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Life is Strange: True Colors, navegando entre emociones

Life is Strange: True Colors vuelve a colocar nuestra brújula moral en el centro de la mecánica, como es habitual en la franquicia

Life is Strange: True Colors, navegando entre emociones

Press Kit de Life is Strange: True Colors

Algo especial debe de tener la franquicia Life is Strange para no haber perdido fuelle desde que el primer título nos sorprendiera allá por 2015. No son sus mecánicas, que desde luego no buscan la innovación, sino el modo en que ha sabido capturar la esencia de la narrativa young adult, pocas veces explorada de manera tan exitosa en el videojuego como en otros medios. Sin embargo, que las sucesivas entregas se hayan mantenido en la misma línea no significa que no haya habido una evolución interesante. Después de explorar sin miedo la intersección entre lo político y lo racial en Life is Strange 2, la nueva entrega, que lleva como subtítulo True Colors, vuelve a reflexionar sobre lo que supone saberse diferente, extranjero en un contexto al que nunca podremos pertenecer del todo, por mucho que queramos u otros traten de integrarnos. Y es que la vida es extraña, nosotros somos siempre extraños, de un modo u otro; una certeza que difícilmente nos abandona por muchos años que pasen.

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Imagen vía Press Kit.

La protagonista, Alex Chen —el estudio, Deck Nine, escoge de nuevo un nombre ambiguo, casi se diría que no binario—, se halla en ese incómodo umbral entre la adolescencia y la madurez, asumiendo de repente obligaciones que no esperaba, y tratando de comprender lo que se espera de ella cuando sigue siendo una niña a ojos de muchos. Por si esto no fuera de por sí complicado, está el asunto de su poder. En el primer Life is Strange, Max era capaz de controlar el tiempo; en el segundo título, el pequeño Daniel poseía poderes telequinéticos abrumadores, que lo convertían en un paria. En True Colors, en cambio, la habilidad de Alex no está relacionada tanto con la manipulación de su entorno como con la conexión con los demás. Posee una empatía hiperdesarrollada que le lleva a asimilar las emociones de quienes la rodean cuando estas se encuentran muy agudizadas, lo que le hace perder el control. Si se encuentra expuesta a la ira, ella misma cae presa de la furia. Si hace lo propio con una tristeza inconsolable, puede quedarse paralizada. De algún modo, podríamos identificar este poder con un concepto del ámbito de la psicología —controvertido y no aceptado de manera unánime, como sucede en ocasiones—, el de las personas altamente sensibles o PAS, llevado a un extremo fantástico.

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Imagen vía Press Kit.

Tras varios años dando tumbos en el sistema de acogida estadounidense, Alex se marcha a vivir con su hermano Gabe a un pueblo minero idílico de Colorado, Haven. Gabe Chen es un joven extrovertido y alegre que se ha hecho querer rápidamente en Haven, pese a venir de fuera; su hermana, mucho más tímida e insegura, no tiene tan claro que pueda adaptarse del mismo modo. Los habitantes de Haven se esfuerzan por hacerla sentir cómoda, y todo parece ir sobre ruedas… al menos durante un día. Un accidente en las montañas, a causa de la detonación de explosivos para derruir una mina, hará que todo cambie de forma inesperada. Alex se encontrará de repente sola en un lugar completamente ajeno, tratando de dar sentido a una pérdida inconcebible. Tomará entonces la determinación de investigar para esclarecer lo sucedido, contando con las posibilidades que le ofrece su poder. No siempre será una ventaja, eso sí. A veces, es mejor no conocer los auténticos pensamientos que se ocultan tras las palabras que escuchamos.

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Imagen vía Press Kit.

El verdadero referente de Life is Strange: True Colors, sin embargo, no son sus predecesores en la franquicia, sino el anterior juego episódico de Dontnod, Tell Me Why. El poder de Alex recuerda mucho al que poseían los hermanos mellizos de este otro título: no eran empáticos, pero también podían captar las emociones de los demás y recuperar sus recuerdos. Y también como en Tell Me Why, en True Colors tenemos un misterio que resolver casi desde el primer momento; un drama familiar que marca el ritmo de la historia y nuestras relaciones con los demás. 

Pese a sus muchos aciertos, es innegable que Tell Me Why terminó por pasar sin pena ni gloria, sin convertirse en ese sucesor de Life is Strange que quizás esperaban sus desarrolladores. No es de extrañar, por tanto, que algunas de las ideas que mejor funcionaron en aquél se hayan adaptado a True Colors. Un juego que, además, nos permite por primera vez disfrutar de todos los episodios seguidos con una sola compra, eliminando la presentación por temporadas a la que estábamos acostumbrados. Probablemente, otra enseñanza que provenga de Tell Me Why, cuyo interés se veía lastrado por el primer episodio, demasiado breve e introductorio. 

Life is Strange: True Colors, navegando entre emociones
Imagen vía Press Kit.

Life is Strange: True Colors recupera dilemas que hemos vivido con anterioridad: al fin y al cabo, una de las marcas distintivas de la franquicia es colocar nuestra brújula moral en el centro de la historia, convirtiéndola en una justificación de la mecánica. ¿Debemos escudriñar siempre los pensamientos de los demás, incluso cuando no nos haga falta para avanzar? El hecho de descubrir secretos de esta manera y saber que podríamos ayudar, ¿nos otorga alguna clase de responsabilidad? Madurar supone, en gran medida, aprender a navegar los sentimientos de los demás y aceptar que no siempre haremos la elección correcta por mucho que nos esforcemos. En el caso de Alex, ni siquiera contar con una habilidad más allá de la percepción humana le otorgará todas las respuestas. Aunque todo ello le ayudará a encontrar la más importante, sin duda: cuál es el lugar que debemos ocupar en el mundo cuando nuestros anclajes emocionales desaparecen. 

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