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Resucitar la economía de Siria: la batalla de Bashar Al Assad tras más de nueve años de guerra

Las sanciones internacionales, la subida de precios , el daño a la industria del país por los combates y la crisis económica y social en el vecino Líbano, están asfixiando a la debilitada economía de Siria

Es viernes y en Bab Touma, el barrio cristiano de la ciudad antigua de Damasco, hay menos gente de lo normal. En una pequeña barbería situada en la conocida Calle Recta Muhib toca el violín a la espera de que entren clientes. En este barrio, situado a apenas dos kilómetros de Guta, una de las zonas más castigadas por la guerra en Siria, también se hicieron notar los impactos de mortero. Ahora, «todo está más tranquilo», me cuenta Muhib sin soltar su violín. A 20 metros de distancia, un checkpoint militar controla la entrada al barrio. Son las 11:00 horas y todavía no ha entrado nadie a la barbería.

Las sanciones internacionales, la subida de precios, el daño a la industria del país por los combates y la crisis económica y social en el vecino Líbano están asfixiando a la debilitada economía de Siria. Con la guerra a punto de acabar, o al menos los grandes combates militares, la económica es la nueva batalla que debe librar el Gobierno de Bashar Al Assad.

Diez años después de mi primera visita he regresado a Damasco, una de las ciudades habitadas más antiguas del mundo. Con una mirada rápida parece que nada ha cambiado. El imponente minarete de la Mezquita de los Omeyas sigue ahí, al igual que los agujeros en el techo del zoco del Hamidiye –fruto de los bombardeos franceses de 1925–. Basta mirar con más detenimiento para darse cuenta de que no es así. Hay muchos establecimientos vacíos o cerrados, checkpoints militares cada pocos metros y más gente tullida que de costumbre. Nueve años de guerra se notan.

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Zoco del Hamidiye, Damasco. | Foto: Rodrigo Isasi

Es verdad que en Damasco no falta comida. Los mercados están abastecidos, pero los bolsillos de los sirios están vacíos. Llego en una época en la que la libra siria experimenta uno de sus peores momentos. En 2011, los sirios obtenían un dólar por 48 libras sirias. Ahora, la tasa oficial establecida por el Gobierno de Bashar Al Assad es un dólar por 434 libras, y hasta 1.000 libras por la misma cantidad en el mercado negro.

El salario mínimo mensual en Siria es de aproximadamente 47.000 libras sirias, unos 100 euros según la tasa de cambio oficial. Son muchos los sirios que tienen que realizar varios trabajos para llegar a final de mes, y la ONU estima que un 83% de la población del país árabe vive bajo la línea de la pobreza, con menos de 100 euros al mes.

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Mercado en Duma, Guta Oriental. | Foto: Rodrigo Isasi

En Siria, comer es relativamente barato, pero hay otros servicios que no lo son tanto. Alquilar un piso para dos personas en un barrio bueno de las afueras de Damasco –pasando Mezze– puede costar alrededor de 35.000 libras sirias al mes, unos 75 euros. Una tarjeta de teléfono móvil con 2 GB de internet al mes, son aproximadamente 4.500 libras (10 euros).

La guerra ha destruido carreteras, hospitales y otras infraestructuras vitales, mientras que muchas empresas y fábricas han cerrado. En algunas zonas de Idlib y Alepo falta leche para los niños y medicamentos, principalmente los que se utilizan para tratar el cáncer, «por culpa de las sanciones internacionales». Así me lo cuenta un general del Ejército Árabe Sirio cerca de Khan Sheikhoun, en Idlib, el último bastión rebelde en Siria y escenario de los últimos combates contra el terrorismo.

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El zoco de la ciudad antigua de Homs, la tercera ciudad más importante de Siria y núcleo industrial, destruido por el terrorismo. | Foto: Rodrigo Isasi

El resultado de este colapso de la libra siria ha sido el encarecimiento de los productos básicos día tras día en los mercados del país. En 2010, antes de la guerra, un kilogramo de arroz valía, aproximadamente, entre 100 y 300 libras en función de su calidad. Ahora, alcanza las 800 libras. Lo mismo pasa con otros productos como el azúcar: antes de la guerra un kilogramo tenía un coste de 25 libras y ahora llega a las 700.

Para intentar solucionar, o al menos apaciguar este problema, desde febrero el Gobierno ha establecido un sistema de subsidio de productos esenciales a través de Syrian Trading Establishment, una organización gubernamental que depende del Ministerio de Comercio Interior y Protección del Consumidor y que el Gobierno la define como una empresa de «intervención positiva».

Las familias sirias tienen derecho a una tarjeta magnética, que a modo de cartilla de racionamiento, les permite acceder a los precios subsidiados en los supermercados designados por el Estado y obtener cuatro kilogramos de azúcar (a 350 libras/Kg), tres kilos de arroz (400 libras/Kg) y dos de té al mes a un precio reducido. Fuera del casco antiguo de Damasco, no es raro ver en las calles largas colas de gente en las sedes de Syrian Trading para acceder a los productos subvencionados.

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Filas en Damasco para conseguir los productos subvencionados por el Gobierno. | Foto: Rodrigo Isasi

«Lo que no han podido conseguir con la guerra, quieren conseguirlo con las sanciones», me dice sin pestañear, y refiriéndose a EEUU y sus aliados europeos, Ahmed Khalil, director de Syrian Trading. «Es un crimen humanitario utilizar como arma la comida de las personas, la leche de los niños». Con sedes distribuidas por todo el país, esta organización no solo ofrece alimentos, también muebles, electrodomésticos o utensilios del hogar con un 15% de descuento respecto al precio en la calle.

Los economistas progubernamentales culpan de la crisis económica en Siria a las sanciones internacionales contra Damasco, que incluyen un embargo de petróleo, restricciones a la inversión y un congelamiento de los activos del Banco Central de Siria en la UE, así como restricciones a la exportación de equipos y tecnología.

También dicen que la devaluación de la libra siria se ha exacerbado por una crisis de liquidez en Líbano. Durante la guerra los bancos libaneses fueron vitales para Siria, permitiendo mantener vivo el comercio, evitando en la medida de lo posible las sanciones y facilitando a la diáspora introducir dinero en el país. Ahora, las entidades bancarias del país de los cedros –Líbano– han impuesto sus propios controles y han limitado la retirada de dólares por semana a no más de 300. Son muchos los sirios que llevan varios meses sin cobrar un salario que recibían a través del país vecino.

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Varios ciudadanos hacen la compra en un mercado en Duma, Guta Oriental. | Foto: Rodrigo Isasi

En Siria, comerciar con dólares está prohibido desde hace cuatro décadas, pero antes los castigos eran más laxos. Desde enero de 2020 los sirios que comercian con otra moneda que no sea la libra siria se enfrentan hasta a siete años de trabajos forzosos. Publicar o difundir «hechos falsos o alegaciones falsas» sobre el valor de la libra siria está penado con un arresto temporal y una multa de hasta cinco millones de libras (9.700 dólares).

No obstante, son muchos los sirios que se arriesgan para comerciar con los billetes verdes y conseguir en el mercado negro el doble de libras sirias que les permita llegar a fin de mes.

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Panadería en Homs. | Foto: Rodrigo Isasi

En Douma, una de las ciudades más afectadas de Guta Oriental, Khaldoun, a sus 45 años, continúa vendiendo sus productos en su tienda de ultramarinos. Me dice que nació aquí, y que toda su familia vive en Douma. No abandonaron la ciudad incluso durante los años más duros de la guerra. «No podíamos, la tienda es lo único que tenemos», me dice. «Desde que el Gobierno controla la zona, todo está mucho mejor, aunque falta electricidad por las sanciones internacionales«, asegura bajo la atenta mirada de un oficial del Ejército Sirio y de un miembro de la Mukhabarat –Inteligencia siria– que me acompañan.

La temperatura roza los dos grados bajo cero y chispea ligeramente. Apenas 20 metros más allá, Ahsen, un hombre de 42 años que vende verduras, se calienta junto a un bidón en el que arde la leña. «Falta un poco de electricidad y gas, pero con el control gubernamental de la zona todo va mejor». Un discurso que parece ensayado, pero que en parte, no deja de ser cierto. Todo es mejor sin el terrorismo en la región.

Aquí, en Duma, el sonido de los morteros y los disparos se ha visto sustituido por el de los generadores, al menos en las casas y tiendas de aquellos que pueden permitirse adquirir uno de estos aparatos. Desde que he llegado a Siria, no he dejado de sufrir cortes de luz –al décimo he dejado de contar–. Los que no alcanzan para poder comprar un generador se las ingenian para tener luz con baterías de coche. En Siria, cada libra cuenta.

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