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Carlos Montero, el eterno adolescente que convertirá 'Élite' en la 'Anatomía de Grey' de Netflix

Comenzó su carrera como guionista en ‘Al salir de clase’, después creó ‘Física o química’ y, tras dar el salto a Netflix, compagina la exitosa ‘Élite’ con proyectos más personales como ‘El desorden que dejas’, adaptación de su novela homónima, o la próxima y sobrenatural ‘Feria’. El escritor, guionista y creador repasa con The Objective su carrera, cómo aborda la diversidad LGTB o racial en su trabajo y cómo ha conseguido conectar con los jóvenes de varias generaciones

Carlos Montero, el eterno adolescente que convertirá ‘Élite’ en la ‘Anatomía de Grey’ de Netflix

Jaime Olmedo | Netflix

Gracias al enorme éxito de Élite (2018-), Carlos Montero (Celanova, Orense, 1972) se ha convertido en el niño bonito de Netflix en España. No es de extrañar: el creador de Física o química (2008-2011) ha desarrollado junto a Darío Madrona uno de los thrillers juveniles más célebres e influyentes de la última década y la pareja creativa cree tener imaginación suficiente como para convertir sus historias en Las Encinas en la Anatomía de Grey de la plataforma.

A punto de estrenar la cuarta temporada de la serie el próximo 18 de junio, el guionista repasa su trayectoria antes, durante y después de su salto a la fama global: desde sus comienzos a finales de los 90 en Al salir de clase y El comisario hasta la reciente adaptación de su novela El desorden que dejas (2020) y su próxima ficción, Feria (2021), esta vez junto al escritor y guionista de La caza. Monteperdido, Agustín Martínez. También disecciona su obsesión (y la nuestra) con las series adolescentes, confiesa sentirse un eterno Peter Pan y reconoce que sus series son una venganza por su anodina juventud. Aunque ya como estudiante de Ciencias de la Información compartió piso en Madrid con los cineastas Alejandro Amenábar y Mateo Gil.  

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Imagen del rodaje de ‘El desorden que dejas’ | Foto: Jaime Olmedo vía Netflix.

En primer lugar, ¿cómo entró a trabajar en Al salir de clase (1997-1998) y cómo era escribir una serie diaria juvenil donde los actores tenían practicamente tu misma edad?

Yo creo que algunos tenían más años que yo (ríe). La verdad es que fue mi primer trabajo como guionista y la primera vez que me pagaban por escribir así que yo me sentía millonario con el sueldo que tenía. Sobre todo, era escaletista, creo que solo dialogué dos capítulos. Pero en los seis meses que estuve aprendí muchísimo. Era un equipo muy grande, tanto de guionistas como de actores, y se escribía muy rápido porque era una serie diaria, entonces no podías tener miedo al folio en blanco: había que producir. Eso fue muy liberador porque yo que venía con todas mis tonterías de que todo tiene que ser perfecto, la angustia de no saber qué contar y allí era: suéltate y escribe. 

Enseguida fichó por El comisario (2000-2004) y poco después creó Génesis (2006-2007), un policiaco clásico y otro fantástico. ¿Qué recuerda de estas experiencias?

Con El comisario tuve mucha suerte porque el jefe de guionistas era Ignacio del Moral, que es uno de los mejores guionistas de este país, y también estaba Joan Barbero. Con ellos aprendí todo lo que tiene que ver con el thriller y a enfrentarme a un guion en prime time donde tú tenías que escribirlo entero. Eso daba muchísimo vértigo, pero a la vez o aprendías a nadar o te hundías. También aprendí a documentarme, cómo hablar con la policía para que me contara los casos, fue una escuela increíble. Respecto a Génesis, salió un híbrido interesante, pero muy fallido. Aunque de los fracasos también se aprende.

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Imagen de ‘Física o Química’ vía Amazon Prime.

Y a continuación, volvió al juvenil con Física o química (2008-2011), una serie que desde la televisión en abierto rompió muchas barreras al contar en el elenco principal con un personaje LGTB o hablar del VIH. ¿Cómo fue esa experiencia?

Yo siento que rompí muchas barreras con Física o química porque las teníamos que romper a puñetazos. Estábamos en una cadena conservadora como Antena 3 y cada cosa que se conseguía era una batalla. Pocas veces hablo de esto, pero cuando empezamos a hacer promociones con los actores nunca querían al personaje de Fer [interpretado por Javier Calvo] porque era gay. Antena 3 fue valiente porque, aunque costaba ganar, me dejaron hacerlo, a lo mejor otras cadenas no lo hubieran hecho. 

Observando su trayectoria anterior, da la impresión de que Élite es una suma de sus experiencias anteriores.

Netflix quería una serie juvenil y añadirle el thriller a una especie de Física o química fue el diferencial. Llamé a Darío y le dije, ¿te apetece hacer una serie conmigo donde unos adolescentes se ven envueltos en un crimen? Esa premisa tan tonta le encantó y ahí empezamos a trabajar. Y desde Netflix siempre nos han dado libertad absoluta: no puede ser más queer y te potencia incluso que los personajes sean LGTB.

Desde entonces hasta ahora ha asegurado en distintas ocasiones que no quieren que Élite termine. ¿Qué futuro le ven?

Esta cuarta temporada es clave para la continuidad de Élite. Ahora sabremos si mi sueño de que crezca y sea la Anatomía de Grey de Netflix puede ser o no. Yo creo que sí porque la serie está muy viva, nos hemos esforzado mucho para mantener el ADN de la serie y a la vez que siga siendo muy fresca y entretenida. Si eso lo conseguimos con la cuarta lo podemos conseguir con la quinta, la sexta o la séptima. Al menos esa mi intención.

¿Cuáles son, entonces, las claves de esta cuarta temporada y cómo van a tratar de reiniciar la serie introduciendo nuevos personajes? 

El punto de inicio es la llegada de un nuevo director [interpretado por Diego Martín] que viene a sanear un colegio en el que ha habido demasiados desmanes, y sus tres hijos [encarnados por Carla Díaz, Martina Cariddi, Manu Ríos]. Viene a imponer mano dura: disciplina, excelencia y mérito es su lema. Y esos tres chicos, que son unos privilegiados y unos caprichosos que siempre se salen con la suya, van a crear conflictos nada más llegar, aunque enseguida empiezas a quererlos porque ves la fragilidad que hay detrás de su arrogancia. 

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Imagen de ‘Élite’ vía Netflix.

¿Pero seguirá habiendo crímenes? 

Seguirán pasando cosas tremebundas (ríe). Nos planteamos continuar sin crimen, pero creo que sería otra serie. Cuando otras ficciones han intentado hacer eso ha salido mal porque deja de ser la serie que la gente quiere ver. Es difícil mantener que en un instituto privado cada temporada hay un nuevo crimen y que los padres vuelvan a llevar a sus hijos, pero lo que procuramos es que el crimen vaya cambiando mucho y que dentro de Élite, que es un universo en sí, no es la realidad, sea creíble y verosímil.

A muchos fans les gustaría ver crecer este universo hasta convertirse en el Marvel adolescente de Netflix. ¿Le gustaría desarrollar spin-offs y series derivadas con algunos de los personajes? 

Expandir el universo Élite no me importaría si encontramos la manera. No soy avaricioso y no quiero hacer por hacer, pero si encontramos uno o dos spin-offs, me encantaría. La gente está demandando a Lu y lo entiendo perfectamente: yo amo a Danna Paola y me encantaría hacer algo con ella. En realidad, yo estoy enamorado de todos mis personajes y de todos los actores. Ahora con los nuevos yo a Patrick [Manu Ríos] le haría siete películas, a Arón [Piper] y Omar [Ayuso] igual, con Rebeka [Claudia Salas] me casaba. Me gustan todos y todos tienen personajes que podrían explotarse por otras vías.

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Foto: Jaime Olmedo vía Netflix.

Élite ha sido alabada por mostrar personas LGTBI, de diferentes razas, religiones o clases sociales, además de hablar del mencionado VIH o la salud mental. ¿Cómo cree que ha cambiado la ficción española en los últimos años? 

En España la ficción ha avanzado mucho, pero la verdad es que siempre hemos sido bastante pioneros, desde Hospital Central que tenía su pareja de lesbianas. No es que haya habido muchas, pero hemos estado ahí desde el principio, mientras que otros no han estado y aún no están, a pesar de los tiempos. Ahora necesitamos que otras empresas accedan, no voy a dar nombres porque está feo, pero que los superhéroes sigan siendo todos heteronormativos, eso a mí sí que me parece más vergonzoso. Esa batalla no está ganada, aunque este mes pongan banderitas. Por suerte, las cosas han cambiado tanto que ya te llama la atención cuando no muestras la diversidad, y eso es fantástico. 

Y siendo usted un hombre blanco, ¿cree que introducir esa diversidad en los equipos de guionistas? 

He pensado mucho sobre este tema y yo creo que como guionista tienes que ser capaz de meterte en la piel de cualquier personaje. Yo no necesito ser una mujer o un negro para escribir personajes estupendos, pero es verdad que siempre te va a ayudar tener en tu equipo a gente que sea mujer o negra. En España, en ese sentido, aún estamos un poco en pañales. Llevamos poco tiempo siendo una sociedad multicultural. Ahora que ya está instalada la segunda generación de inmigrantes ellos van a tener voz y va a ser muy interesante escucharles, pero hace 10 años no tenía un guionista negro porque no existía. Ahora seguramente tendré que hacer ese esfuerzo para ayudarles a crecer y que existan; o si ya existen contar con ellos en mis equipos. La diversidad hay que incorporarla delante y detrás de las cámaras. Pero quiero creer que a nada que seas un poco sensible puedes escribir cualquier personaje.

Con El desorden que dejas repitió escenario, un instituto, y premisa, una misteriosa muerte, primero en su novela y después en la miniserie de Netflix, que decidió grabar en Galicia y en su Celanova natal. ¿Es esta su obra más personal?

Mis amigos siempre se ríen de mí porque al principio de la serie mi nombre sale cinco veces como escritor de la novela, creador de la serie, guionista, productor y director. Además, me fui a rodar a mi pueblo, así que supongo que sí es mi obra más personal. El mayor reto fue dirigir porque me daba mucho respeto. No sabía si iba a ser capaz, pero esta vez Netflix me dijo, hazlo, es el momento. Y estoy muy contento con el resultado.

¿Qué me puede contar de Feria, su próxima serie adolescente para Netflix, pero esta vez con un toque de fantasía?

Feria es sobre todo de Agustín [Martínez] y de su mente perversa y genial. Yo le apoyo y he ayudado, pero que mi nombre esté ahí es inmerecido. Es una serie muy novedosa para la ficción española porque nos tomamos muy en serio el fantástico, todos los efectos digitales son increíbles y yo estoy flipando con lo que está haciendo El Ranchito [que ya trabajó con Juego de tronos] y lo laborioso y delicado que es ese proceso. Mola mucho darle vida a una criatura que no existe y luego existe.

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Imagen de ‘El desorden que dejas’ vía Netflix.

Si algo tienen en común todas estas ficciones es el tema de la adolescencia. ¿Por qué le obsesiona este momento vital?

Muchas veces uno escribe por instinto, las teorías vienen después, pero yo con los años me he dado cuenta de que al final la adolescencia habla de la construcción de la identidad. Pasamos de ser unos niños, que nos han construido nuestros padres y la biología, a empezar a ser los adultos que queremos ser. Y en ese choque hay algo muy potente porque tú te imaginas siendo algo, pero la vida muchas veces te lleva por otros sitios. 

La construcción de la identidad es muy costosa, es una lucha que a mí me parece apasionante reflejar en la escritura y en los dramas, de ahí mi obsesión, la verdad. Todos estamos marcados por nuestra adolescencia. Y después yo creo que no dejamos de ser adolescentes para muchas cosas: cada vez que nos enamoramos volvemos a ser adolescentes, a tener los mismos miedos, las mismas inseguridades, los mismos anhelos. Aunque seamos unos cínicos cuando nos enamoramos volvemos a creer en el amor y volvemos a creer que nos va a cambiar el mundo.

Esa manera de asomarse al mundo, a esos abismos, a veces lo vemos de una manera paternalista y condescendiente como diciendo, ay pobrecitos, pero otras también da mucha envidia. En la vida solo te estrenas una vez en todo, de modo que volver a ver a gente que se está estrenando mola.

Usted mismo se describe como un eterno adolescente. ¿Por qué?

Mis parejas nunca duran demasiado, me niego a crecer y creer que dentro de un año cumplo 50 años, me parece de un mal gusto atroz. Así que yo estoy un poco ahí, soy un eterno Peter Pan, qué le vamos a hacer (ríe).

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Primera imagen de ‘Feria’ vía Netflix.

Mientas los jóvenes parecen huir de la televisión, usted parece haber dado con la clave para hablar con ellos. ¿Cómo lo ha logrado?

Creo que hay que hablarles con respeto y sin condescendencia. Yo no me bajo a ellos para hablar como ellos, yo les hablo como soy y para mí son personajes igual que los adultos, pero con sus cosas. Igual que cuando escribes a un astronauta te pones en su piel, cuando escribo a un adolescente me pongo en su piel, sin tener la mirada del adulto que le dice lo que tiene que hacer. Yo simplemente estoy contando una historia. Y mi carácter, el hecho de que yo sea un entusiasta de la vida y me siga asomando al abismo a menudo, también ayuda.

¿Se imagina hablando de estos mismos temas dentro de 20 años?

Parece muy patético, pero sí (se ríe a carcajadas). Con 70 años y bastón seguiré hablando de los adolescentes. No lo sé, pero al final me doy cuenta de que el deseo y la construcción de la identidad siempre están en mis historias, así que imagino que seguiré dando vueltas a lo mismo, pero de distintas maneras, hasta que os canséis.

¿Y cómo fue su juventud, primero en Galicia y después compartiendo piso con Alejandro Amenábar y Mateo Gil en Madrid?

Mi adolescencia en mi pueblo fue bastante sosa. Yo era un chico muy normalito, bastante tímido. Física o química y Élite no dejan de ser una venganza por mi adolescencia anodina. Y después llegar a Madrid fue todo para mí: estar en la facultad de ciencias de la información y compartir clase con Alejandro y Mateo, que muy pronto nos fuimos a vivir juntos, fue una etapa muy chula. Sigo siendo amigo suyo y me siento súper orgulloso de ellos.

¿Cómo es su proceso creativo?

Como cada vez tengo más series y más trabajo saco horas de donde no tengo para escribir. Me levanto a las 7.30, desayuno, me ducho, saco al perro y me pongo a escribir. Ahora como tengo que ir a montaje, a plató, al casting de una serie, a una reunión con un productor de la otra, me veo abocado a escribir de 11 de la noche a 2 de la mañana. Pero lo disfruto mucho: con Netflix he crecido muchísimo en todos los niveles y lo quiero aprovechar.

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Foto: Jaime Olmedo vía Netflix.

¿Le gustaría volver a escribir una novela?

Me gustaría, pero no tengo prisa. Mi fantasía de pequeño era ser escritor, pero descubrí que no era un buen escritor, no en el sentido de que no escriba bien, sino porque la vida del escritor no me gusta. Es una vida muy solitaria, hablas con tu editor y poco más, después tienes que hacer firmas de libros, que lo odio. Yo creo que soy más feliz escribiendo para televisión porque soy un animal social, me gusta estar con los guionistas, los directores, los actores, ir a Netflix y reunirme. Creo que estoy condenado a ser más guionista que escritor, la verdad.

Y estamos hablando de televisión, pero también ha escrito tres películas: Combustión (2013), No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas (2016) y Gente que viene y bah (2019). ¿Le gustaría volver a trabajar en el cine?

Por ahora prefiero la tele porque en el cine escribes la historia, la entregas y ya no tienes nada de control. Yo estoy encantado con las películas que he hecho, pero me hubiera gustado estar hasta el final para tener más mano porque, de repente, se escapan y es otra cosa. Es así y no pasa nada, pero en la tele poder estar hasta el final del producto me gusta mucho. Yo creo que hay tres escrituras: la escritura de guion, la escritura de rodaje y la escritura de montaje. Y si solo estás en una, la historia va a crecer por sitios que no controlas. En la tele he encontrado una manera de contar las cosas y llevarlas hasta el final que me satisface. Entonces, si vuelvo al cine, quiero estar hasta el final, ya sea produciendo o dirigiendo.

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