THE OBJECTIVE
El buzón secreto

El espía japonés del ataque a Pearl Harbor

Si el ataque hubiera sido el detonante de una victoria, Takeo Yoshikawa se habría convertido en un héroe, pero no fue así y acabó denostado

El espía japonés del ataque a Pearl Harbor

Imagen del ataque de Pearl Harbor. | Wikipedia

Detrás de los grandes acontecimientos que han conmocionado el mundo suele haber una historia de espías. Y muchas veces es una historia que merece especialmente la pena conocerse por las operaciones clandestinas ejecutadas en la sombra y por los avatares vitales sufridos por los protagonistas, cuyos nombres habitualmente no salen. Ah, a veces pasan a la historia como héroes y otras quedan convertidos en seres despreciables.

Uno de esos casos es el de Takeo Yoshikawa. Su nombre está vinculado directamente a uno de los acontecimientos que cambió el curso del mundo en el último siglo, concretamente hace 81 años. No sabemos qué habría sido de la Segunda Guerra Mundial si Japón no hubiera lanzado el 7 de diciembre de 1941 el ataque sorpresa que devastó la base naval de Pearl Harbor. Aparte del estropicio que sufrió la Armada estadounidense, supuso la entrada de Estados Unidos en el conflicto.

En los meses anteriores a ese día, Yoshikawa llevó a cabo un trabajo de espionaje impresionante que cuando se investiga te deja la impresión de que el gran país que ya era Estados Unidos era tremendamente inocente y muy malo en lo que se refería al contra espionaje.

Este japonés era un marino con una perspectiva de carrera brillante, al que una enfermedad de estómago le apartó de su sueño. Terminó convertido en espía. Hablaba inglés y ya en unas prácticas en la academia interceptó una comunicación por radio procedente de Australia, en la que se anunciaba el viaje de 17 buques de guerra desde Freetown a Inglaterra. La información fue transmitida a Alemania, que los hundió a todos. Conclusión: el propio Hitler le envió un mensaje de agradecimiento.

Un espía japonés sin vigilancia

Su trabajo más importante llegaría unos meses después, cuando en 1941 fue destinado a Honolulú, donde se convirtió en Tadashi Morimura, un diplomático encargado de autorizar los visados para viajar a Japón.

Contó con una suerte inesperada: la contrainteligencia estadounidense no solo no le prestó atención, sino que no le pusieron ninguna limitación de movimiento en la isla. Esto llevó a que no se enterara de sus activas y nada discretas actividades para enviar información a los altos mandos que preparaban en Japón el ataque contra la base de Pearl Harbor.

Un día alquiló un avión en el aeropuerto de Honolulú y voló con total libertad sobre las instalaciones militares estadounidenses. Repitió varias veces. Eso sí, como precaución nunca tomó notas que le pudieran incriminar si en algún momento era investigado por espías o policías americanos.

No fue esa la única misión que le llevó al éxito y a la constatación de lo malas que eran las medidas de seguridad de Estados Unidos. El marino Yoshikawa, convertido en el diplomático de bajo rango Morimura, se lanzaba al mar, con la ventaja de ser un gran nadador, y se recorría todas las instalaciones de Pearl Harbor. Utilizaba, según contó él mismo, un tubo de caña hueco para bucear y que no le vieran, pero parece un escándalo que nunca le pillaran

Una tercera acción, esta más previsible desde nuestro punto de vista del año 2022, fue el trabajo de engaño llevado a cabo con las chicas japonesas que trabajaban en una casa de té, Shunchoro, a la que acudían los marineros de los barcos americanos. Convenientemente adiestradas o engañadas, Yoshikawa obtenía de ellas información muy importante

Y la cuarta iniciativa que montó demostró las agallas que tenía: consiguió trabajo en los comedores de oficiales de la Marina americana haciéndose pasar por un filipino dispuesto a ganarse la vida fregando platos y ayudando en lo que hiciera falta.

Hizo acopio de tal cantidad de información que el ataque japonés fue totalmente demoledor, a la hora en que había menos resistencia -7.48 de la mañana- y sin que nadie en la Navy descubriera lo que iba a pasar.

Tras la agresión devastadora, el falso diplomático Morimura fue detenido con el resto de los miembros de la embajada. Nadie descubrió en Estados Unidos su auténtico papel en el drama y pasado unos meses formó parte del intercambio de diplomáticos presos entre los dos países.

Yoshikowa fue durante un corto periodo de tiempo alguien especialmente estimado en su país, aunque el conflicto no dejó espacio para un reconocimiento más especial. Cuando debieron llegar esos aplausos, Japón fue arrasada por dos bombas atómicas y perdieron la guerra. Si el ataque a Pearl Harbor hubiera sido el detonante de una victoria, el espía se habría convertido, sin duda, en un héroe. Pero la derrota llevó a que una parte de la población considerara que él era la imagen del fracaso, un espía que con su acción había facilitado el destrozo que sufrieron a causa de la guerra. Nadie, excepto su mujer, le reconoció ese trabajo tan excepcional como espía. Los grandes éxitos, a veces, acaban así.

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