«No nos vuelvan a abandonar en manos de gente que dice que ama a Cataluña… pero en realidad odia a millones de catalanes. Por favor»
«A diferencia del XVIII, que fue el siglo de las Luces, el XXI va camino de ser el de los focos»
«A Torra le guía la ligera sospecha de que ante una crisis real la hechicería no surte efecto»
“’La Justicia no basta’, ha pronunciado Sánchez, y todos hemos entendido lo que quería decir: ‘La Justicia sobra’”
«Este señor que carga con la fúnebre apariencia de un vendedor de seguros en frías provincias alpinas tiene el alma indómita de un agente provocador capaz de lanzar una Little Boy pestilente ante sombrías togas puñeteras»
«Resulta difícil encontrar un solo origen –un momento crucial y definitivo– que explique el procés y lo haga inteligible»
«Toparse de repente con la realidad de una sentencia judicial y de una violencia organizada en Cataluña significa un choque para el que Sánchez está singularmente mal equipado»
«Yo sí creo que lo de Cataluña tenga solución: la traerán las generaciones más jóvenes, cuando pase el tiempo y sean capaces de superar este momento histórico de polarización dolorosa e inútil»
Dice Torra que Barcelona “ha abdicado de ser la capital de Cataluña”. Si estuviéramos en Twitter podríamos contestarle que este es el primer y más inesperado reconocimiento oficial de Tabarnia. Sin embargo, vale la pena no tomárselo a broma y analizar qué pensamiento se esconde detrás de estas declaraciones, porque son más siniestras de lo que parecen a primera vista. Nos encontramos ante “esa concepción estrecha, exclusivista, beata y simplista que reduce toda identidad a una sola pertenencia” y que Amin Maalouf denunciaba en Identidades asesinas. Y Barcelona sigue siendo una ciudad demasiado abierta, demasiado cosmopolita, demasiado diversa, para formar parte de la tribu, y menos aún para encabezarla. Es, además, un mensaje lanzado a todos los ciudadanos de Cataluña. O eres exclusivamente catalán, o no eres catalán, viene a decirnos el presidente de la Generalitat. Dicho de otra manera, o eres separatista, o este no es tu sitio. Así, de un plumazo, el nacionalismo de Torra borra la complejidad de cada individuo, ese conjunto de pertenencias que nos hace únicos. Aniquila la identidad que hace que uno no sea idéntico a otro y nos diluye a todos sublimando una única y sagrada pertenencia.