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Valeria Ros: «Mi feminismo es hablar sin pelos en la lengua, coger un micro, ser mujer y estar trabajando a la misma altura que otros cómicos»

En la tercera entrega de la serie ‘Podcast, mujeres y humor’ Valeria Ros habla sobre su humor, entre espontáneo y salvaje, cómo utiliza sus propias experiencias para reírse de todo, en primer lugar de ella misma, y de por qué las mujeres están conquistando nuevos espacios en el mundo de la comedia gracias a internet y al empuje de los podcasts

Valeria Ros: «Mi feminismo es hablar sin pelos en la lengua, coger un micro, ser mujer y estar trabajando a la misma altura que otros cómicos»

Cadena Ser

Valeria Ros se ha convertido en una de las cómicas más reconocibles de la televisión, los teatros y la radio, pero ha sido en este último medio donde encontró la oportunidad para darse a conocer. Cuatro años después del estreno de La lengua moderna, un programa de humor que copresenta junto a Quequé en La Ser, podemos verla en Zapeando en La Sexta o en Locomundo en Movistar+, de gira por España con Mature, su segundo espectáculo, y riéndose de todo, incluida su niña, en las redes sociales. Todo esto mientras escribe su primer libro y esquiva las polémicas que su humor, entre espontáneo y salvaje, a veces le ha granjeado.

«Yo siempre he querido ser actriz y siempre he tenido una vis cómica, pero la verdad es que he llegado a la comedia un poco sin querer», cuenta Ros (Getxo, 1986). «Yo estudié Comunicación Audiovisual en Salamanca, cuando vine a Madrid hice un máster de Interpretación en la Escuela TAI y entonces me presenté a un concurso de monólogos sin tener ni idea. Hice el bolo de forma intuitiva, inventándome la mitad de lo que decía», reconoce entre risas sobre su primer contacto con el mundo del stand-up, donde conoció a Leo Harlem y Dani Rovira. «El circuito para probar texto es muy cerrado, así que entré en el mundillo y fui probando en todo lo que podía», lo que incluyó subirse a los escenarios en Londres, donde vivió una temporada. 

De vuelta a España, y tras pasar por La ventana de La SER, «mi mayor salto fue el casting que me hizo Quequé para hacer un programa de verano sobre el castellano que se llamaría La lengua moderna y yo fui la elegida», confiesa. «Trabajar con un referente como Héctor cuando La vida moderna estaba en su punto más álgido a mí es lo que me ha permitido posicionarme en la comedia, aparte de los bolos», la escuela donde, con más de 100 actuaciones por año, ha forjado su irreverente estilo.

«Para mí el humor, aunque ahora suena muy gracioso, es libertad. El humor te da la libertad de reírte de todo y como mi humor es muy personal, lo primero que hago es reírme de mí misma», explica Ros. «Para mí el límite son mis valores y que me haga gracia a mí, pero no intento hacer daño a nadie. Cuando alguien se ofende reflexiono, pero creo que a veces es que no me han entendido», dice recordando las críticas que provocó su traje de enfermera sexy en Zapeando. «Yo con eso no estaba intentando menospreciar la profesión, sino decir tonterías y reírme de mí misma, que es lo importante», remata.

Tanto en sus espectáculos en vivo como en La lengua moderna, Ros ha demostrado que el primer foco de sus dardos humorísticos es su persona. En Sin filtro, su primer show, se reía tanto de sus obsesiones como de sus muchos fracasos. En Mature, actualmente en el Teatro Alfil de Madrid, explica qué significa para ella ser mujer, cómica y MILF en pleno auge del movimiento feminista. Y en la radio ha hablado de la ansiedad, de por qué ha vuelto a dar clases de conducir cuando hace años que se sacó el carné o de los muchos miedos que afronta una madre primeriza. Lo que no impidió que hiciera un roast a su propia hija recién nacida. 

«En Mature hablo del momento en el que estoy ahora: una maternidad inesperada, el feminismo, la fama o mi profesión. Intento involucrar al público y contárselo como si lo hablase con unas amigas», explica Ros. «Todos cometemos errores y yo juego mucho a reírme de eso y de este feminismo dictatorial que te dice lo que tienes que hacer. Mi feminismo es hablar sin pelos en la lengua, coger un micro, ser mujer y estar trabajando a la misma altura que otros cómicos», añade.

En un momento en que las cómicas parecen estar conquistando el espacio que hasta ahora copaban los hombres, Ros reconoce que, por un lado, internet, y por otro, los podcasts, han ensanchado las puertas que daban acceso a este mundo. «Con internet y con la libertad de la mujer ha cambiado todo y ahora se habla de muchos temas que antes no se hablaban», dice la presentadora en la misma línea que Henar Álvarez, quien desde el programa Buenismo Bien reconoció que empezó a sentirse interpelada por la comedia cuando empezó a ver perspectivas y experiencias diferentes o parecidas a la suya.

«Yo hablo de la maternidad porque es lo que estoy viviendo y como cómica me sale hablar desde la honestidad. Esa idea de la maternidad como una película de Disney yo la rompo porque para mí no ha sido así. Puede sonar a revelación porque antes no se hacía, pero yo simplemente hablo de mí desde mi experiencia y no creo que tenga la potestad de decir a nadie lo que tiene que hacer por tener un micrófono», asegura Ros. 

«En lo que respecta al podcast, es una ventana porque están creciendo mucho y te da una vía de producción más rápida. Pero es verdad que hay que trabajárselo mucho. Hay muchas cómicas, y entre ellas me incluyo yo, que esperamos a que nos llamen para que nos den un trabajo. En cambio chicas como Carolina Iglesias y Victoria Martín se lo han montado solas en Estirando el chicle y lo están haciendo genial», añade. 

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Valeria Ros. | Foto cedida por La Ser.

A pesar de todo, Ros asegura que ella nunca se ha sentido discriminada, más bien al contrario. «Ser una mujer creo que ha sido un plus. Como había menos mujeres cuando yo empecé puede que hiciera que destacara más», asegura. «En mi experiencia, no es que nadie nos impidiera actuar, sino que no se permitía hablar a las mujeres con total libertad salvo con su grupo de amigas. Entonces, podía haber mujeres a las que no les apetecía que las juzgaran o mostrarse como son. Como a mí me daba igual, para mí eso no era un problema. Pero es verdad que el movimiento feminista ha conseguido que muchas más mujeres se salgan de cierto prototipo de mujer», cuenta la cómica.

«En mi caso particular no se me ha censurado, al revés, se me ha sobrevalorado al principio sin tener tanta experiencia. Pero en ningún momento me he sentido cuota: si se me ha exigido un nivel al que quizá no llegaba eso me ha generado una inseguridad o un estrés que me ha hecho trabajar mucho más», continúa diciendo. En este sentido, «podía dar miedo que pusieran a una cómica que acababa de empezar por cumplir y que esto reflejara que las cómicas no estábamos a la altura. Eso me parece mal, pero por la persona que la pone ahí porque una cómica va a coger todas las oportunidades que pueda», señala para rematar: «Todavía falta esa experiencia que ellos han tenido simplemente por haber podido crecido como cómicos, mientras que las cómicas no han tenido suficiente tiempo para estar en esa posición. Pero ahora mismo hay muchísimas mujeres haciendo humor».

De vuelta a La lengua moderna, un programa estrenado en 2017, Ros reconoce que, con el paso del tiempo, ha ganado en autoestima y seguridad. «En realidad la idea de hablar del castellano era una excusa para hacer un programa de humor. Yo tampoco sabía muy bien lo que estaba haciendo porque venía de hacer monólogos, así que he sido un poco autodidacta. Al final, la experiencia y el público te va diciendo por dónde ir», dice sobre un programa cuyo intempestivo horario en La Ser, los viernes de 4.30 a 5.00, también hace que se consuma más habitualmente en formato podcast.

Sobre su estructura, Quequé comienza recitando un poema, después ambos presentan el concurso cutre planteando cuestiones de ortografía, gramática o semántica, a continuación Ros ofrece su reflexión o el monólogo central y, para terminar, invitados varios como músicos o escritores presentan sus trabajos. «Para nosotros es ir a pasárnoslo bien, jugar y, sobre todo, divertirnos. Pero es un orgullo llevar tanto tiempo. Para mí cuando empezó fue un regalo y esa semilla que plantamos ha ido creciendo» hasta el punto de que ahora presta más atención a muchas de las cuestiones lingüísticas que abordan. «Como cuando escribes un tuit, tienes una errata, te mueres de vergüenza, pero no lo borras porque ya tiene un montón de me gusta», comenta divertida. 

El colofón a esta trayectoria, todavía en ascenso, será un libro. «En realidad lo acabo de empezar. Lo único que sé es que tendrá nueve capítulos por los nueve meses de embarazo, y dos líneas temporales, mi vida y la pandemia. Mi idea es hablar de cómo es ser conocida, ser madre, la diferencia entre ser libre a verte con esa responsabilidad o la conciliación», concluye.

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