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¿Es Master of None la serie más millennial que hemos visto?

Master of None es una comedia romántica pero es también un fiel retrato de la vida millenial occidental.

¿Es Master of None la serie más millennial que hemos visto?

La segunda temporada de Master of None explora en mayor profundidad temas que definen la vida de los treintañeros occidentales. 

 

Primero lo primero, aunque la gente que pertenece a la generación millennial es la que ha nacido -aproximadamente- entre 1981 y 1997, hay una subdivisión que mucho tiene que ver con la tecnología: hay viejos millennials y millennials jóvenes. Los viejos vieron el nacimiento de Internet en su niñez y aún recuerdan cuando se inventó el CD, sus primeros móviles fueron Nokias y jugaron Snake hasta el cansancio y por años vieron películas en VHS. La serie Master of None, que ya estrenó su segunda temporada en Netflix, no se ocupa de los millennials jóvenes sino de los “viejos”. Los personajes están en su treintena avanzada y exudan las características generacionales de sus coetáneos. Y también sus vidas, lo que les pasa, donde viven, todo parece sacado de un manual sobre la vida de los adultos jóvenes de estos tiempos. ¿Las claves? Aquí por qué Master of None es un perfecto ejemplo del millennial viejo.

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Master of None, estrena nueva temporada en Italia | Imagen vía Netflix

Razón 1: crisis vocacional

A los millennials jóvenes les ha tocado vivir un colapso económico que ha limitado las posibilidades laborales y de futuro y que ha hecho replantear muchos planes. Para los millennials con más edad esta crisis apareció justo en su verdadera entrada al mundo laboral y adulto, desmontando todas las ideas de progreso y desarrollo vital que generaciones anteriores les habían vendido. Es por ello que no es difícil entender que las crisis vocacionales y existenciales están a la orden del día. La juventud millennial ha comenzado a cuestionarse las normas sociales de existencia: ascenso, competencia, propiedades, familia y está pensándose la vida, a veces de otras formas. En Master of None, Dev (Aziz Ansari), comienza la segunda temporada en Italia. Dejó todo atrás y en un impulso se mudó a este país a aprender a hacer dinero. ¿Por qué? Porque quedarse en lo que es su carrera no se sentía como una obligación pero sí se sentía necesaria una búsqueda de felicidad.

 

Razón 2: diversidad

Master of None puede que sea una de las series actuales que más normalmente maneja el hecho de que su reparto sea diverso. La sensación que da es de que no ha sido por “discriminación positiva”, sino algo natural salido de personas que entienden que la diversidad existe y que es normal que se vea. La generación millennial ha crecido en un mundo cada vez más globalizado y producto de la crisis económica, y de sus búsquedas espirituales y el cambio de las prioridades, ha viajado. Por ende -aunque tal vez es ingenuo asumirlo así- entiende la existencia de la diversidad como algo natural. En Master of None hay gays, lesbianas, musulmanes, indios, chinos, blancos, negros, latinos y esto no marca nada más que conversaciones sobre racismo o problemas con la diversidad sexual que son completamente normales en un mundo que sigue anclado en el pasado. Otro ejemplo de la diversidad es la comida.

 

 

 

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Master of None, está protagonizada por Aziz Ansari (a la derecha) | Imagen vía Netflix

Razón 3: las relaciones generacionales

Uno de los mejores episodios de la temporada (SPOILER ALERT) se llama Thanksgiving. En él se puede ver a la mejor amiga de Dev, Denise, y al propio Dev desde que eran niños pasando juntos la fiesta de Acción de Gracia en casa de Denise. Y también se ve la progresión de la salida del armario de Denise y cómo impacta su vida familiar. Además de ser un excelente episodio, es el retrato de una generación que está tan familiarizada con la posibilidad de diversidad en la identidad sexual que nunca se plantea como problema. Es un relato magistral de la adaptación generacional -también de los temas raciales y de género- y de las relaciones familiares. Lo mismo pasa con la religión de Dev y su familia. Para él, un millennial agnóstico, la religión es algo ajeno, para sus padres, que no lo obligan a practicarla si no quiere, hay ciertas cosas que son sagradas y no porque sean religiosas sino porque forman parte fundamental de sus identidades. Dev no lo entiende al principio, pero luego se da cuenta de que la religión no ha sido una obligación para sus padres, sino un refugio para dos inmigrantes sin contactos en una ciudad enorme, un espacio de amistad y conexión con su pasado y sus raíces, algo que él no necesita como hijo de inmigrantes en una ciudad que siempre ha sido suya y con amigos desde la infancia.   

 

Razón 4: la estructura

Master of None está estructurada a modo de viñetas, especie de historias sueltas sobre sus personajes o -también se puede ver en otro de los mejores episodios de la temporada (New York, I Love You)- sobre habitantes anónimos de Nueva York de los que normalmente nadie habla. Es dispersa pero enfocada, otra marca millennial. Una generación marcada por la segunda y tercera pantalla y la vastedad de Internet, y al mismo tiempo determinada por el egocentrismo de las redes sociales, entiende la narración como algo que debería abarcar todo pero, a la vez, ser muy específico. Muy personal, pero a la vez amplio, general, inclusivo.

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Dev y Francesca. It’s complicated. | Foto via Netflix.

Razón 5: el mundo amoroso

Uno de los episodios de esta segunda temporada (First Date) nos muestra a Dev en más de una decena de citas con chicas que conoce en una especie de Tinder. La serie entiende perfectamente cómo funciona el sistema: frase genérica para saludar a prospectivas citas, usar el mismo restaurante o bar en el que quien invita se siente cómodo, conversaciones incómodas o a veces fluidas, pero siempre en modo de tanteo. También refleja el hecho de que las mujeres tienen que lidiar con desagradables fotos de penes o frases babosas dentro de la app, de que si no eres blanco ligas menos, o que simplemente muchas de estas citas, la mayoría, no llegan a nada, y el hecho de que eso no quita ninguno de los obstáculos, para que esta forma de ligar sea el protocolo establecido en las metrópolis occidentales.

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