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¿Cómo afrontar la incertidumbre en la que viviremos los próximos meses?

Nos enfrentamos a eso que llaman «nueva normalidad», de la que sabemos poco o nada. Aquí algunos consejos para llevar la falta de control sobre el futuro lo mejor posible

¿Cómo afrontar la incertidumbre en la que viviremos los próximos meses?

El futuro es sin duda un lugar incierto. No sabemos quién entrará cuándo en cada fase o si habrá un rebrote en otoño. Cuándo habrá vacuna, quién conservará su trabajo o cuántos bares quedarán en pie. Ahí afuera la vida avanza y observamos desde aquí dentro, con recelo e incertidumbre, a través de una puerta que se abrirá muy poco a poco. Los últimos meses, y sobre todo los que vienen por delante, nos han robado el control ilusorio sobre el futuro.

Hablamos con Ana Hidalgo y Arancha García, ambas psicólogas, para que nos den alguna pista sobre cómo gestionar esta perplejidad y evitar que nos bloquee.

Pensar a largo plazo, pero actuar a corto plazo

Ambas coinciden en la necesidad de vivir en un doble compás: pensar a largo plazo y actuar a corto plazo. Amplitud de miras y pequeños pasos. Esta situación demanda buscar diferentes rutas de salida. “No sabemos por dónde va a ir la economía, y por eso tener varias posibilidades de avance dará más opciones que puedan salir bien. Ayuda el fijarse en qué es lo que está funcionando ahora, qué está cambiando, qué nuevas tendencias hay”, explica Arancha. Es un poco esa idea de que cuantas más papeletas compres, más posibilidades tienes de que te toque la lotería. Ana añade que redescubrirse en un ámbito más personal, dejándonos llevar por la atracción genuina hacia actividades que nos gustan o temas que nos interesan, es una llave que abre nuevas vías profesionales. “A veces crisis puede ser sinónimo de oportunidad”.

«Los pasos tienen que ser cortos», sostiene Arancha. «Lo mejor es no mirar más allá de una semana y dentro de esa semana, ir día a día». Esta es una de esas situaciones en las que, si intentamos anticipar demasiado nuestras acciones al futuro, probablemente descubramos que tenía otros planes.

Ana Hidalgo añade que el humor es también una herramienta clave, el aprender a reírnos de lo que nos preocupa y de nosotros mismos. Tomarnos las cosas con algo más de ligereza y algo menos de dramatismo. “Una buena técnica es exagerar tu problema hasta el punto de convertirlo en algo catastrófico, esperpéntico”. El absurdo es a veces la respuesta a todo.

Tomarse la vida como viene es bueno, incluso necesario. Sin embargo, es fácil traspasar la línea que separa adaptarse con estancarse. A veces paramos y nos quedamos suspendidos, flotando, porque no nos acabamos de creer lo que pasa. Ana lo explica así: “Ante un conflicto, lo primero siempre es la negación. Es esa idea de que esta es una situación que ha aparecido sola y que se va a solucionar sola”.

¿Cómo superar la parálisis por miedo?

Una vez más, exteriorizar es clave. Compartir nuestras dudas, angustias y anhelos. “Expresarlo en alto ayuda a darnos cuenta de que en realidad no estamos tan cómodos esperando. De que estamos enfadados, nos parece injusto que el de al lado esté bien y mi me hayan hecho un ERTE”, apunta Ana. “La situación no se resolverá mágicamente, pero al exteriorizar el problema la sensación interna cambia, se aligera el peso”, añade Arancha, quien también incide en que lo interesante está en las respuestas, en el consejo que nos dará alguien capaz de ver la situación desde fuera. “Cuantas más perspectivas, mejor”, concluye.

Ante esta situación de parálisis por miedo y negación, Arancha también recomienda empezar a activarse por cualquier otra vía de ocio que no presente una dificultad, desde hacer deporta hasta bricolaje o la limpieza del trastero. En definitiva, algo que dé una sensación de subidón con la que sentarse frente al ordenador a mirar alternativas de futuro. “El sedentarismo merma la energía y el ánimo”.

Recordar otros momentos de la vida que inicialmente nos parecían imposibles de superar y que luego se acabaron resolviendo también ayuda. “Esos momentos en los que creíamos que era el fin del mundo y no lo fue, como un divorcio, la muerte de un familiar o la pérdida de un trabajo”, explica Arancha. Añade que una situación inicialmente negativa nos puede traer cambios positivos a largo plazo. Poder mirar atrás y pensar en que se ha ganado, quizás, capacidad de esfuerzo, que se ha desarrollado un mayor criterio propio, incluso que se ha conocido a una persona. Una de esas historias de “qué mal lo pasé al principio pero qué bien me vino esto”.

El quid está en el balance. No tener demasiado miedo, pues eso nos paraliza, ni tampoco la ausencia del mismo, pues a veces es un motor.

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