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Arturo Pérez-Reverte: "La legislación en España sobre animales es una vergüenza"

Arturo Pérez-Reverte es más o menos flaco y más o menos alto, tiene un recorrido largo a sus espaldas como reportero de televisión y vivió masacres en Yugoslavia, Angola o Nicaragua, comenzó a escribir ficción muy tarde, pasados los 30, supo emplear la fama de las retransmisiones para publicar con grandes editoriales, vender miles de ejemplares y fidelizar a lectores de todo el continente americano y España. Más adelante vino su ingreso en la Real Academia de la Lengua en 2003 y en Twitter en 2010; también su amistad con Javier Marías, una amistad de la que presume con frecuencia y al que regala, de tanto en tanto, armas como revólveres o ballestas.

Arturo Pérez-Reverte: «La legislación en España sobre animales es una vergüenza»

Arturo Pérez-Reverte es más o menos flaco y más o menos alto, tiene un recorrido largo a sus espaldas como reportero de televisión; comenzó a escribir ficción muy tarde, pasados los 30, y supo emplear la fama de las retransmisiones para publicar con grandes editoriales, vender miles de ejemplares y fidelizar a lectores de España y todo el continente americano. Más adelante llegó su ingreso en la Real Academia de la Lengua en 2003 y en Twitter en 2010; también su amistad con Javier Marías, de la que presume con frecuencia y al que regala, de tanto en tanto, armas como revólveres o ballestas.

Arturo Pérez-Reverte publica este jueves una nueva novela fuera de su serie sobre el detective Falcó, del que se confiesa “rehén”, y tiene la rareza no tan novedosa de estar protagonizada por un animal, en este caso un perro de pelea en un mundo donde todos son perros: hay perros honestos, perros malvados, perros neonazis, perros narcotraficantes. El autor cartaginés sustituye, de esta manera, la sociedad humana por una sociedad perruna. No es extraño encontrar en Pérez-Reverte críticas y lamentos a la situación de estos animales en España, y en esta novela, que él insiste en puntualizar como “una novela normal” –y no reivindicativa o de denuncia–, se produce una hipérbole de todos los atributos que se presumen en los canes: la valentía, la lealtad, la dignidad. Pérez-Reverte incorpora el componente de la inteligencia.

A diferencia de los caballos, que son “nobles pero estúpidos”. A diferencia de los gatos, que son “demasiado humanos”.

“Estoy orgulloso de esta novela”, dice Pérez-Reverte, que presenta Los perros duros no bailan (Alfaguara) en el pequeño y elegante anfiteatro de Casa de América. “Estoy orgulloso de Negro [el protagonista]”. Se trata de una novela negra “canónica”, como avanza el autor, donde el protagonista, un perro de ocho años, regresa al mundo “triste” y “sórdido” de las bajas calles en busca de dos amigos desaparecidos. Negro, como Alatriste o Falcó, es también un espíritu en guerra, un “héroe cansado” –como dice en ocasiones Pérez-Reverte–, que ha viajado, ha visto y ha vivido; Negro “tiene esa mirada que ya no puede ser inocente o simpática”, alega el escritor, definiendo al perro y a sí mismo.

“Cuando duermo, viene mi vida”, continúa Pérez-Reverte. “Estoy condenado a escribir este tipo de novelas. Lo que cuento no lo he aprendido leyendo a Faulkner o Hemingway, tampoco en la barra de un bar. Cuando hablo de luchar, de matar y morir, es porque lo he visto. Yo escribo mi vida, incluso en un artículo de folio y medio”.

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Arturo Pérez-Reverte, durante la presentación de ‘Los perros duros no bailan’. | Foto: J.R.P./The Objective

Dice Pérez-Reverte que no comprende la vida sin valor ni lucha, que “nada está consolidado”, que “todo puede desaparecer». Le viene a la mente Yugoslavia en los 90, una guerra sin cuartel en el corazón de Europa, donde podías ver la muerte y el verdugo en cada fuego cruzado. El novelista cree que, por esta razón, debemos admirar y proteger nuestras libertades, conservarlas con la lucha si es necesario. “Vivimos en un mundo en el que hemos vendido a los jóvenes que todo es gratis”, asume, “pero la lucha estuvo ahí, aunque no se vea. No hay libertad que se gane sin lucha”.

Y ahora su lucha, que está dividida, se encuentra en la libertad de expresión y en los derechos de los perros.

“Estamos coartando la lengua a gente necesaria”, dice sobre la primera. “A mí o a Marías nos da igual, no nos afecta una campaña, tenemos lectores, hemos pasado una línea. Pero a un escritor o periodista de 20 ó 30 años pueden hundirle la vida”.

“En España, maltratar animales sale gratis”, dice sobre la segunda. “No importa que le quemen la cara a un perro con un soplete. La búsqueda de esta gentuza requiere una orden judicial, pero la condena máxima es de un año y eso hace que no le dediquen el esfuerzo necesario”. Pérez-Reverte responsabiliza de este hecho a los “individuos” que están en las Cortes: “La legislación en España sobre animales es una vergüenza”.

A Arturo Pérez-Reverte, que conoce a casi todos los miembros de esta sala, periodistas culturales de todos los periódicos y televisiones –a veces se dirige a ellos por su nombre, sin presentaciones previas–, le preguntan qué les ha parecido esta obra a los perros que tiene en casa, cuyo título recuerda a Los hombres duros no bailan, un clásico moderno de Norman Mailer. El escritor sonríe, y es una sonrisa levemente amarga. “No lo han leído”, bromea, “pero cuando estoy con ellos, sé que saben de lo que les hablo”.

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