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Daniel Bernabé: «Rajoy tiene algo de aparición mariana, de santo laico»

Daniel Bernabé: «Rajoy tiene algo de aparición mariana, de santo laico»

Cedida por Akal

El periodista y escritor Daniel Bernabé (Madrid, 1980) acaba de publicar La distancia del presente. Auge y crisis de la democracia española (2010-2020), un libro que bebe de la crónica periodística pero que deja un sabor entre el manual de Historia y el guion cinematográfico. Y la trama es buena. El autor recorre en diez capítulos una década de cambios trascendentales para España, de crisis a crisis: desde las primeras medidas económicas para intentar paliar el cataclismo de 2008 a la actual situación determinada por la pandemia de coronavirus. La mayoría de episodios son dramáticos (quiebra del bipartidismo, corrupción, asalto a los cielos) y los personajes son muy heterogéneos, con un peso específico figuras como Rodrigo Rato. Y por ahí van los tiros, con algo latente de aquello de «la infraestructura determina la superestrcutura».

Bernabé llena su relato de dualidades, presentando una imagen y su negativo, entre Cástor y Pólux y el reverso del optimismo. Afirma que los ‘Ayuntamientos del cambio’ fueron la materialización política más próxima a lo que se soñó en el 15M, pero a la vez acusa a Manuela Carmena de cesarismo. Hablamos con él sobre personajes, géneros y objetos, porque el peso de la Historia también puede recaer en un bolso colocado sobre un escaño.

En este viaje en el tiempo, Bernabé no oculta del todo su tono pseudo bravucón, como cuando afirma que antes de Greta Thunberg el cambio climático ya era un tema de preocupación y de debate. Sí, hay opinión, claro, pero la subjetividad no anega el relato, que se puede leer como una gran retrospectiva y como una suerte de Historia especulativa: el reino del ‘y si’. No tan romántica, pero al estilo del final de La La Land, donde aparece una vida posible para Ryan Gosling y Emma Stone. La tensión del momento inmediatamente previo a lanzar los dados. Qué habría pasado si el 15M hubiese tomado otras derivas, si Íñigo Errejón no hubiera creado un nuevo partido, si Albert Rivera hubiera conseguido pactar.

La narración es muy visual, creas muchas imágenes. El arranque del libro es la boda de la hija de Aznar en 2002, en El Escorial, en medio de una gran expectación. El Padrino también comienza con la boda de la hija de un líder poderoso. ¿Es una coincidencia o algo premeditado?

Me alegra que encuentres esa similitud, porque el libro tiene cierto espíritu cinematográfico. Me parecía que la narración requería de un capítulo cero, unos antecedentes para entender cómo habíamos llegado a la década de 2010. En este sentido, la boda de la hija de Aznar es un momento cumbre, asisten Tony Blair y muchos otros mandatarios. Es un ejemplo muy bueno del ambiente festivo de entonces. Además, es sintomático de lo que era Aznar, porque fue casi una boda de Estado, y en España la familia del presidente no tiene ese tratamiento.

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Imagen cedida por Daniel Bernabé | Akal

El género al que pertenece el libro, según tu misma descripción, es al «sainete trágico». En este sentido, hay pasajes surrealistas, como cuando Verónica Pérez, mano derecha de Susana Díaz, afirma, en pleno intento de  descabezamiento de Pedro Sánchez, que ella es «la única autoridad que existe en el PSOE». ¿Hay esperpento en el sainete trágico?

Ciertamente, se podría haber definido en términos valleinclanescos. Yo lo disfruto mucho. A mí el costumbrismo me apasiona. La cuestión de fondo es que se trata de episodios realmente graves, es inédito que una diputada declare que ella es la autoridad en medio de un proceso de descabezamiento de un secretario general, y a la vez tiene tono de sainete. Rajoy se adapta muy bien a esta idea de sainete trágico. Creo que esta dualidad es definitoria, casi culturalmente, en una España de trajes regionales donde el tono de comedia a veces tiene consecuencias realmente trágicas.

Expones que Mariano Rajoy se adapta muy bien al sainete trágico, pero lo describes como un político inteligente, «el maestro gallego del suspense», cuya estrategia de no hacer nada a veces es muy eficaz, pero eres muy crítico con su final, con aquel bolso de Soraya Saénz de Santamaría en su escaño el día de la moción de censura. ¿Cuál habría sido un final digno?

Rajoy utiliza lo que yo denomino como táctica del ‘ensimismamiento vigilante’, con la que es capaz de engañar a un país entero y a sus adversarios. De parecer un tipo que simplemente pasaba por allí. Sin embargo, los gobiernos de Rajoy son muy radicales en el ámbito neoliberal, pero él nunca despertó tanta animadversión como Aznar, por ejemplo. Es una estrategia que le representó, pero es incomprensible que acabe representado en un bolso de la poderosa Soraya Sáenz de Santamaría, en un bar, rendido. Es un final muy poco respetuoso para la institución y para el partido. Rajoy pensó que ahí acababa su carrera política, pero no acababa su vida pública. Rajoy ha seguido teniendo actualidad, y sus ministros continúan apareciendo en los titulares.

Daniel Bernabé: «Rajoy tiene algo de aparición mariana, de santo laico que jugó muy bien con los sueños y con las pesadillas»
Mariano Rajoy en el Congreso el día de la moción de censura. | Foto: Pierre Philippe Marcou. | AP/Pool

Con el caso Kitchen, los juzgados han puesto de actualidad precisamente esto, la corrupción en la etapa de Rajoy, que tiene mucho peso en el libro.

Sí, el PP llegó a acumular tanto poder a nivel local, autonómico y nacional que se fraguó una fuerte sensación de impunidad. Y, con esto, aprieta el acelerador. Lo que Bárcenas tenía grabado debía ser tan grave que, de salir a la luz, hubiera comprometido la propia existencia del Partido Popular. De hecho, si los juzgados determinasen que Mariano Rajoy tenía plena consciencia de lo que estaba sucediendo, creo que quedaría comprometida la supervivencia del partido, quizá tendría que refundarse y transformarse en otra cosa. Lo que significa Kitchen es corrupción para tapar la corrupción, algo tan podrido que sólo puede tener parangón con la guerra sucia de los años 80.

Me ha llamado la atención que en el libro no desarrolles mucho la figura de Albert Rivera, alguien que concitó muchas esperanzas en determinados sectores.

Albert Rivera y Ciudadanos me fascinaron durante un tiempo. Era una nueva derecha que no era específicamente muy conservadora, que podía utilizar lo aspiracional como arma política (cuestiones como tener un todoterreno, ser tu jefe, ‘la ginebra rosa’) y que buscaba el ascenso individual. Sin embargo, la apuesta no salió bien: Albert Rivera, en términos reales, no significó nada. Ese ‘Podemos de derecha’ que pidió el presidente del banco Sabadell, que podría haber actuado como partido bisagra, pactando a izquierda y a derecha, se lanzó a una competición con el PP. Y resultó un fracaso. Creo que Albert Rivera, para sus patrocinadores, resultó absolutamente decepcionante.

Cuando hablas del descabezamiento de Pedro Sánchez como secretario general señalas la coexistencia de dos almas en el partido, una más izquierdista y otra más socioliberal o directamente más escorada a la derecha. Escribes que «nadie que trace pactos con el PSOE podrá saber cuál de las dos caras saldrá a relucir», como si fuera Harvey Dent, el personaje de El caballero Oscuro de Nolan. ¿Esta indeterminación persiste en el contexto actual?

Harvey Dent es un buen ejemplo. No hay que olvidar que Sánchez es una figura muy particular, es alguien que no tiene demasiada ideología, que sobrevive en el partido y que genera problemas cuando empieza a tomar decisiones por sí mismo. En la orientación del PSOE, al final, importan las presiones: se escorará a la derecha si recibe presiones de la banca y del espectro conservador y hacia la izquierda si esas presiones vienen de los sindicatos y del ala a su izquierda.

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Pedro Sánchez y Albert Rivera tras llegar a un acuerdo en 2016. | Foto: Francisco Seco. | AP

Después de mencionar PP, C’s y PSOE falta Podemos. Hablas de la importancia que tuvo la comunicación política para su resultado histórico en las europeas de mayo de 2014. ¿Cómo es posible que un grupo de jóvenes profesores universitarios obsesionados con Gramsci, que al principio manejaban lo cultural como un arma política enormemente eficaz, cometiesen errores tan flagrantes, como la compra de la casa de Galapagar, que calificas de «comunicativamente impresentable»?

Porque hacer política no es igual que estudiar. Hace falta mucho talante y gente que sepa leer muy bien el contexto y las dinámicas. Creo que Podemos ha pagado mucho su inexperiencia, y que sus dinámicas internas les han llevado  a la división que además han escenificado. Por ejemplo, cuando en las elecciones de 2016 Podemos alcanza los 71 escaños aparecen con cara de funeral porque no se han cumplido las expectativas de superar al PSOE, pero es un gran resultado. A veces es mejor salir con una sonrisa, este tipo de gilipolleces resultan muy efectivas. En cambio, la propia noche hubo algunas figuras de Podemos que ya estaban pidiendo cuentas en Twitter, buscando de quién era la culpa… Se puso de manifiesto que más que además de puntos de vista distintos, ahí ya había ‘navajeo’ interno. Se les ha criticado muchísimo, han sufrido campañas de acoso y derribo, porque lo que se ha pretendido es que Podemos no llegara al gobierno. Por ejemplo, en las elecciones de 2016 la prensa hace recaer la responsabilidad en Pedro Sánchez, pero Rajoy podría haber obtenido su reelección llegando a un acuerdo con Ciudadanos y con el PNV, pero no lo hizo.

Sobre estas divisiones y navajeo interno, eres muy crítico con Íñigo Errejón. ¿Cuál crees que puede ser  el futuro de Más País?

No tengo una especial antipatía por Más País . En la Comunidad de Madrid están llevando a cabo actuaciones muy importantes, Mónica García actúa casi como líder de la oposición y con Ayuso han sido contundentes. Lo que sí creo es que el camino que les ha hecho llegar hasta ahí es muy poco honrado. Creo que a Íñigo le van a perseguir estas actuaciones, hay muchos sectores, incluso dentro del PSOE, que no se fían de él. Evidentemente, su malestar para con Podemos puede ser totalmente comprensible, pero en ese momento lo que debería haber hecho era dimitir de Podemos y una vez fuera montar su propia formación. Yo intuyo que a Errejón le regalan los oídos. En los medios de comunicación se le ha hecho un caso enorme, que no corresponde con la representación política que tiene su partido.

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Miembros de Podemos tras las elecciones de diciembre de 2015. | Foto: Emilio Morenatti | AP

En el libro no rehúyes un tema polémico, personal pero polémico: la controversia que generó La trampa de la diversidad, tu anterior publicación. (Daniel Bernabé publicó La Trampa de la diversidad en 2018, un ensayo que encendió el debate sobre el activismo y la diversidad. El autor sostiene que el neoliberalismo la ha transformado, en nuestras sociedades, «en un mercado donde los individuos compiten entre sí, cada vez más atomizados». Isabel Serra, hoy portavoz de Unidas Podemos, escribió en CTXT que para Bernabé «parece que la clase consciente ya es en sí un dique de contención al neoliberalismo, y todo el resto de identidades, un efecto de este».) ¿Cómo ha sido pasar de un registro a otro?

Ha sido una liberación. La trampa no fue nada más que la crónica de una serie de hechos que estaban ocurriendo y está claro que tocó algunas teclas, no hay más que ver el jaleazo que ahora tiene el feminismo con todo el tema trans, por ejemplo. O la atención a lo verde que se prestó durante el confinamiento, pero que estaba muy lejos del ecologismo clásico de sentido colectivo, porque se centraba en figuras individuales. Lo que a los escritores nos gusta es narrar, en este caso con la idea de sainete trágico y con adornos, pero contar hechos, al fin y al cabo. Con La distancia del presente pretendía hacer lo que más me gusta, que es narrar.

Es un libro que no pretende teorizar, tampoco es un libro de investigación, pretende contar lo que ha ocurrido estos años, y después que cada uno se haga sus componendas. Creo, además, que va ser un libro más fructífero, no en cuanto a ventas pero sí considerando para lo que puede servir. Ya me han escrito varios profesores comentando que lo van a utilizar para sus clases, y eso para mí es un orgullo.

La entrevista ha comenzado con una pregunta sobre una película. Para cerrar, ¿qué película utilizarías para describir la etapa de Zapatero, cuál para la etapa de Rajoy y cuál para la de Pedro Sánchez?

Vamos a escoger españolas… Para Zapatero sería Belle Époque, de Fernando Trueba. Es una película que refleja una arcadia, que habla sobre descubrimientos… pero donde todo ese clima de celebración oculta una situación que está por venir que es enormemente compleja. Para Rajoy… alguna de Berlanga. Los jueves milagro, quizá. Rajoy tiene algo de aparición mariana, de santo laico para nuestro país que jugó muy bien con los sueños y con las pesadillas. Para la etapa de Sánchez es más difícil, es menos tiempo y está la pandemia… Alguna de Álex de la Iglesia… La comunidad. La comunidad nos habla de estar encerrados, recluidos; y de perseguir algo, y en estos momentos creo que perseguimos la estabilidad.

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