El interés como podéis suponer- no se centraba en mi persona sino en otro español que curiosamente nació el mismo mes, el mismo año y en la misma ciudad que yo.
Hace poco me contaban la historia de un señor de 76 años, que podría ser la de miles de españoles. Hijo de exiliados, hasta cumplir los 27 no pudo volver a España por culpa de Franco. Casado con una inmigrante, tuvo tres hijos, de los que sólo una tiene un puesto de trabajo.
Uno es monárquico. La monarquía es esa institución que los filósofos denigraron hasta guillotinarla como paso previo para eliminar a Dios de la vida de los hombres. Esto lo hicieron los filósofos cuando se pusieron al servicio de los mercaderes y de los burgueses.
Y va el Rey y abdica. Hay quienes prefieren mirar hacia atrás para encontrar las razones: que si la caderitis le ha mermado, que si es consecuencia de un yernitis aguda combinada con una elefantitis mal curada, que si una corinitis no cortada a tiempo dejó secuelas.
“El Rey abdica” fue el gran titular en la mañana del lunes. La noticia saltó pronto a la prensa nacional y también internacional, en diarios como The Guardian o The New York Times. 34 palabras fueron suficientes para comunicar la decisión. Los achaques de salud de Don Juan Carlos, el debate sobre Cataluña, y, especialmente, el Caso Noós, habían minado la estabilidad de la Casa Real. Estabilidad es también lo que se ha exigido a los dos grandes partidos ahora. Mientras, partidarios de la república salen a las calles para pedir un referéndum y en diferentes ayuntamientos ondean ya banderas republicanas.
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